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Hace unos 15 años comenzó la ampliación del Museo Torre de David. Mientras los arqueólogos iban eliminando las distintas capas que se encuentran bajo el suelo de la Kishle -edificio situado al lado del museo que había servido de prisión durante el período de dominio turco otomano y más adelante británico- descubrieron nuevas y sorprendentes evidencias arqueológicas capaces de arrojar luz sobre el encendido debate referente al lugar dónde Jesús fue juzgado antes de su muerte en la cruz.

 

En la Kishle el equipo de arqueólogos hallaron muros sólidos que servirían de cimientos y un sistema de alcantarillado subterráneo, que quizá podría formar parte de un palacio propiedad de Herodes el Grande. El director de la excavación arqueológica, Amit Re’em, recalca que este lugar constituye «una pieza clave del antiguo enigma de Jerusalén» y, al mismo tiempo, «revela la historia de este lugar de un modo conciso y claro» según informaron The Jerusalem Post y The Washington Post.

 

El debate continúa abierto. Teólogos, estudiosos de los textos sagrados, historiadores y arqueólogos intentan dilucidar dónde habría sido juzgado el Mesías del cristianismo. Las diversas interpretaciones de los evangelios y los distintos enfoques respecto a las evidencias que se han ido hallando a lo largo del tiempo han provocado la existencia de imprecisiones y lecturas ciertamente contradictorias.

 

Shimon Gibson, un profesor de arqueología en la Universidad de Carolina del Norte, considera acertada la idea de que el juicio tuvo lugar en el palacio de Herodes, «según los cálculos arqueológicos, históricos y lo expuesto en el Evangelio todo concuerda».

 

El palacio de Herodes habría estado situado, según los expertos, en la zona oeste de la ciudad, donde se halla también el Museo de la Torre de David. Los trabajadores del museo confían en que esta antigua prisión llegue a convertirse en un lugar atractivo para más de un millón de peregrinos cristianos que se desplaza a Jerusalén movidos por su fervor religioso. Para lograr ese objetivo, la prisión se abrirá a los visitantes y se explotará su valor histórico y los elementos que podrían convertirla en una atracción turística.

 

Este descubrimiento presentaría un problema para la Cristiandad, ya que los cristianos han pensado durante siglos que la Fortaleza Antonia era el lugar donde tuvo lugar el juicio a Jesús. De hecho, la fortaleza es la primera parada de las nueve estaciones del Viacrucis, situadas todas ellas en la denominada Vía Dolorosa en la que Jesucristo habría cargado con la cruz tras ser condenado. Por tanto, si finalmente el juicio hubiera tenido lugar en las inmediaciones de la Torre de David y no en la Fortaleza Antonia, los peregrinos habrían estado recorriendo durante siglos un camino equivocado.

 

Del mito a lo real: la búsqueda del Jesús histórico
 

Tal y como expresó el teólogo italiano Rinaldo Fabris en Jesús de Nazaret: historia e interpretación, «la cruz se ha convertido en símbolo religioso, cargado de valores espirituales y de connotaciones emotivas. Por consiguiente una investigación histórica sobre el proceso que condujo a Jesús de Nazaret a la muerte en la cruz estará necesariamente condicionada por estas motivaciones de carácter religioso y espiritual, que por sus elementos emotivos e ideológicos no permiten enfrentarse de modo aséptico y neutral con la cuestión de la responsabilidad «jurídica» de la condena de Jesús».

 

Se trataba de una condena imbuida de tintes represivos y ejemplarizantes. En palabras de Rinaldo Fabris, «esta forma de condenación dolorosa e infamante había pasado a los romanos a través de los cartagineses (…). Si entre los cartagineses la cruz era la pena para los jefes militares y políticos culpables de rebeldía y de traición, entre los romanos la condenación a la cruz estaba reservada a los delincuentes de las clases humildes, extranjeros y esclavos. En los periodos de agitación social y de revuelta civil se utilizaba la cruz como instrumento eficaz de represión y disuasión».

 

La cruz era un instrumento de represión y disuasión

 

La figura histórica de Jesús sigue aún rodeada de controversia e imprecisiones y el consenso en torno a cómo acontecieron los hechos más importantes de su vida parece todavía estar muy lejos de convertirse en una realidad. Sin embargo, hay un punto en el que historiadores, arqueólogos y autores parecen estar completamente de acuerdo: Jesucristo fue condenado a morir en la cruz en la ciudad de Jerusalén cuando ésta se encontraba bajo la administración del gobernador romano Poncio Pilato.

 

Lo que también parece estar fuera de duda, es que más allá de debates teológicos, la figura de Jesús goza hoy de interés histórico. El rigor para analizar los documentos, evidencias y restos, se torna ahora más necesario que nunca. Como afirmaron John D. Crossan y Jonathan L. Reed en Jesús desenterrado, «la arqueología no es el trasfondo de la exégesis, ni la exégesis es el decorado de la arqueología. Los evangelios y el terreno deben leerse e interpretarse cada uno a su manera y con arreglo a su propia disciplina».

 

(elmundo.es)