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En diciembre de 1999, el presidente y líder de la Revolución Bolivariana, Hugo Chávez, como Jefe de Estado comprometido con su pueblo se puso al frente de un operativo de rescate y reconstrucción del pueblo de Vargas, víctima de las intensas lluvias que dejaron miles de muertos e innumerables pérdidas materiales.

 

En esta jornada se evidenció la unión cívico militar del pueblo venezolano, que se abrió paso en la adversidad para rescatar con vida a quienes resistieron la embestida de la naturaleza.

 

A continuación el cuento completo titulado La tragedia de Vargas, contado por el comandante Chávez y publicado en 2012 en el libro Cuentos del Arañero, que recoge anécdotas y reflexiones del líder revolucionario conocido también como el Arañero de Sabaneta:

 

«Yo tuve un sentimiento tan hermoso cuando por fin el primer barco de la Marina pudo llegar a la orilla de la playa por Caraballeda. Porque la playa estaba bloqueada, unos cien o doscientos metros de playa estaban bloqueados por troncos y piedras. Los barcos no podían llegar a la orilla, solo en helicóptero uno podía ir y venir, por tierra imposible. Queríamos meter los barcos estos, de los que caben tres mil personas, para atracarlos lo más cerca de la playa. Porque esos barcos, como son planos por debajo, llegan a diez metros, lo más cerca posible, y con unas cuerdas la gente va entrando al barco. Son barcos gigantescos, de transporte de tropas, de infantes de marina más que todo.

 

Por fin logramos meter el primer barco, se fue apartando un poco el oleaje y encalló el barco cerca de la playa. Dos cuerdas y los infantes de marina a la playa. Nosotros aterrizamos al instante, cuando me informaron por radio que el barco estaba listo. Era impresionante ver de dónde salía tanta gente de Los Corales y Caraballeda. Me habían dicho que ahí no había quedado nadie con vida y resulta que no, chico. Debajo de las piedras, detrás de las matas, debajo de los techos de las casas, de túneles que había entre las piedras gigantescas, salían niños, mujeres, hombres, ancianos.

 

¿Sabes lo que yo vi ahí? Vida. Yo dije: «Hay vida por todo esto. Dios mío, cómo sobrevivió esta gente». Se pensaba que eso era una especie de camposanto. Y no solo que salió la gente, haciendo una cola larguísima como de tres mil, cuatro mil personas que iban agarrándose unos a otros. No solo eso, sino verle los ojos a aquella gente, verles la vida, verles el dolor, pero por otra parte el optimismo, la entereza moral. «¡Aquí estamos!», decían, «y con mi viejo y con mi abuela», y algunos con su perrito, haciendo una cola a la vida. Y aquel barco con sus puertas grandes abiertas y rumbo a la vida».

 

(AVN)