trumpp-c.jpg

«Lo que tenemos ahora es al presidente electo de Estados Unidos condenando, criticando, rehusando aceptar… la palabra de las instituciones de inteligencia del país, para ponerse del lado de lo que dice el presidente de Rusia».

 

Así describió a la BBC el exjefe de la Agencia Central de Inteligencia (CIA), el general Michael Hayden, la dirección que está tomando la relación entre el republicano Donald Trump y los servicios de inteligencia de EE.UU.

Hayden hacía referencia así al nivel de desconfianza sin precedentes que se está forjando entre el entrante gobierno y los servicios de inteligencia a raíz de la supuesta interferencia de hackers rusos en las elecciones presidenciales del pasado 8 de noviembre, en las que Trump resultó electo.

 

Esos servicios, que incluyen a la CIA, la Agencia de Seguridad Nacional (NSA) y a la Oficina Federal de Inteligencia (FBI, por sus siglas en inglés), aseguran que Rusia actuó de forma encubierta en las elecciones presidenciales, con el objetivo de influir en los electores para que éstos apoyaran al republicano Donald Trump y dañar así la campaña presidencial de la demócrata Hillary Clinton.

 

Rusia «intervino en las elecciones para promover la victoria de Donald Trump», dicen agencias de inteligencia de EE.UU.
No sólo eso, también dicen tener «certeza» de que los hackers rusos necesariamente tuvieron el visto bueno del presidente Vladimir Putin.

 

El Kremlin ha negado haberse entrometido y ha tachado las acusaciones de «tonterías».

 

 

Más preocupante, desde el punto de vista de los organismos de inteligencia, es el rechazo público de Donald Trump, quien tildó las denuncias de la CIA de «ridículas».

 

Al mismo tiempo, Trump se negó a recibir los informes diarios de inteligencia -una práctica establecida para un presidente-, alegando que es «una persona lista» y que no los necesita.

 

Y los profesionales y expertos en el campo de inteligencia ven con preocupación que esto pueda convertirse en un patrón.

 

«Cuando el equipo de transición de Trump se refiere a ello (la acusación de hackeo), lo toman como si fuera un asunto en contra de ellos y de su legitimidad», dijo el general Michael Hayden a la BBC.

 

«No tiene nada que ver con ellos, tiene que ver nosotros y nuestros procesos políticos. Así que ese es un gran problema inmediato».

 

Complicada relación

 

La relación entre la CIA -y ahora la llamada comunidad de inteligencia- y el presidente de EE.UU. ha variado durante la historia.

 

Y es que algunas veces ha sido armoniosa, y otras completamente disfuncional.

 

Después de la Segunda Guerra Mundial, Harry Truman creó la agencia central e instituyó los informes diarios porque, cuando asumió el cargo tras la muerte de Franklin Roosevelt, se sentía casi completamente ignorante en asuntos de inteligencia.

 

 

Su sucesor, Dwight Eisenhower, un exmilitar, conocía muy bien el valor de la inteligencia y lo ayudó en su rivalidad con la entonces Unión Soviética.

 

Décadas después, con George Bush padre como exdirector de la CIA, la relación era prácticamente un matrimonio.

 

No fue así con su hijo George W. Bush, a quien la CIA acusó de manipular la información de inteligencia para justificar su invasión de Irak.

 

Pero años antes existieron grandes sospechas mutuas entre el presidente John Kennedy y la agencia secreta, tanto en la asignación de la culpa por la fallida invasión de Cuba en 1961 como por los intentos de acercamiento de Kennedy con el líder soviético Nikita Khrushchev y a la normalización de relaciones con Fidel Castro.

 

Tal vez la relación más ambigua entre un presidente y la CIA se dio con Richard Nixon, quien siempre creyó que la agencia intervino en las elecciones de 1960 que perdió contra John Kennedy.

 

Sin embargo, Nixon no rehuía a las posibilidades de utilizar a la agencia secreta y allegados para sus propios planes. Varios de los ladrones que entraron ilegalmente en las oficinas del Partido Demócrata en el hotel Watergate eran exagentes de inteligencia. Finalmente fue la comunidad de inteligencia, la que señaló a Nixon para que se le siguiera un juicio político por el escándalo.

 

Afinidad y amistad

 

Ahora, sin embargo, a poco más de un mes de la investidura de Donal Trump, hay una gran preocupación en las huestes de la inteligencia por la afinidad, si no amistad, del nuevo mandatario estadounidense con Vladimir Putin.

 

 

La reticencia de Trump de criticar al presidente ruso es problemática, porque los reportes de inteligencia indican que hay una buena cantidad de evidencia disponible contra que él y sus acciones.

 

«Pero Trump no se toma la molestia de revisarla, mientras que no pierde oportunidad de criticar a los servicios de inteligencia», declaró el general Haydon.

 

«No quiere aceptar lo que sus propios servicios de inteligencia le están diciendo, sobre todo porque lo que dicen está muy bien apoyado dentro de toda la comunidad de inteligencia».

 

El exdirector de la CIA dijo que no hay discusión que los rusos realizaron un operativo encubierto «para influir en la campaña por lo menos para fastidiarnos».

 

Todavía hay que resolver si eso cambió el resultado de las elecciones, señaló Hayden, pero lo ocurrido es bastante grave, dijo.

 

Para él la más grande repercusión será a más largo plazo, debido a que el sistema estadounidense le otorga mucha autoridad al presidente en cómo conducir la política extranjera y de seguridad.

 

Trump se ha declarado prácticamente autosuficiente en ese aspecto, declarando que es «una persona lista» que no necesita los informe diarios de inteligencia.

 

«El presidente electo parece tener confianza ilimitada en su propia intuición y en sus propias presunciones a priori de cómo funciona el mundo», y no presta atención a lo que podría decirle los servicios de inteligencia «que están para ayudarle», observó el general Haydon a la BBC.

 

«Cuando los hechos no se ajustan a su manera de ver el mundo, él ignora los hechos», recalcó. «Más preocupante sería que eso se volviera el patrón de la nueva administración».

 

«Dentro de la cabeza del presidente»

 

Sin embargo, Hayden reconoce que mucha de la responsabilidad de establecer una relación no sólo recae sobre el presidente sino que también es menester de los funcionarios de la CIA de «meterse dentro de la cabeza del ejecutivo».

 

 

Eso es más fácil hacerlo cuando el mandatario está dispuesto, aunque eso no se lo más importante, declaró.

 

«Es el trabajo de los que manejan los hechos llevarle esa perspectiva del mundo al presidente, siendo perfectamente conscientes de que él sigue siendo el que toma las decisiones».

 

La cuestión es cómo y por quién estarán influenciadas esas decisiones.

 

Según el exdirector de la CIA, el supuesto hacking de Rusia es «una de las acciones encubiertas más exitosas en la historia de los programas de influencia encubierta».

 

«Como mínimo, lo que tenemos en la actualidad, es al presidente electo de Estados Unidos condenando, criticando, rehusando aceptar -escoja usted- la palabra de las instituciones de inteligencia del país, para ponerse del lado de lo que dice el presidente de Rusia».

 

(BBC Mundo)