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Con un volante como timón de su familia, Hugo León, de oficio taxista, sortea las necesidades diarias y quebrantos de todo usuario que le regatea la ‘carrerita’, y se queja de lo que significa vivir en una Venezuela con la inflación más alta del mundo, donde ya pagar un servicio de taxi se cataloga como un lujo y golpe certero al bolsillo.

 

Hugo entra en la categoría de ‘bendecido y afortunado’, al contar con un oficio que genera ingresos diarios, y permite sortear las obligaciones de un hogar sin la dependencia de una quincena, sin embargo, tal realidad no lo exime de padecer las carencias del venezolano de a pie. Su trabajo genera ingresos semanales de aproximadamente 80 mil bolívares, lo que le permite comer 3 veces al día en su casa, obviando salidas de restaurantes, y así estirar el dinero para los requerimientos del carro, al ser este la única fuente de trabajo.

 

“Trato de comprar semanal por lo menos las carnes, pero si saco cuenta de cuánto se gasta a diario entre desayuno, almuerzo y cena pudiera ser entre 10 mil y 15 mil bolívares, lo que vamos consiguiendo regulado lo vamos comprando pero la mayoría de las veces toca ‘bachaqueado’, y eso representa un gasto mayor”.

 

“Si se me daña el carro comemos fallo”, sentenció Hugo, quien entre carne y pollo gasta semanal un aproximado de 30 mil bolívares, que se traduce en unos 7 kilos para distribuirlos por cada día de la semana y llenar el plato suyo, de su esposa, un hijo que cursa bachillerato y una bebé de año y medio.

 

Los 80 mil bolívares ya bajan al piso de los 60, sin contar víveres y contornos para los almuerzos. “Compro semanal para la bebé un pote de leche que me sale en 4 mil bolívares y un paquete de pañales bachaqueados, que me cuesta entre 4 mil o 6 mil. También compro arroz a 1.200 o pasta, y el plátano que también está caro, a 200 bolívares cada plátano”.  

 

“No estamos pasando hambre pero si bajamos las porciones, antes yo me comía 4 arepas ahora me como dos, el plato del almuerzo tratamos de acompañarlo con plátano o ensalada para comer más y llenarnos, aprendimos a rendir la comida, eliminamos las vacaciones y las salidas de fines de semana, y las rumbas quedaron eliminadas”, cuenta Hugo (riendo para quizás no llorar) que cuando decide tomarse unos tragos lo hace en familia y dividiendo el gasto entre varios.

 

La historia de Paola Barrios, ama de casa y madre de dos niños de 6 meses y 5 años, respectivamente, es similar. Barrios tiene un gasto diario de 8 pañales, los cuales compra la mayoría de las veces detallados en un abasto a 250 bolívares la unidad, de adquirir un paquete completo de pañales el costo suma entre 4 mil ó 5 mil bolívares, solo en la presentación de 20 ó 32 desechables.

 

Al gasto de pañales se suma el de una compota diaria, la cual compra por 500 bolívares, y alterna con un tetero de fruta y dos de leche en el transcurso de la jornada. “Compro el pote pequeño de fórmula en 7 mil, y el grande en 14 mil, el pequeño le dura 4 días”.

 

En deuda fija del niño de 5 años resalta la del servicio de transporte escolar, 2.500 bolívares mensuales, sumado a la compra de frutas con la que hace el jugo que acompaña al desayuno al colegio, aunque “la mayoría de las veces toca comer con agua”, refiere Barrios.

 

“Si tuviera la oportunidad me fuera del país corriendo sin mirar atrás, estamos viviendo solo para comer, no se sacan los niños a pasear, no hay un cumpleaños que celebrar, un juguete para el niño, estamos viviendo en un país sin privilegios”, sentenció.

 

Otro caso es el de la señora Yanissa Palmar, asidua usuaria del servicio Whatsapp de PANORAMA, quien resolvió los desayunos de la primera quincena del mes de junio con 4 paquetes de harina pan, cada uno comprado a precio regulado de 190 bolívares. “Me salvó esa harina, la alterno con plátano y usamos queso para el desayuno y la cena”.

 

Palmar es ama de casa y madre de dos muchachos, un varón de 11 años y una niña de 10 meses.

 

El núcleo familiar depende de los ingresos del trabajo fijo del esposo, quien funge como obrero en una empresa del Gobierno y percibe 18 mil bolívares más cesta ticket, los cuales la mayoría de las veces ‘cambian’ por dinero en efectivo para resolver la compra de los productos ‘bachaqueados’, ante la imposibilidad de ingresar periódicamente a un local comercial para adquirir regulados.

 

Los números están echados, con 18 mil bolívares devengado del trabajo mensual, se van 14 mil semanal en puro desayunos y cenas.  “3.500 bolívares el kilo de queso, 1.800 una mortadela, 1.400 bolívares medio cartón de huevos, más los 10 panes para la cena que serían 500 bolívares y 500  más en pan para la cena, si se compra plátano se paga 200 bolívares por cada uno y a veces compramos 10”, cuenta Palmar, quien desayuna con agua o con café negro —cuando lo consigue—, ya que el jugo comprado en la panadería, a 300 bolívares por litro, lo administra para el desayuno del colegio de su niño.

“Gasto semanal más o menos 17 mil bolívares en la carnicería, y en las verduras siempre gasto entre 3 mil y 4 mil bolívares”. Su esposo cancela mensualmente en pagos mínimos de tarjetas de crédito 4 ó 5 mil bolívares. “Las tarjetas son la salvación, con eso resolvemos desayunos o cenas y cada golpe es de 3 mil ó 5 mil bolívares”.

 

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(Panorama)