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Los pitiyanquis suelen ser más yanquistas que los yanquis. El fenómeno se demuestra cuando ocurren acontecimientos como el de la incursión de una aeronave militar en espacio soberano de Venezuela o cuando se develan hechos tan significativos como el masivo espionaje de Estados Unidos sobre PDVSA. En ese tipo de casos, los yanquis admiten su responsabilidad (a veces con hipócritas excusas, otras con gran desparpajo) mientras los pitiyanquis siguen negando que esos episodios hayan ocurrido o que sean culpa del admirado imperio.

 

Poniéndolo en términos referenciales, es como si el dueño de una empresa reconociera sin rollos que explota a los trabajadores y engaña a los clientes, mientras sus admiradores insisten en decir que es un prohombre, un ejemplo para la comunidad.

 

El pitiyanquismo venezolano tiene sus expresiones más elevadas en los partidos de la Mesa de la Unidad y en los medios de comunicación que, en el contexto nacional o en el mundial, juegan en contra de la Revolución Bolivariana. En estos dos últimos casos se ha apreciado claramente esa tendencia a justificar incluso aquello de lo que el propio imperio dice arrepentirse o intenta desembarazarse.

 

En el asunto del avión intruso, la reacción inicial de los opositores políticos y mediáticos fue negar la denuncia, ridiculizarla, hacerla ver como una cortina de humo del gobierno. Luego, cuando Washington admite los hechos y se  disculpa, los dirigentes de la derecha y sus analistas favoritos se hacen los locos, relativizan el acontecimiento o elogian a EEUU por pedir perdón. Ninguno tiene la valentía de decir ni siquiera algo como “Bueno, en este caso, parece que Maduro tenía razón”.

 

El caso del espionaje tiene toda la pinta de ir por ese mismo camino. Al aparecer las denuncias, la derecha local y sus medios saltaron a descalificarlas, a decir que son nuevos inventos de Snowden y su combo. Pintaron la reacción del gobierno como desmedida y victimista y dijeron cosas cínicas como que en el mundo de los negocios todas las grandes empresas son espiadas o se espían entre sí. En las notas publicadas en la prensa abundan las palabras presunto y supuesto, antes de espionaje y no pocas veces este último término ha sido colocado entre comillas, para indicar que se duda de su veracidad o que se le considera parte de una comedia.

 

No es de extrañar que uno de estos días, EE.UU. admita sin rollos que le sabe la vida y  milagros hasta a la señora que hace los jugos en el comedor de PDVSA La Campiña y tal vez el vocero que lo admita ponga en su cara una expresión de “¡sí, ¿y qué?!”. Pero nuestros pitiyanquis seguirán diciendo que los gringos son inocentes.

 

(Por: Clodovaldo Hernández/[email protected])