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Ninguna decisión de Emma Watson pasa desapercibida. Esta abanderada del feminismo es embajadora de buena voluntad de ONU Mujeres, promotora de de la campaña por la igualdad de género He for She y constante protagonista de titulares por sus intentos de poner patas arriba un sistema que considera opresor para las mujeres. Su última acción ha sido negarse a usar un corsé para representar a Bella en la película en carne y hueso del clásico de Disney La Bella y la Bestia (estreno previsto en marzo de 2017).

La reivindicación de la artista se suma a otras que se han hecho en la red durante los últimos años en contra de la imagen femenina que ofrece la factoría Disney. En una de estas denuncias artísticas, una dibujante mostrabacómo serían los cuerpos de las princesas si tuvieran un peso saludable, y los resultados eran impresionantes: los primeros personajes con los que se sienten identificadas las niñas ofrecen una imagen totalmente irreal de la anatomía femenina.

 
Sara Ibáñez, psicóloga clínica especialista en trastornos alimenticios en la clínica Campo-Optimage de Barcelona, contó a BUENAVIDA que estas acciones de las famosas por evidenciar la diversidad de cuerpos y denunciar los corsés (reales y metafóricos) a los que se someten las mujeres, «nos ayudan mucho en consulta». Sin embargo, «que a una persona famosa que está claramente en su peso, e incluso delgada, se le cuelgue el sambenito de ‘grande’ o ‘entrada en carnes’, destroza horas de terapia”, considera la terapeuta, denunciando el gran papel que tienen los medios en la imagen que tienen las jóvenes, sobre todo adolescentes (público al que va dirigida esta película principalmente) de sí mismas.

Los riesgos de vivir encorsetadas

El libro La moda de la deformidad que escribió el zoólogo británico William Henry Flower en 1881, recogía ilustraciones de las atrocidades que se cometen con el cuerpo en función de las costumbres típicas de diferentes lugares del mundo. Compartiendo páginas con las reducciones de cabeza de los integrantes de la tribu norteamericana Wallawalla y los huesos ornmentales que atravesaban la nariz de algunos nativos australianos, estaban las barbaridades que provocaban los corsés en la cintura de las mujeres. La Clínica Mayo (EE UU) advierte del riesgo que conlleva usar ropa que oprime el torso (bajo estas líneas, unas radiografías tomadas por el físico alemán Wilhem Rötgen a finales del siglo XIX, donde se muestra la contracción abdominal causada por esta prenda): van desde el desplazamiento de órganos a los problemas digestivos y deformación muscular, pasando por infertilidad, abortos o infecciones, entre otros.

 
Hoy en día tampoco estamos exentos de modas dañinas y la mujer sigue siendo la más afectada. Los zapatos de tacón son el símbolo más evidente de los sacrificios femeninos en pro de la belleza. Son muchos los estudios que relacionan el uso de este calzado con daños en la salud de las portadoras: dolor de talones, artritis y degeneración de las articulaciones o desequilibrio del músculo del tobillo. Pero, más allá de los problemas físicos, llevar tacones a diario impide a la mujer moverse con libertad en cualquier momento, correr o incluso caminar correctamente, un absurdo que, en esta sociedad, tiene consecuencias en el comportamiento tanto de ellas como de los hombres: una investigación de la Universidad de Bretaña (Francia) concluye que los tacones «despiertan en ellos el instinto de ayudar», como respuesta a una errónea imagen de fragilidad. Además de desprenderse del corsé, la Bella de Watson llevará zapatos cómodos, para seguir corriendo con los nuevos tiempos. 

 

(elpais.com)