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De guarimbas estúpidas y guarimbas inteligentes.- El abrupto final del Festival de la Lectura de Chacao sacó a relucir la bipolaridad característica –o, más bien, la desvergüenza- de ciertas figuras opositoras, una anomalía que, por cierto, se extiende en buena medida al opositor promedio.

Varias notables personalidades del antichavismo elevaron sus voces para repudiar una guarimbita, luego de haber pasado el año entero justificando las terroríficas guarimbas que asolaron las urbanizaciones de la clase media alta de varias ciudades del país en febrero y marzo, y que causaron casi medio centenar de muertes.

Como la guarimbita les echó a perder su tarde de intelectuales y gente cosmopolita, consideraron que fue una guarimba mala y procedieron a rechazarla. En cambio, llevan ya diez meses elevando a la categoría de héroes a los autores intelectuales y a los ejecutantes materiales de las guarimbas buenas, las que pretendieron provocar “la salida” del gobierno legítimo, recién electo y recién ratificado en un plebiscito que la misma torpe oposición se inventó.

Cierto, es necesario aclarar de qué hablamos, pues es posible que muchos lectores no lo sepan, ya que los medios escuálidos se encargaron de ponerle hojas de parra a la bochornosa situación que enfrentó a opositores con opositores. Resulta ser que el festival de Chacao no pudo celebrar sus actividades de cierre, el pasado domingo, porque aparecieron en el lugar unos manifestantes dispuestos a rememorar los gloriosos días de basura y cauchos quemados, miguelitos regados en la vía y guayas para degollar motorizados tuki.

Varias individualidades del antichavismo rabioso salieron a su ágora postmoderna (es decir, al Twitter) y descargaron su arrechera de 140 caracteres contra los inesperados guarimberos. Uno de ellos, a medio camino entre intelectual y celebridad farandulera, calificó la manifestación como “una estupidez”. Otras figuras contrarrevolucionarias expresaron ideas parecidas, mientras en las redes y en los basureros digitales, los opositores comunes insultaron a más no poder a los participantes en las acciones que obligaron a los expositores a recoger sus libros y huir despavoridos.

¿Qué diferencia hubo entre ese intento de alterar el orden público en el enclave sifrino de Altamira y los hechos ocurridos a principios de año, cuando incluso quemaron en dos ocasiones la caseta de control de operaciones del Metrobus? La única es que esta vez los afectados no fueron los trabajadores y usuarios de este servicio de transporte, sino “la gente decente y pensante de este país” (como diría Carola Chávez) que gusta ir a la feria del libro (la de Chacao, porque las que organiza el Gobierno Bolivariano son para la chusma) a ver y dejarse ver.

Por supuesto que ninguno de los críticos de la estúpida guarimbita del Festival de Lectura tiene el valor de llegar hasta el campo de la autocrítica y decir que esa forma de protesta arrebatada e intimidante fue tan imbécil ese día como lo fue a principios de año. No se atreverán a llegar a ese nivel de análisis porque de hacerlo tendrían que admitir que ellos -con toda su enjundia intelectual, con su autoridad de personalidades mediáticas- respaldaron inequívocamente a los violentos y se sumaron a las campañas destinadas a presentarlos internacionalmente como “jóvenes estudiantes salvajemente reprimidos por el rrrrégimen”. Y siguen en eso.

Para estos intelectuales, la del domingo pasado fue una guarimba estúpida, mientras las de hace unos meses fueron guarimbas inteligentes. Bipolaridad pura o, más bien, falta de vergüenza.

(Por Clodovaldo Hernández/ [email protected])