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¿Será que Almagro no habla de otro tema o será que los periodistas no le preguntan de más nada? ¿O será que el uruguayo es llorón y la mamá-mediática lo pellizca? Sea por lo que sea, si una persona en otro continente hace un análisis de contenido sobre las declaraciones que emite el secretario general de la Organización de Estados Americanos puede arribar a la errónea conclusión de que en el extenso territorio que va de polo a polo, desde Alaska y Groenlandia hasta la Patagonia y la Antártida, el único sitio donde ocurren hechos desagradables, inicuos o dignos de atención internacional es un país llamado Venezuela.

 

No me crea a mí, haga su propia búsqueda en Google y verá que Almagro se mantiene en la cresta de la ola noticiosa actuando como un vocero de la oposición interna y como un operador destacado de la estrategia imperial, interviniendo de manera abierta, incluso en asuntos administrativos venezolanos.

 

En estos últimos días, Almagro ha sonado varias veces. Una de ellas fue cuando dijo que si el Consejo Nacional Electoral no convoca el referendo para este año, “habrá que tomar acciones drásticas”.  En ese episodio en particular lució como una especie de versión interamericana de Chúo Torrealba o de Henrique Capriles, pues estos dos líderes opositores gustan mucho de los discursos tipo madre amenazante: “¡Si no pasas el examen te voy a dar una tremenda pela… ya verás!”

 

Otra de las figuraciones del ex discípulo de Pepe Mujica fue cuando salió abrazado con el presidente no electo de Brasil, Michel Temer, coincidiendo en que en Venezuela la democracia ha sido vulnerada. Con ese gesto, Almagro cohonesta la conjura que montó la pandilla de corruptos de la que Temer es cabeza visible para restaurar el neoliberalismo en Brasil. Y, demostrando que carece por completo de vergüenza política, es con semejante personaje que aparece disertando sobre democracia.

 

Un poco más atrás en el tiempo, el secretario aplaudió la decisión tomada por Brasil, Argentina y Paraguay de excluir a Venezuela del Mercosur, un asunto en el que, diplomáticamente hablando, no tendría por qué terciar el secretario general de la OEA, pues se refiere a un mecanismo de integración de diferente composición y naturaleza. Ya vemos que cuando se trata de atacar a Venezuela, el sujeto no respeta ni siquiera las reglas más elementales de la política internacional.

 

A cada momento, además, Almagro aparece en los medios y redes sociales recibiendo en su despacho, con grandes cordialidades y toma de selfies, a figuras de la oposición venezolana, incluyendo algunos que tienen la categoría de prófugos de los tribunales nacionales. Mientras tanto, los integrantes del Comité de Víctimas de la Guarimba y el Golpe Continuado se han cansado ya de solicitarle audiencias sin que el desfachatado funcionario se digne a recibirlos.

 

Es claro que para Almagro no pasa más nada importante en el hemisferio. Los asesinatos de afrodescendientes por los cuerpos de seguridad de Estados Unidos no ameritan ni siquiera una de esas declaraciones fofas en las que el funcionario se declara “preocupado” y pide “una investigación hasta sus últimas consecuencias”. Si alguien lo interroga al respecto, de seguro evadirá la pregunta o dirá que es un tema interno, que debe ser tramitado por las autoridades de ese país. En cambio, sí suele cuestionar decisiones tomadas por instancias judiciales venezolanas, y hasta exigir que se reviertan de inmediato, como lo fue la reciente detención del abogado Braulio Jatar.

 

La misma actitud alcahueta aplica para los bárbaros casos de violación de derechos humanos que han ocurrido en México, al tiempo que se hace eco de las faranduleras denuncias sobre la operación desnudo que supuestamente le aplican a Leopoldo López en Ramo Verde, diez veces al día.

 

Almagro, en fin, es el sueño dorado del imperio y de la derecha latinoamericana: un custodio de sus intereses, un lacayo perfecto. Por eso es el niño mimado de la maquinaria mediática, que lo mantendrá en primera página siempre y cuando únicamente hable –mal- de Venezuela.

 

(Clodovaldo Hernández / [email protected])