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La madre de Adriana Urquiola dedicó una carta en esta Navidad a su hija, quien murió por un impacto de bala, en pleno estado de gestación de un varón de 7 meses, cuando se bajaba de un transporte público junto a su esposo para sortear una barricada impuesta en la Panamericana por los seghuidores de «La Salida».

 

Ya llegó diciembre, Adrianita!

 

Estaba evitando pensar en que ya es 1. ° de diciembre, pero Vicky Ramírez me hizo comprender que lo correcto es expresar «lo que dice el corazón» cómo siempre actuábamos, dejándonos llevar por los impulsos más que por razones lógicas.

 

Éste es el mes que esperábamos con tanta emoción pensando en lo que haríamos para estas fechas y comenzábamos a repartirnos las respectivas tareas, hablábamos para decidir el menú, se preparaban las carticas al Niño Jesús, planeábamos con quien compartiríamos tanto la noche de Navidad como la del Año Nuevo.

 

Entre lo que solíamos hacer y, claro, algo que no podía faltar, las idas a la misa de gallo de la iglesia del pueblo de San Antonio de Los Altos, el compartir un trozo de queso, galleta, un pastelito, chocolate caliente, etc… después de la ceremonia y con los vecinos que en la mayoría de los casos desconocíamos hasta sus nombres, nos encompinchábamos con mi comadre Mercedes Coromoto Escobar y sus dos hijos Luis Vilchez y Ruth Vilchez (mi ahijada) y nos íbamos nosotras tres; tú, tu hermana Yleana Urquiola y ellos; bueno, casi siempre contagiábamos de entusiasmo a algún acompañante de turno para la «esperada excursión madrugonera», tipo 4 a.m., con el frío parejo y el alma tibia llena del regocijo.

 

Por lo general, después de ésta aventura matutina me tocaba bajar a Caracas por exigencias laborales, pero era imposible tener un combustible para el espíritu más potente que ese que me alimentaba desde el momento de salir de casa, el trayecto de ida al pueblo caminando, la vivencia de la misa, el cantar u oír los aguinaldos, hasta el gozar de la generosidad de aquel «vecino sin nombre» que mostraba su cara más amable del año; lo he dicho muchas veces antes, y lo sostengo, «éramos felices y afortunadamente sí lo sabíamos», lo comentábamos y dábamos gracias a Dios por ello, no poseíamos riquezas, sin embargo, éramos absolutamente acaudaladas porque teníamos todo lo que nos hacía felices.

 

En la misma onda navideña siendo ya ustedes adolescentes, formábamos aquellos inolvidables grupos de parranda, visitábamos llevando esa alegría cada noche y hasta la madrugada a todo aquel que se atreviese a darnos un ápice de confianza para ello, entre el grupo de parranderos, los que no faltaban nunca o casi nunca eran:

 

LOS GUTIÉRREZ: Freddy Argimiro Gutiérrez Fassano, Cipriano Gutiérrez, Ramón Gutiérrez y Diego Gutiérrez. Sus Padres: Elizabeth y Freddy.

 

LOS REYES: Eduardo Reyes, Daniel Reyes Benjamín Reyes, Ezequiel Reyes. Sus Padres: Letty y el Sr. Reyes.

 

LOS DELGADO: Jose Francisco Delgado Paiva, José Ignacio Delgado, José Alejandro Delgado y Jesús Gerardo Delgado Paiva. Sus Padres: Marinela y José.

 

LAS PEÑA: Carolina Peña y Daniela Peña. Su Padre: Edgar Peña. Además, una compañera infaltable, Angie Andreína Morillo Márquez.

 

Adrianita, sé que desde donde estás tú lo recuerdas, al igual que yo, con cierta nostalgia, porque ya de grande lo rememorábamos y hasta añorábamos. No podría dejar de mencionar en éste relato a sus maestros o profesores ya fuese en la escuela de música Fundacec del Picacho, donde algún compañero del liceo Egui Arocha o en «casa de cualquier víctima». Una merecida referencia de ellos: Orlando Paredes, Edgar Peña, Alexander Lobo, Santiago Key y Daniel Gil, maestros y amigos de esa belleza de juventud que formamos y forjamos con gran esfuerzo, amor y responsabilidad estas familias.

 

Para este año ya dialogábamos qué tan diferente y especial sería, sin duda aún más; ya que tú ya serías madre, tu hermana tía y yo abuela, y aunque Alex Adrián fuese muy pequeño seguro ya estaríamos preparando su primera carta al Niño Jesús… ¡Guao, hija, como duele!

 

Hija, considero que dejaste un legado en éste mundo digno de resaltar como ejemplo para nuestros niños, jóvenes y adultos, eso me mantiene hinchada de puro orgullo, acepté que te tenías que ir más temprano que yo.

 

También siento que tengo un serio compromiso contigo, el de retomar mi vida y ser feliz; entonces, quiero que sepas que eso lo voy a cumplir, busco sustituir a diario los afectos que ya no están, planear una navidad por primera vez sin mis dos hijas; una no está en el país y la otra ya no está en este plano; debo aceptar que tu hijo, mi nieto, no era para ésta tierra; luego busco a mi nieto y a ti, a quienes Dios tenga a bien acercarme en la vida, y deposito ese amor tan profundo, aunque el que siento por ti y por tu hijo es un «AMOR ETERNO», ése que trasciende los mundos.

 

Hija no sé si en el cielo hay navidad, más bien creo que allá están en navidad perenne, sé que a ti te encantaba la tradición del Niño Jesús, y decías que con tus hijos las practicarías, pero si Álex Adrián está allá contigo y con Dios, ¿cómo pedirle más a ese Niño?, no sé si tengo que desearles Feliz Navidad, porque sé que allí están en felicidad perpétua, entonces sólo me queda como siempre mi «AMOR ETERNO» decirte «Que Dios te bendiga, hija, y también a Álex Adrián», aunque obviamente sé que al lado del Creador ustedes son bendecidos hasta el infinito.

 

Te extraño y estaremos bien, es una promesa. Te amamos.

 

Manuela Pérez

 

(latabla.blogspot.com)