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Por saber que me desempeñé varios años como corresponsal de medios españoles, un colega periodista me hizo recientemente la siguiente pregunta: ¿es normal la obsesión de la prensa ibérica con Venezuela?

 

El colega no hizo la pregunta desde el punto de vista periodístico, pues él sabe perfectamente que en términos técnicos el asunto no tiene ni siquiera discusión. Es, simplemente, un disparate.

 

Para estar seguros de esa conclusión preliminar, nos pusimos a repasar periodismo básico. Recordamos que normalmente los medios de comunicación comerciales de un país, en sus secciones internacionales, le dedican un gran espacio / tiempo a la situación interna de otra nación cuando ocurre alguna de las siguientes condiciones:

 

1) Las dos naciones tienen una extensa frontera común, en especial si es una zona conflictiva (ejemplo: Venezuela y Colombia o Estados Unidos y México). También se aplica a países con alguna proximidad geográfica, aunque no sean fronterizos.

 

2) En el otro país ha ocurrido algún desastre natural (ejemplo: el terremoto de Ecuador), una situación violenta (ejemplo: el Caracazo), unas elecciones interesantes (ejemplo: Perú) o un cambio político por otra vía (ejemplo: Brasil).

 

3) El otro país es una superpotencia (ejemplo: cualquier cosa que ocurraen EEUU es noticia).

 

Es obvio que Venezuela, por su intensa manera de vivir en las últimas décadas (tal vez, desde febrero de 1989), se ha convertido en una noticia internacional recurrente de bastante impacto. Pero, incluso aceptando ese aspecto, es desproporcionado el interés que se le otorga, especialmente si se le compara con naciones en las que cumplen con alguna de las condiciones antes enumeradas. Para solo poner un ejemplo, ni la violencia del narcotráfico ni los normalistas desparecidos de México han ameritado tantos centímetros de papel ni tantos minutos de radio y TV en España como la controversia política interna de Venezuela que, mal que bien, vive tiempos de relativa paz (al menos, comparados con 2002 o 2014).

 

Para apreciar lo insólito que es este exceso de cobertura periodística, el colega y yo analizamos otro de sus ángulos: la asimetría. En Venezuela ningún medio le dedica mucho espacio a España, a pesar de que tenemos una colonia importante de nacionales de ese país. De hecho, la opinión pública sabe tan poquito acerca de la política interna ibérica que esta semana, cuando llegó al país el dirigente de la derechona (así le dicen allá) Albert Rivera, alguna gente preguntó qué tipo de música cantaba el joven, y si se iba a presentar en Sábado Sensacional.

 

Ratificamos, entonces, que la obsesión de la prensa española por Venezuela no es nada periodística. Podríamos aventurar la hipótesis de que tiene dos razones de fondo: una es de alcance mundial y la otra es doméstica, de España.

 

La de alcance mundial es el afán del capitalismo global de destruir uno de los pocos símbolos que quedan en pie en la lucha contra su hegemonía: la Revolución Bolivariana.

 

Este empeño ha adquirido especial relieve luego de la victoria opositora de diciembre pasado, después de tres años de intenso sabotaje económico, y en momentos en que otros países latinoamericanos viran hacia la derecha, ya sea por resultados electorales (como Argentina) o por maniobras leguleyescas (como Brasil). Los estrategas imperiales calculan –con bastante lógica- que la Venezuela chavista atraviesa su momento de mayor debilidad  y apuestan todo por sacarla de cuajo.

 

Por supuesto que lograr este objetivo es importante para el imperialismo mundial, no solo porque, como ya se dijo, Venezuela es un símbolo importante, sino también porque el país posee cuantiosas riquezas naturales que el capitalismo neoliberal necesita obtener de manera segura y barata, tal como lo hacía antes de la llegada del comandante Hugo Chávez.

 

La prensa española, propiedad económica e ideológica de los grandes intereses corporativos, acepta un rol protagónico en la guerra sucia contra Venezuela y su gobierno. Y lo hace para vergüenza de un país con excelentes periodistas y con una bella historia en este campo profesional, especialmente después de la muerte del dictador Francisco Franco.

 

Por supuesto que esto no significa que se trate de algo nuevo. La prensa española ha estado siempre en contra de la Revolución Bolivariana (me consta, lo viví en carne propia), pero en los últimos tiempos ha llegado a un nivel tal que ni siquiera se cuida de guardar apariencias. Esto se nota en que ya no es posible encontrar diferencias de matiz entre un diario abiertamente ultraderechista y franquista, como ABC; uno de derecha neoliberal, como El Mundo; y uno que se autodenomina de centro-izquierda, como El País.

 

La razón interna

 

La razón doméstica de la manía de los medios del país europeo con Venezuela es una campaña electoral a la que la clase política tradicional española ha llegado aporreada, deslegitimada, con el agua al cuello.

 

El temor que les produce un cambio radical (del que se han salvado de chiripa hasta ahora) los hace reforzar los ataques contra los movimientos políticos que en el mundo han desbancado también a las élites de sus respectivos países.

 

En el desprestigio contumaz de la Revolución venezolana han encontrado el artefacto perfecto para sembrar el miedo en las masas a las que manipulan. Pintando un panorama espantoso de Venezuela, del que responsabilizan únicamente al socialismo (para esa prensa no existe la guerra económica y los opositores son todos unos demócratas indefensos), intentan disuadir a los españoles de darle la patada  definitiva a las pandillas del Partido Popular y el Partido Socialista Obrero Español.

 

La cuestión ha alcanzado niveles caricaturescos. La parodia del programa de televisión La Tuerka parece una exageración, pero está muy cerca de la realidad. El tema Venezuela llega a superar en cobertura a los asuntos internos de España y se le vincula con cualquier sector informativo, desde la política y la economía hasta el deporte y la farándula.

 

Con esos dos bloques de razones operando simultáneamente, es de esperar que la ofensiva continuará y se intensificará en las próximas semanas, mientras se acercan las cruciales elecciones españolas y continúan acá los esfuerzos por derrocar al presidente Maduro. El periodismo, mientras tanto, seguirá esperando por mejores tiempos.

 

(Clodovaldo Hernández / [email protected]