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Según las estimaciones que pueden hacerse a partir de los (pocos) datos publicados por las empresas en sus balances, las cámaras que reúnen a los panaderos y afines, las cifras oficiales y las declaraciones de prensa tanto de voceros del sector privado como público, la situación es más o menos así:

 

Para el pan que consume la gran mayoría de los venezolanos y venezolanas, se requiere importar trigo, pues, por razones climáticas, en nuestro país es imposible producirlo en las cantidades que se requieren. Esta importación la realiza el Estado a través de CASA. Luego, el trigo en granos se le entrega a las procesadoras, que son ocho, todas privadas, y de las cuales las dos más importantes son MONACA –perteneciente al Grupo Polar– y Cargill.

 

Y aquí es donde empieza lo bueno. Cada una de estas empresas tiene respectivamente 27,11% y 37,97% del control de mercado de la molienda del trigo. Es decir, entre ambas concentran el 65,8% del negocio. Si sumamos a la tercera de las empresas involucradas, Molinos Carabobo Sociedad Anónima MOCASA, que concentra el 17,03%, estamos hablando que entre las tres manejan 82,11% del mismo. Es decir, el trigo que alimenta a 30 millones de venezolanos y venezolanas y que es importado por el Estado a tasa DIPRO para garantizar un precio accesible a los derivados del mismo, es apropiado en el camino por tres molinos privados de los cuales pasa a depender el negocio.

 

Sobre Cargill y Polar ya se ha dicho bastante, así que no tiene mucho sentido insistir sobre el papel protagónico de ambas empresas, tanto en la deformación monopólica de la economía venezolana, como en la coyuntura actual de eso que el bueno de Freddy Guevara, el vocero del ultraderechista Voluntad Popular, bautizó como “boicot económico para salir del gobierno de Maduro”. Sin embargo, seguramente a casi nadie le suena mucho MOCASA, por lo que sí nos gustaría dedicarle un par de líneas biográficas de modo que todas y todos los que están haciendo cola por el pan sepan quiénes son y a qué se dedican los personajes de los cuales depende el suministro del trigo para la elaboración del mismo.

 

MOCASA es una empresa registrada en el Sistema Nacional de Contrastistas a nombre de Marco Basile Modica. Pero MOCASA no solo procesa trigo, sino que también comercializa derivados del trigo, entre ellos, Pastas Allegri y Harina Aveiro. Los bachaqueros de internet son conocedores de esta última, pues aunque es difícil encontrarla en los anaqueles, circula mucho por Mercado Libre y otras redes donde se ofrece por sacos a precios obscenos. Por lo demás, en días pasados la Sundde encontró 450 toneladas acaparadas de harina panadera en los depósitos de dicha empresa ubicados en Quinta Crespo.

 

Pero lo más interesante de todos los datos del señor Modica que pueden encontrarse en internet, es que aunque propietario de la tercera empresa procesadora de trigo más grande del país en sociedad con sus hijos, aparece en el portal del IVSS como asegurado, es decir, podría estar cobrando pensión del Estado. Ahora bien, todo indica que entre una cosa y la otra logra redondearse bastante bien su quince y último, pues es uno de los flamantes “venezolanos” que aparece en el listado de los Panama Papers junto a sus hijos. Todo un lujo tratándose de un cotizante del IVSS.

 

Pero volviendo a la ruta del trigo, lo cierto del caso es que la harina de trigo molido ya lista para hacer pan, “sale” de las molineras rumbo a abastecer las más de diez mil panaderías que existen en el país. Lo hace en bolsas de 45 kilos cada una a un precio regulado de 8 mil bolívares. Los panaderos en este punto argumentan que no se las venden a ese precio, sino mucho más cara. Muy probablemente sea así, pero tenemos claro que todas las intermediaciones en este punto operan entre privados ubicados entre los molinos y las panaderías. Es decir, son privados especulándose entre ellos.

 

Lo cierto del caso es que en la ciudad de Caracas el kilo de pan difícilmente se encuentra por debajo de los 900 bolívares. Suponiendo que todas fueran canillas, esto, siendo generosos con el panadero, resulta entre nueve y diez panes. Si asumimos que el kilo de harina les sale a los panaderos en unos 180 bolívares, esto implica que un kilo de pan paga cinco de harina, o sea, que nueve kilos pagan el saco.

 

Al tratarse de un producto de alta rotación y en el entendido de que lo único que venden las panaderías derivado del trigo no es pan canilla –como cualquiera que entre a una constata inmediatamente– esto es poco menos que obsceno incluso para el estándar del parasitario sistema de comercialización privado venezolano. Pero más obsceno resulta descubrir que la disponibilidad de harina de trigo en los dos últimos meses ha estado por encima del consumo histórico. El consumo histórico venezolano es de 75 mil toneladas por mes. En julio la disponibilidad fueron 100 mil toneladas y en agosto arribaron 110 mil más. Incluso considerando que el consumo de trigo contrario a lo que dicta el sentido común más bien ha subido que bajado estos meses –a medias como resultado se ser sustituto de la harina de la arepa y a medias también por la ansiedad que suele generar en el comprador la sensación de escasez– estimándose en unas 90 mil toneladas, esto da todavía un excedente de colocación para nada despreciable de 30 mil toneladas.

 

Así las cosas, podemos concluir parafraseando a Hamlet y decir “algo podrido huele en las panaderías”. Y no es solo el jamón descompuesto y demás cochinadas que ha develado la Sundde en los últimos días. ¿Hasta cuando nos la seguiremos calando?

 

(15yultimo.com)

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