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Decir la cruda verdad es la mejor decisión.- El presidente Maduro ha alertado expresamente acerca del declinante precio del petróleo en varias de sus comparecencias públicas recientes. Lo ha hecho al menos dos veces en los últimos días: una vez soltó que el barril venezolano había cerrado en 60 dólares, y al día siguiente, en 58. Dentro de lo malas que son esas noticias, es una señal alentadora que el jefe de Estado esté dando estos campanazos, la cruda verdad sobre nuestro crudo. Lo es porque una baja tan marcada en el precio del petróleo, en el caso de un país como Venezuela, resulta algo parecido a una enfermedad grave, y ya se sabe que el primer paso para procurar la curación de uno de esos males es asumir la verdad.

 

Claro que todavía falta camino por recorrer: es necesario dar un paso más en la ruta de la sinceridad y decirle a la gente que sí, que el boquete en los ingresos petroleros causará en lo inmediato muchas dificultades, obligará a reducir gastos (y no solo los suntuarios, eso es una ingenuidad), disminuirá el ritmo de muchas obras públicas e impactará, de una forma o de otra, en la vida cotidiana de todos.

 

Es un paso difícil de dar, especialmente porque el presidente Maduro ha hecho afirmaciones muy contundentes en sentido contrario. Ha dicho, ni más ni menos, que pase lo que pase con el petróleo, la inversión social mantendrá sus mismos niveles. Han sido declaraciones con las mejores intenciones, aunque obviamente voluntaristas y fantasiosas, pues es más que claro que los programas sociales que desarrolla el Gobierno en materia de salud, educación, vivienda, alimentación, distribución de electrodomésticos y cultura, entre otros, tienen unos costos muy elevados y dependen en grado extremo de la renta petrolera.

 

Al hacer esa especie de juramento de amor apasionado, el presidente se saboteó a sí mismo porque con semejante certeza, en lugar de prepararse para la tempestad, muchos venezolanos resolvieron dejar de angustiarse por un oscuro mañana, y seguir la rumba del consumismo desbocado y mantener en la mente –individual y colectiva- la idea de pedirle todo al Estado benefactor.

 

Un amigo con quien compartí este comentario me hizo la siguiente observación: el presidente Maduro, al decir que la inversión social no se verá afectada por la caída de los precios del petróleo, emuló al Comandante Chávez, quien dijo lo mismo en una oportunidad análoga. Según el punto de vista de este amigo, el hecho de que el Comandante lo haya dicho le otorga categoría de verdad política. Sin embargo, un análisis un poco más cuidadoso de la historia reciente permite asegurar que, objetivamente hablando, la depresión del mercado petrolero generada por la crisis del sistema capitalista en 2008 sí afectó la obra de gobierno de Chávez en todas sus facetas y si no hizo estragos en su popularidad fue por el carácter excepcional de su liderazgo y porque luego sobrevino una notoria recuperación del mercado de hidrocarburos.

 

La decisión del presidente Maduro de exponer ante el país, sin anestesia, la debacle del principal (único, en rigor) producto de exportación venezolano es una oportunidad para avanzar hacia lo que siempre ha sido un objetivo estratégico de la Revolución: superar la etapa rentista y clientelar, para emprender la ruta del desarrollo endógeno, y de una sociedad productiva y consciente.  Si los duros tiempos que se avecinan sirven para eso, la caída en los precios del petróleo no será una tragedia nacional, sino la crisis económica más productiva de nuestra historia. Ojalá que la luz del Plan de la Patria nos ilumine.

 

(Clodovaldo Hernández / [email protected])