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Ser anfitrión de los Juegos Olímpicos es una tarea monumental que no sólo requiere de mano de obra, pues un presupuesto colosal también es necesario. Con frecuencia los gastos exceden las expectativas y esto puede recrudecer las condiciones de vida de los habitantes del país anfitrión. Brasil no ha sido la excepción en este sentido: de acuerdo con un estudio realizado en Oxford el costo de los  juegos de Río de Janeiro terminará ascendiendo a 4.6 mil millones de dólares. Esto significa que el presupuesto habrá sido rebasado en un 51% y el estado de Río es responsable por 1/4 de ese dinero. Al parecer el precio de ser escenario de los primeros Juegos Olímpicos de Sudamérica ha sido elevado, pero estos juegos no han sido tan caros como los de Londres, cuyo costo ascendió a 15 mil millones de dólares, que fueron rebasados por los 21.9 mil millones que se gastó Rusia en los Juegos de Invierno de Sochi. La cuestión es que los gastos astronómicos que implica la creación de la infraestructura de los Juegos Olímpicos sobre los que la mirada del mundo se posa por unos cuantos días no parecen del todo justificados, al menos no a la luz del abandono y deterioro que sufren después. 

 

Por un lado el espíritu de los Juegos Olímpicos parece estar en el intercambio y convivencia entre diversos países, pero por otro lado también son un reflejo de la situación internacional con la que conviven. La desigualdad que predomina en el mundo ha tomando un papel protagónico en los Juegos de Río, pues la prensa ha publicado los serios problemas de seguridad y bienestar social que enfrenta el país. La pobreza que azota a las favelas, la falta de pago a los cuerpos policíacos y otros servidores públicos y los problemas ambientales, especialmente reflejados en la cantidad de bacterias y otros desechos en las playas, pues muchos de los barrios más pobres no cuentan con sistemas de drenaje. El lado oscuro de la colosal producción que implican los Juegos Olímpicos es que ésta parece cobrar la cuota más alta a los sectores más desprotegidos de la población, es decir, los pobres. La devastación resulta evidente cuando miramos los escenarios de anteriores Juegos Olímpicos, que ahora se encuentran en ruinas, anegados, abandonados y vandalizados, como un escenario de desolación después del despilfarro de una fiesta gigante. 

 

Juegos Olímpicos de Sarajevo 1984

 

Las instalaciones de estas Olimpíadas fueron abandonas y dejadas en el olvido, de tal manera que ahora son apenas una sombra, especialmente tras los conflictos armados en la región que resultaron en la disolución de Yugoslavia. Esta es la pista de trineos.

  

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Algunas de las rampas han sido severamente grafiteadas y actualmente son usadas por algunos cuantos adictos a la adrenalina sobre ruedas. 

 

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Lo que alguna vez fue el complejo deportivo central de las Olimpíadas ahora es un cementerio. 

 

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Juegos Olímpicos de Atenas, 2004

 

Esta es la alberca de entrenamiento para los atletas, hoy en día abandonada totalmente.

 

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Puede ser difícil creerlo, pero anteriormente este fue el escenario de las competencias de remo.

 

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La alberca principal de Atenas

 

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Los postes donde alguna vez estuvieron las banderas de los países participantes 

 

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Juegos Olímpicos de Berlín, 1936

 

Esta es la alberca de la villa olímpica de Elstal, al oeste de Berlín. La villa albergó a más de 4 mil atletas, en unos Juegos Olímpicos que se llevaron a cabo bajo el poder de los nazis. Poco después el lugar fue usado como barracas por el ejército alemán, de las cuales tomaron posesión los rusos luego de 1945, hasta la retirada del ejército ruso en 1992. 

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Villa olímpica

 

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Juegos Olímpicos de Beijing, 2008

 

Alguna vez aquí se llevaron a cabo los torneos de voleibol del playa, pero las instalaciones han estado abandonas desde 2012. 

 

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(pijamasurf.com)