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Ojalá nunca le pase. Ojalá haya podido y pueda seguir presentando a sus hijxs como hijxs suyxs, tal como lo dice el artículo 95 de nuestra Ley Orgánica de Registro Civil: “El registrador o registradora civil sólo exigirá la presencia de la persona que efectúa el reconocimiento, así como de dos testigos”. Ojalá los pueda presentar sin tener que hacer una solicitud ante el director de la Oficina Nacional de Registro Civil del Consejo Nacional Electoral (CNE), reunirse con diputadxs —chavistas y de oposición—, pagar abogados y pedir audiencias a las autoridades del Servicio Administrativo de Identificación, Migración y Extranjería (Saime).

 

Salvador Gabriel nació en Argentina, tiene diez meses de edad y lleva buena parte de esa vida breve en diligencias de esta naturaleza. En Venezuela estuvo a punto de ser un inmigrante ilegal hasta que renovó su visa de turista. No se le reconoce la nacionalidad porque en lugar de tener una madre y un padre, tiene dos madres, venezolanas, sí, pero dos mujeres. Y acá el registro de su nombre con el apellido de ambas, como fue presentado en el exterior, no procede legalmente.

 

La historia de Giniveth Soto y Migdely Miranda se ha hecho muy conocida en nuestro país, lamentablemente aún más por la tragedia que la reviste: Giniveth, militante revolucionaria por los derechos de la sexo-género diversidad, y Migdely, psicóloga en la Misión Negra Hipólita, se fueron a Argentina para casarse legalmente y tener un hijo amparado por la ley. Salvador fue concebido con el óvulo de Gini en el vientre de Migdely. Una vez que nació, regresaron a Venezuela para iniciar los trámites de reconocimiento de su matrimonio, y de la nacionalidad y apellidos de su hijo, de esta manera impulsarían la campaña para sentar un precedente por el reconocimiento legal de la unión entre parejas del mismo sexo en Venezuela.

 

Todo el proceso en Argentina generó grandes deudas, por lo que Gini decidió activar su carro como taxi. El 14 de diciembre de 2014, mientras trabajaba, intentaron robarle el carro, la asesinaron, y así comenzó la parte más dura de la lucha para Migdely.

 

 Primer caso: ¿Quién es Salvador?

 

“Como hijo de dos madres venezolanas le pedimos al Estado que le dé la nacionalidad, eso es con el Consejo Nacional Electoral, así que el 8 de noviembre realizamos la solicitud, y en abril, Alejandro Herrera, director de la Oficina Nacional de Registro Civil, nos contestó que legalmente en Venezuela la madre del niño es la que pare. Así que solicité en Argentina el certificado de nacimiento, y allí aparece que fui yo quien lo dio a luz, por lo que puedo presentar al niño en el momento que yo desee. Pero el problema es que, si yo lo presento como me indican aquí, él asumiría el nombre de Salvador Gabriel Miranda Rondón, eliminándose el apellido Soto, que es el apellido de su otra mamá. El argumento es que debido a que en Venezuela no hay matrimonio igualitario, y los apellidos surgen por la filiación, ellos no pueden ponerle un apellido de la ‘nada’. Les dije que él no puede tener dos identidades, ser allá Salvador Gabriel Soto Miranda y ser acá Salvador Gabriel Miranda Rondón. Además, en la Ley Orgánica de Registro Civil no dice que la presentación de un niño o una niña debe ser por un papá y una mamá, dos mamás o dos papás”.

 

“Cada tres meses pago dos mil y pico de bolívares y me ponen un sello con el que él puede permanecer en el país como turista. Esto ya lo hemos hecho dos veces, en julio le toca la tercera, hasta que se le dé una visa de residencia que le dura dos años, luego le dan otra y así hasta que le den la nacionalidad venezolana, quizá dentro de siete años, aunque temo que salgan con otra cosa y no se la den. A veces hasta me da miedo que digan que no es mi hijo, que me consideren un vientre subrogado, alquilado, porque son muchas las trabas las que existen para no considerar al niño hijo de las dos».

 

”Si yo hubiera querido presentar a mi hijo de la manera que hoy permite el Estado venezolano nos habríamos quedado aquí cómodamente, y toda esta tragedia tal vez se habría evitado. Por eso mi insistencia del reconocimiento de la identidad de nuestro hijo, porque fue lo que iniciamos juntas, y es la manera de honrar su nombre, de no dar esta pelea por perdida”.

 

Segundo caso: estabilidad en el aire

 

“Están los bienes que nos dejó mi esposa a mi hijo y a mí. En el acta de defunción de Gini aparece Salvador como su hijo, y yo, como única representante de él, sería su tutora o algo similar. Ese reconocimiento lo solicitamos ante los Tribunales de Protección al Niño y al Adolescente, ahí nos dijeron inicialmente lo mismo que nos dijo el CNE, que él es un niño registrado bajo las leyes argentinas pero que debemos regirnos por las leyes de Venezuela; que él puede ser hijo de Gini allá, pero aquí no. Nos dicen que ella lo que hizo fue presentar al niño, pero a los ojos de las leyes venezolanas no es su mamá».

 

”¿Qué significa eso? Que nuestro hijo no tiene derecho a lo que ella dejó, que estamos vulneradxs en varios aspectos. Principalmente, el habitacional porque la casa en la que vivimos está a nombre de Gini, y hay que seguir pagando el crédito de esta casa, yo lo hice al principio, pero como Giniveth ya no está, el banco me dice que eso es un ilícito, no se puede pagar por una persona que ya no vive, así que no podemos pagar el crédito. La solución es llevar un papel de ‘herederos únicos’ para poder seguir pagando la casa, pero al no ser reconocido Salvador como su hijo y, a su vez, yo como su representante es imposible, mientras tanto se acumula esa deuda ahí. Para que vean que ella sí es su mamá hace poco hicimos la prueba de ADN. ¿Cuál es el segundo paso? Solicitar un amparo y esperar la respuesta”.

 

Cada paso es más espinoso que el otro, porque “amparo” se dice fácil, pero lo que significa no es tan sencillo, en especial para una madre sola, con dos trabajos —el de la Misión Negra Hipólita es en la Cota 905, en una suerte de montaña que Migdely sube y baja todos los días a pie— y un bebé de menos de un año.

 

“Para obtener el papel de ‘herederos únicos’ necesitamos que la jueza de menores diga que el bebé es el hijo y heredero de Gini, pero hasta ahora no ha sido posible. La solución más fácil es que todo se pase a nombre de los abuelos, y ellos en algún momento lo pasen a nombre del niño, pero yo estoy negada a hacerlo, porque eso es perder esta pelea».

 

”Justamente nos fuimos a Argentina para no pasar por eso, nadie sabe las condiciones en las que vivimos, las cosas que hicimos para que él naciera allá y tuviera los apellidos de ambas, para resguardarlo, para sentar un precedente con otras mamás que esperan la respuesta que le dé a nuestro caso el Estado venezolano. A veces es tanto todo lo que debo pasar diariamente, que he pensado desde lo individual que esa opción pudiera ser lo mejor, pero desde la militancia mi posición es esta: ¿Por qué le debemos hacer las cosas más sencillas al Estado, si más bien debe legislar para protegernos? Proteger a todas las familias que existimos en la diversidad, que no somos pocas, y que tenemos derechos que hasta ahora no están siendo reconocidos”.

 

El matrimonio igualitario como solución

 

Desde algunas líneas de la izquierda, levantar la bandera del matrimonio igualitario es entre ofensivo y contradictorio. Su aprobación vendría a reafirmar y perpetuar una institución y relaciones sociales que se deben demoler, y aunque es una legítima posición, la verdad es que hasta ahora en Venezuela no ha habido una manifestación importante ni incipiente de esos espacios en contra del artículo 77 de nuestra Constitución, en el que se “[…] protege el matrimonio entre un hombre y una mujer, […] y las uniones estables de hecho entre un hombre y una mujer”.

 

La radicalidad religiosa, la falta de debate amplio en comunidades e instituciones educativas y la poca información en medios son algunas de las causas por las que sea rechazada de tajo la posibilidad. Incluso hay quienes piensan que la histórica disputa por el matrimonio igualitario tiene que ver en todos los casos con el simple acto simbólico de una boda.

 

“Respeto a quienes se quieren casar y a quienes no. Nosotras lo hicimos porque sí creemos en el derecho de las parejas del mismo sexo a tener un marco de protección para nosotras y nuestros hijos. Cuando eres homosexual o lesbiana eres señalado y excluido, así que quisimos dejarle a Salvador un marco legal para ser reconocido como hijo de dos mujeres. Ahora que Gini no está es que me doy cuenta de las dimensiones de lo que es no estar casadas aquí en Venezuela, no poder tomar decisiones sobre nada, acá no nos pudimos ni incluir en la póliza de Hospitalización, Cirugía y Maternidad, y ahora mi hijo y yo no podemos acceder al patrimonio construido”.

 

Entre los avances que se han logrado en Venezuela los últimos años, gracias al trabajo incansable de los movimientos sexo-género diversos, está la inclusión de la no discriminación por orientación sexual e identidad de género en la Ley Orgánica del Poder Popular (artículo 4, año 2010), la Ley Instituciones del Sector Bancario (artículo 173, año 2010), la Ley para la Regularización y Control de los Arrendamientos de Vivienda (artículo 14, año 2011), la Ley Orgánica contra la Discriminación Racial (artículo 50, año 2011), la Ley Orgánica del Trabajo, los Trabajadores y las Trabajadoras (artículo 21, año 2012), todas durante el proceso liderado por el presidente Hugo Chávez.

 

Sin embargo, aún falta mucho más: propuestas pendientes que aguardan en la Asamblea Nacional desde hace varios años, y que ponen su fe en las elecciones parlamentarias de diciembre.

 

El matrimonio igualitario, en casos como el de Gini y Migdely, no pinta como un capricho, sino como solución a los vacíos legislativos que dejan a un niño sin identidad, en una situación de indefensión. Matrimonio igualitario para tener el derecho a constituir un hogar, los beneficios de la seguridad social como pareja, el derecho de adopción, el derecho a la protección contra la violencia intrafamiliar, en fin, los derechos de cualquier familia.

 

“Seis meses después de lo ocurrido es que empiezo a sentir que estoy más tranquila. No he vivido mi duelo. A veces ni siquiera puedo sentarme a ver con calma los documentos legales, me cuesta porque cada vez que lo hago vuelvo a revivir todo lo que ha pasado. A veces no lo digo, pero debo bloquearme y decirme: ‘No puedes hacer esto ni lo otro, debes seguir adelante’. Debo seguir honrando a mi esposa y cuidando a mi hijo que fue un niño muy planificado. Gini siempre quiso tener una familia y darle estabilidad. Pienso en eso, y en lo doloroso que es saber que por ahora todo lo que ella hizo simplemente no se toma en cuenta”.

 

Ojalá nunca le pase.

 

(laculturanuestra.com)

 

 

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