Entre riesgos incalculables, temperaturas desafiantes y miedos inevitables hay algo que Giselle Cesin no ha dejado de desear: desplegar la bandera tricolor en “El techo del mundo”. Luego de convertirse en la primera mujer venezolana en llegar a la cima de El Denali, en Alaska, hoy se prepara para escalar el punto más alto –y el lugar más peligroso– de la Tierra: el Monte Everest.

 

El 23 de junio a las 5.40 de la tarde, la monaguense de 29 años logró alcanzar, tras doce días de dura travesía, la cumbre de la montaña más alta de América del Norte, con 6.168 msnm. Solo un abreboca de las enormes dificultades, condiciones inhóspitas y los casi imposibles desafíos que representan a la mayor cima.

 

Nadie imaginaría que la gran hazaña realizada por el equipo de Proyecto Cumbre Venezuela en 2001 la haría anhelar practicar una de las disciplinas más demandantes en el deporte mundial: el alpinismo.

 

“Cuando Carlos Calderas, Carlos Castillo, Marco Cayuso, José Antonio Delgado, Martín Echeverría, Marcus Tobia y Vicente Lecuna fueron al Everest hace 15 años, me obsesioné y lo seguí mucho. Regresaba del colegio con ansias de investigar, veía información sobre ellos en la televisión, escuchaba los noticieros para ver los avances. ¡Eran mis héroes!”, cuenta Cesin con un contagioso entusiasmo.

 

Solo un año después, en 2002, tuvo el gran placer de conocerlos en la presentación de su libro“Camino a la Cumbre, del Ávila al Everest”, en La Estancia, en Caracas. “Conservo ese libro, firmado por ellos. Fue en ese momento cuando dije “¡Yo quiero ir al Everest!”, recuerda la ahora expedicionaria.

 

Y así ocurrió. Como los sueños no tienen vencimiento y este en particular se ha mantenido latente, decidió comenzar su preparación física y ‘acumular tiempo en altura’ para su próximo reto en El Himalaya, una cordillera situada en el continente asiático y cuya cumbre es el Everest.

 

Más de 700 días de preparación

 

sta joven aventurera comenzó corriendo, nadando, manejando bicicleta y luego practicando el esquí de montaña, uno de los deportes más completos por tratarse del ascenso y descenso de montañas con la única ayuda de los esquíes; es decir, sin ningún tipo de propulsión mecánica.

 

A pesar de haber nacido en Maturín, Giselle lleva muchos años residenciada en Caracas. “Mi gimnasio es El Ávila”, admite, y esto le ha permitido precisar aún más su perfil atlético. Se rutina inicia a las 4.00 de la mañana. Desayuna, corre algunos kilómetros, va a la montaña y la sube en zapatos de correr o de montaña con 20 kilos dentro de su bolso, el mismo que cargan sus hombros al hacer barras.

 

Su entrenamiento incluye sentadillas, put-chups, tiempo en la trotadora y escaladora, todo para mantener la fuerza para aguantar más de dos semanas en una montaña junto a sus peligros y dificultades.

 

Su aspiración se intensificó y, luego de haber vivido varios años en Colorado, Fordham, en Canadá, se inclinó por el alpinismo invernal en las Rocky Mountains. “No escogí el típico esquí de pista, en el que subes como en una góndola, sino el que se practica en montañas vírgenes. Ahí no hay pistas. No hay un camino formado, solo árboles. Para poder llegar tienes que ir caminando con los esquíes al hombro (…) Siempre he sido aventurera”, afirma.

 

Para 2013 ya había completado su primer Iroman en Arizona, EE.UU., una maratón de atletismo a la que se refieren como “El Everest del alpinismo”. Consiste en hacer tres disciplinas que incluyen 3,8 kilómetros nadando en aguas abiertas, 180 kilómetros en bicicleta y, para terminar, 42 kilómetros corriendo. Todo en un solo día.

 

Luego de sus cumbres iniciales, el Pico Naiguatá en Caracas y el Pico Bolívar en Mérida, escaló los volcanes Iliniza, Cayambe, Antisana y Chimborazo en Ecuador. En Estados Unidos subió al Monte Rainier en Seattle, Washington y al Monte Superior. En marzo, al Monte Olympus en Utah y en junio alcanzó la cima de El Denali en compañía del norteamericano Vince Anderson, ganador, junto a Steve House, del Piolet de Oro en 2006, premio al que describe como “el equivalente del Pulitzer para un periodista”. Ambos obtuvieron el galardón por el primer ascenso en estilo alpino del Nanga Parbat, en Pakistán, la novena montaña más alta del mundo con 8.125 msnm. Hoy House entrena a Cesin para el Everest.

 

Recientemente, el 18 de julio, recorrió la ruta de la cara directa del pequeño Alpamayo y el Huayna Potosí en Bolivia, junto a Willie Benegas, un reconocido guía argentino, referencia del montañismo mundial, nombrado “El Messi del alpinismo”. “En todas llevo el tricolor, si no es la bandera, está en mi chaqueta, en una calcomanía de mi casco y en un parche del bolso. Siempre llevo un identificativo”.

 

Sesenta kilos de voluntad

 

En las estancias superiores a una semana por encima de los 3000-4000 metros las necesidades energético-nutricionales se incrementan, tanto por la hipoxia – alteración de las fases de respiración-, el frío intenso y la actividad física elevada. Esta última puede disminuir según la altitud, pero a la vez el peso de la mochila que lleva el alpinista para subsistir, hace que la intensidad del esfuerzo aumente considerablemente.

 

El peso del bolso, asegura Cesin, puede alcanzar hasta los 60 kilogramos. En él lleva dos tipos de botas, las de esquí y las de montañas, trampones, arnés, mosquetones, piolet -instrumento para crear escalones, comprobar grietas, mantener el equilibrio y amarrar cuerdas-, chaqueta grande para el frío, guantes, bolso, linterna, cuerda, frontal, casco, carpa, saco de dormir, palas y comida deshidratada. Todo para conjugarse junto a la supervivencia pura y ante las hostiles condiciones de la naturaleza.

 

Su mejor clima, el motivacional

 

Para Giselle, lo esencial ha sido el apoyo de sus padres y de sus hermanos. “Se preocupan cuando emprendo un nuevo reto, pero me apoyan”, dice entre risas. Además, acota que cuando tenga a sus hijos no espera que la sigan en su pasión. “Que practiquen lo que les haga feliz, sea alpinismo o ballet. Cada quien tiene que buscar una actividad que le guste. Cuando buscas eso que te llena, encuentras la forma de ser exitosa, transmitir entusiasmo e inspirar a otros”.

 

De eso se trata. Más que una satisfacción personal, la montañista ha encontrado en sus cumbres el cariño de todo un país. “El éxito que se comparte se multiplica”, cita a una alpinista mexicana. “No deja de ser personal, pero es bonita la idea de compartir el éxito. Que se hayan emocionado tanto como yo lo hice cuando vi mi bandera allá arriba es la mejor retribución”.

 

“Si yo haciendo esto puedo lograr que una persona se motive y saque una esperanza, no dejaré de esforzarme. Mostrar mi bandera es también recordar la Venezuela en la que yo crecí, donde el venezolano es trabajador, soñador y echado pa’lante. Así que no es solo un logro lo que se ve ahí en la cima, sino todo un sacrificio y de qué estamos hechos”.

 

Su inspiración también está en Lydia Bradey, una ‎neozelandesa que en 1988 se convirtió en la primera mujer que subió el Everest sin oxígeno y que en 2015 pudo conocer.

 

El límite está en la mente

 

El pensamiento de rendirse y desistir bombardea constantemente. Cuando se topa con continuas escenas de riesgos, donde la noche cae con gran pesadez en la altura de la montaña, la visibilidad se distorsiona, llevas hasta por 10 horas unos 60 kilos encima, con frío y casi deshidratada, sólo se piensa en regresar, admite la alpinista venezolana.

 

“La mayor dificultad es la mente, muchas veces tú misma eres tu propia dificultad porque te saboteas. Es una guerra mental. El clima también es muy determinante, puedes estar físicamente muy preparado, pero si hay mal clima, con condiciones de tormenta, no hay nada que hacer. De eso dependerá tu éxito. Hay que tener mucha madurez para saber entender y aceptar cuando pasa algo inesperado. Lo primordial, y el éxito de una expedición, es siempre regresar todos sanos al campamento base, -ubicado por lo general a 4000-5000m-“.

 

Giselle no recibe ninguna retribución monetaria; sin embargo, afirma que continuará practicando el montañismo hasta que la deje de hacer feliz. Por último, la también embajadora del Proyecto Vamos, recordó que si alguien desease alcanzar algún sueño sólo deberá trazarlo, “para que ese sueño se convierta en meta y que esa meta se convierta en realidad”.

 

(noticiaaldia.com)

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