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Hace casi medio siglo que murió el “Che” Guevara, pero el líder revolucionario se mantiene como uno de los personajes más recordados en la fiesta de Todos los Santos, celebración de profundas raíces andinas y católicas en Bolivia.

 

Este año, además, habrá un lugar privilegiado para Hugo Chávez, que algunos bolivianos estiman por su rechazo al “imperialismo estadounidense”.

 

Como cada octubre la Asamblea Legislativa armó una mesa para esperar a los difuntos que al mediodía del martes regresarán para compartir un festín con los vivos. Abundante comida, frutas y bebidas abarrotan el altar y de la pared colgaban retratos de personajes como el “Che”, Chávez, Tupak Katari —líder de rebeliones indígenas en el siglo XVII— y hasta Simón Bolívar, para quienes se pidió una oración por su “eterno descanso”.

 

Esto ocurre porque en Bolivia no hay espacio que se libre de la lucha política y cultural que inició cuando el presidente Evo Morales reconoció en la constitución a la religión andina.

 

Como parte de la celebración las familias armaron sus propias mesas para recibir a sus difuntos en casa, mientras niños y jóvenes salieron el lunes por la noche a recorrer los barrios del sur con vistosos disfraces al estilo Hollywood. 

 

Asimismo, hubo casas del terror en la cada vez más grande celebración de Halloween que incluso llegó a El Alto, ciudad vecina de La Paz y la más indígena por la fuerte migración rural.

 

“En el día de Todos los Santos se han mezclado ritos católicos y andinos y en los últimos años también gana terreno Halloween”, dijo el antropólogo Milton Eyzaguirre.

 

En la región de los Andes la festividad está asociada con la fertilidad de la tierra y coincide con la llegada de las lluvias. Por ello se ofrece pan con forma de niños a los difuntos que tratan de representar la muerte y la vida, explicó Eyzaguierre.

 

En zonas rurales la festividad se ameniza con instrumentos de viento y ritmos alegres. De este modo, dictan las creencias, los difuntos partirán contentos y enviarán lluvias para fertilizar las áridas tierras del altiplano.

 

Por su parte, un colectivo de feministas armó su mesa de difuntos para recordar a las que este año han sido asesinadas en Bolivia, país con una de las más tasas más altas de feminicidio. “No somos almas en pena, somos almas en busca de justicia”, subrayó una leyenda en la mesa. “Ellas no descansan en paz”, dijo una activista.

 

La fiesta cerrará una semana después con un festival de cráneos humanos en el cementerio de La Paz, a donde algunos creyentes llegarán con las calaveras de los seres queridos que guardan en sus casas para recibir la bendición de un cura.

 

(AP)

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