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Carta a Juan Gabriel

Por Natalia Lafourcade

 

“Ahora mismo mi cuerpo lleno de escalofríos y mi mente tratan de entender esta triste noticia que hoy nos dejó sin aliento a miles. Se nos fue un gran amigo de este mundo en el que vivimos nosotros. Seguramente en este momento nos mira a todos desde ese otro lugar que no conocemos, pero que nos espera tarde o temprano.

 

Estoy tan agradecida con la vida, los tiempos, el destino, pues me dieron la oportunidad de pasar algunos días muy cerquita del gran maestro y artista Juan Gabriel, y también agradezco tanto haber tomado la mano de Don Alberto, el gran ser humano, lleno de humildad, un hombre lleno de luz, sensibilidad, generosidad, amor, honestidad, mencionando tan solo unas pocas de sus tantas virtudes. Agradezco que tuve la oportunidad de verlo a los ojos, sentir ese ser tan hermoso y poderoso que vivía en su cuerpo, tomar sus manos después de que él tomara las mías. Agradezco tanto que pude cantar para él y dejar que su voz corriera entre la mía. Aún no puedo escribir bien porque me cuesta comprender que ni Juan Gabriel ni Don Alberto estarán más aquí con nosotros.

 

Y todo lo que nos han dejado…. tantos años de entregarlo todo. Tantos años de escribirnos esas canciones tan bonitas y especiales que a miles de personas han acompañado durante mucho tiempo en momentos felices de melancolía, de baile, de celebración de la vida misma. Esta noticia me llena de tristeza como a todos, a este grandioso ser lo vamos a extrañar, pero al mismo tiempo siento que no hay manera de que Juan Gabriel muera porque el vive todos los días a cada segundo en la vida de millones de personas que lo tienen en sus corazones y en sus memorias de vida y de momentos inolvidables. Su música ha llenado de color, alegría y sentido a nuestras vidas y pienso también en todo lo que él se llevó de nosotros. Me pasa seguido que la gente me pregunta cómo fue trabajar con Juan Gabriel.

 

Ahora lo que más claro revivo en mi memoria son los momentos más cotidianos. Curiosamente el día que entre en su casa no me sentía tan nerviosa, la sensación era muy similar a la que sentía de pequeña entrando a la casa de mis tías abuelas que tanto me gustaba, ese lugar donde se cocinaban recetas mexicanas, donde se platicaba muy amenamente en el patio, donde se desayunaban huevitos a la mexicana con chilaquiles.

 

Lo ví entrar por la puerta, traía puesta su pijama azul claro: ahí estaba una leyenda de la música frente a mi dándome la bienvenida a su hogar, abriendo sus brazos y su corazón. Me abrazó y en ese instante supe que las cosas saldrían muy bien en esa visita. Tanto mi mente como todo mi ser estaba llena de confusiones, no entendía porqué él quería que yo cantara su canción, tampoco sabia cuál cantaría ni cómo sería la dinámica de mi visita. Me tomó la mano y me dijo ven. Su mano estaba calientita y me hacía sentir como una niña y así salimos a un pasillo y después entramos a un cuarto, otro cuarto, otro cuarto, cada lugar era una locura.

 

Hermoso y único como él, cada rincón tenía ese color que seguro había escogido personalmente, ese adorno o ese detalle que lo convertía en un lugar único. Como ese elefante de dos metros de altura. Recuerdo los muebles, los trajes típicos de sus muñecas, recuerdo ver a México en cada rincón de esa casa y la tradición y cotidianidad con sabor a México.

 

Ese día comenzó a las 6:30 de la tarde y terminó a las 5:00 de la mañana. Ahí fue que entendí que con él era de noche la cosa. En el estudio pasamos horas. Me hizo cantar 4 temas en total. Cante una canción inédita de la cual no recuerdo el nombre, pero si recuerdo pensar que no tenía la menor idea de cómo interpretarla, fue ahí que me sentí nerviosa y fue ahí que me di cuenta que los micrófonos captan mágicamente cualquier miedo, inseguridad o incertidumbre que uno tenga presente al cantar una canción. Los micrófonos son tremendos y sentía que él se daba cuenta perfecto de todo lo que me ocurría, no solo en ese momento sino en mi vida. Me entregó la canción más difícil como la número uno para cantar y todo conmigo perfilaba a ser un desastre. Primer take intenté con amor, segundo take y el paró la canción. Sabía que no estaba cantando con el alma, sabía que no estaba usando mi corazón para interpretar esta pieza. Me pidió ir del otro lado, me pidió sentarme y después me dijo: ‘Natalia, te voy a pedir que te escuches. Cuando uno está adentro y no se permite salir para escucharse y mirarse desde afuera, sigue cometiendo los mismos errores sin poder cambiarlos. Aprende a escucharte desde afuera y así sabrás que es lo que tienes que cambiar. Obsérvate y así sabrás que ajustes hacer para seguir adelante.’ Así que, según recuerdo, escuché la peor toma de presentación a él como interprete, pero ahí algo dentro de mí me dejó saber que si había llegado hasta esa habitación donde estaba él, era por algo y también era porque yo tenía lo necesario para poder cantar su canción. Decidí entrar de nuevo a la cabina y simplemente cantar para él con amor y humildad.

 

Hice otra toma que fue mejor que la primera y él entró a la cabina, se conectó los audífonos y me tomó de las manos. Así fue como canté esa primera canción que el me dió y fue uno de los momentos más hermosos y mágicos que viví junto a él. Imaginen que su cuerpo y su energía, a través de sus manos tomando las mías, me decían como quería que cantara esa canción. Todo desapareció en ese momento y simplemente nos fuimos volando.

 

Después vinieron más canciones y en cada una de ellas, él estuvo ahí adentro de la cabina, cuidándome y acompañándome. En ese instante en el que aprendí cómo era conectar con tu corazón y tu alma para cantar una canción. Poco después vino el momento de cantar ‘Ya no vivo por vivir’ y si pude cantar esa canción como lo hice fue gracias a su guía.

 

Cuando era muy tarde ya nos fuimos a cenar y me sorprendió ver que tenían preparados para él unos ricos huevitos y chilaquiles con frijoles de la olla. Hechos con todo el amor de sus cocineras. ¿Qué es esta maravilla? Uno desde fuera imaginaría cualquier otra cosa, pero no. Adentro de esta casa había esa cotidianidad con sabor a México que tanto amo y ese calor familiar que tanto necesitaba en ese momento de mi vida.

 

Alberto y yo platicamos por unas horas. Me hizo preguntas, yo estaba llena de dudas y trabajaba el disco de ‘Mujer Divina’ sin saber si funcionaría o no. Se lo mostré a pasos de mandarlo a la mezcla. Ahora recuerdo porqué no lo invite a cantar en este disco y la razón fue que una parte de mí sentía que eso si que era mucho pedir y después estaba en la sala de su casa compartiéndole algo especial, importante, que por cierto me hizo ponerlo de principio a fin poniendo toda su atención en cada uno de los temas. Me dió tanto consejos hermosos, me habló sin un pelo en la lengua como decimos, se abrió como lo hace un familiar, alguien que te ama y te conoce de toda la vida. Mis ojos se cerraban solos. Ya no podía más de sueño, pero él sí tenía toda la energía. Tuve que disculparme y decirle: ‘¿Nos vemos mañana? Muero de sueño.’ Me abrazó, me dió un beso en la cabeza y me llevó hasta mi cuarto. El mar acompañaba nuestras pláticas y la casa quedaba más silenciosa y vacía conforme las horas pasaban. Cuando estaba adentro de mi cama agradecí mucho por estar ahí y poder vivir ese momento.

 

Tengo muchos momentos para contar pero no se trata de mí. Se trata de una pena que ahora todos cargamos y sentimos. Me pregunto si la noche anterior mientras él se entregaba en este ritual y momento tan poderoso como es el escenario, ya sabía que lo esperaban del otro lado. Me pregunto si sabía, porque en los poquitos momentos que me tocó compartir con él, pude percibir la inmensidad de su sabiduría y sensibilidad. Lo que sí sabía perfectamente es lo mucho que lo amamos. Sabía perfectamente lo tan importante que era y es en la vida de todos nosotros y por eso seguía trabajando y dando tanto para todos porque su amor era infinito.

 

Agradezco tanto todo lo que aprendí al visitarlo en su casa. Agradezco tanto sus palabras honestas y directas que ocurrían mientras le compartía mi música. Agradezco su humildad y que siempre me hiciera sentir en familia. Lamento mucho que esta noche Juan Gabriel ya no esté físicamente con nosotros. Pienso que si yo pudiera elegir la muerte cómo y dónde, amaría morir cantando como muere la cigarra. Hasta el último momento Juan Gabriel llenó de vida y alegría a todos aquellos que lo acompañaban en California hace 3 días.

 

Ahora nosotros podemos mantener viva su música mientras sigamos cantándola y mostrándola a nuestros hijos y a los hijos de nuestros hijos. Así es. Una leyenda de la música en México. Un hombre que hizo historia y por ello forma parte de nuestra historia.

 

Gracias Juan Gabriel. Te amamos donde quiera que estés. Aquí estamos siempre contigo. En el altar de nuestra casa tendremos una vela encendida justo frente a nuestra foto y ese regalo tan hermoso que me diste cuando te visité por primera vez, y en mis conciertos seguiré cantando ‘Ya no vivo por vivir’, esta canción que se ha convertido en un himno a la vida para mí, porque me recuerda vivir intensamente y no tener miedo a aquellos lugares incómodos y desconocidos que, por cierto, tú me recomendaste nunca dejar de visitar.

 

Te adoro gran amigo, te adoro gran maestro, y te recordaré por siempre con todo el amor. Que en paz descanses.”

 

(natalialafourcadeyo.com)

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