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Cada vez que Cerecita llamaba por teléfono a sus amiguitas del colegio, en tiempos anteriores al Facebook, las mamás que atendían le trancaban ofendidas: «¡Esta es una casa de familia, deje de hacer bromas!»

 

Cerecita Olavarrieta Aguirregomezcorta nació en Caracas y su madre, de origen vasco, decidió ponerle el nombre de la canción compuesta por Luis Mariano Rivera, una que dice: «Cerecita, cerecita, silvestre frutica mía, eres juguito de amor en corazón de alegría». Desde entonces, comenta por teléfono, jamás ha pasado desapercibida. Porque en Venezuela no hay límites para las licencias poéticas en los nombres de los hijos y el Registro Civil aguanta todo.

 

Esas libertades no existen, por ejemplo, en países como España. Según su Código Civil, si un padre quiere ponerle nombre a sus vástagos, debe asegurarse que no sea más de uno compuesto ni más de dos simples, ni diminutivos, ni perjudiciales, ni el de un hermano (a menos que haya fallecido). La única concesión reciente en la nación europea fue levantar la prohibición de poner nombres en lenguas no españolas porque, anteriormente, debían traducirse. Así, Mary puede seguir siendo Mary, y no María.

 

Reuters

En 2007, durante el gobierno de Hugo Chávez, la Ley de Registro Civil intentó ser modificada para restringir la infinita creatividad de los padres venezolanos para bautizar a sus hijos. La protesta fue furibunda y llegó hasta los medios internacionales bajo el argumento de que el instrumento «coartaría» el derecho que sí tuvieron los progenitores de Hitler Adonys Rodríguez Crespo, Dwight Eisenhower Barboza, Brewmas Maolenín Liscano, Hochiminh Jesús Delgado o Efrofriendlyns Jhesvergreen Mc’ Namara Guevara Marcano. La lista, por supuesto, es más larga.

 

«Limitaría a los padres a elegir entre una lista de apenas cien nombres establecidos por el gobierno», escribieron en el New York Times. «Podrían estar bautizándose los últimos ‘Superman’ y ‘Batman’ venezolanos», dijo el portal 20 Minutos de España. «Es una intromisión, un intento de invadir la vida privada», dijo un sociólogo consultado por el diario El País.

 

La meca de los nombres raros

El estado Zulia, en el oeste de Venezuela, es el territorio de lo posible para los nombres inusuales. La tradición, dicen, proviene de su condición de puerto y ciudad petrolera, que la hizo más permeable a la influencia norteamericana. También su legendario humor. Por eso, Yusnavy (alusivo a U.S. Navy), Yedoska (por el temido efecto Y2K a finales del siglo pasado) o Macdonald (por el payaso Ronald) no son raros en esa latitud.

 

«Una vez mi hermana peleó con la mamá de un niño porque quería ponerle Rottweiler. Imagínate, ¡le querían poner el nombre de un perro!», cuenta la abogada Ana Cristina Bracho. Su hermana Carmen es médico y trabaja en Maracaibo, la capital del estado Zulia. La galena ha tenido que firmar insólitos certificados de nacimiento como el del bebé Bryanbastriboy, para hacer realidad el sueño de la progenitora, presunta fanática del extinto grupo de pop norteamericano de «los-chicos-de-la-calle-de-atrás».

 

Pero las extravagancias no sólo llegan a la copia literal o fonética de extranjeros famosos. La práctica más común -no sólo en Maracaibo- es la combinación de iniciales de varios nombres para formar uno nuevo, original, único, impronunciable o desopilante. La lógica opera más o menos así: si se mezclan en un batidor imaginario los nombres de Alejandro y Lisbeth, el resultado podría ser Jandrilis; Giovanni y Adelaida tendrían a Giodelan; María, Cristina y Enrique podrían bautizar a Macrién; Isabel y Miguel, a Isamig. Las combinaciones, como los números, no tienen fin.

 

«Si vas al Saime (Servicio Administrativo de Identificación, Migración y Extranjería) la cosa es caricaturesca: hay muchos que se llaman Batman o Supermán. Creo que una vez hubo un intento de regular esa anomalía pero no prosperó», asevera el abogado Armando Alí Rodríguez, quien trabajó hasta el pasado mes de febrero en el Registro Civil de Coche, en Caracas.

 

En efecto, la reforma no se dio en los términos planteados por los legisladores en la Asamblea Nacional pero sí hubo algunas modificaciones, aunque, según Rodríguez, muchas son desconocidas o faltan mecanismos jurídicos para su implementación.

 

Ley desconocida

La Ley Orgánica del Registro Civil, vigente desde 2009, le da una oportunidad a quienes deseen cambiarse un nombre infamante, que someta a la persona al escarnio público, que atente contra su integridad moral, honor y reputación, «o no se corresponda con su género, afectando así el libre desenvolvimiento de su personalidad», reza el artículo 146.

 

El procedimiento, indica el Consejo Nacional Electoral (CNE), se puede hacer sin abogados y empieza con una solicitud de cambio de nombre ante una oficina del Registro Civil con la justificación del por qué. Rodríguez afirma los casos que llegan son poco frecuentes y casi siempre interpuestos por miembros de la comunidad sexodiversa, que sienten que su nombre no tiene nada que ver con su género.

 

El abogado, que trabajó cinco años en el Registro Civil de Coche, considera que las razones de la escasa demanda de cambio de nombre pueden explicarse por el desconocimiento de la ley o, simplemente, por la plena satisfacción con las palabras que acompañan el apellido. La segunda opción es el caso de Cerecita.

 

Registro Civil República Bolivariana de Venezuela

Aunque ella asegura que evita hacer reservaciones, pedir presupuestos o solicitar facturas por teléfono para impedir que las personas detrás del altavoz crean que les toman el pelo, como suponían las madres de sus amigas en el colegio, dice que jamás ha considerado pedir rebautizarse en el Registro Civil: «Nunca me cambiaría el nombre porque me siento muy identificada con él, de hecho, a mí me cuesta entender a la gente que tiene nombres comunes, me gusta tener uno que nadie más tiene, es como si hubiera nacido con un nombre artístico».

 

Cerecita está próxima a tener su bebé, una niña a la que llamará Cayena: «No le quise poner un nombre frutal porque su papá, para que veas como el destino fue de gracioso, es apellido Mora. ¡Ya el hecho de ser Cerecita de Mora es una verdadera ensalada de fruta!», bromea.

 

Si se peló, se peló

Otros prolíficos maestros de la curiosidad nominal son los registradores. Aunque el fenómeno no es exclusivo de Venezuela, la ley que vigente en el país suramericano le pone más obstáculos a quienes hayan sido víctimas del despiste, hastío o error humano de las personas que oficializan el nombre de otras en su documento de identidad.

 

«En el caso del nombre no se permite rectificación. El que se peló, se peló. Por eso es que hay que estar pendientes», advierte Rodríguez, «si te llamas María con ‘i’ latina y en la partida de nacimiento apareces con ‘y’ griega, es muy difícil de que convenzas al que dicta la providencia de que querías lo contrario».

 

El único arrepentimiento posible en Venezuela es el que ocurre noventa días después del alumbramiento y esa sí es una novedad de la ley promulgada hace seis años. Si en el certificado de nacimiento, que se expide en el centro de salud donde nació el hijo, aparece un nombre, éste se puede cambiar por otro cuando los progenitores acudan al registro, donde finalmente se formaliza la identidad. 

 

En su poema Tu nombre, el mexicano Jaime Sabines dice: «Trato de escribir en la oscuridad tu nombre». La dificultad, en Venezuela, sería comprensible.

 

(RT)