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Un exdirector de la DEA, con el acre cinismo gringo, construyó una frase que no le llega a las de Ambrose Bierce, el “Gringo Viejo” de Carlos Fuentes, pero lo intenta: “La de las drogas –dijo alucinado– es la guerra que todo el mundo quiere dar y nadie quiere ganar”. En ese negocio está el imperio estadounidense desde que descubrió que es más rentable que el petróleo, con el valor agregado de que permite entronizar o tumbar gobiernos en cualquier parte del mundo.

 

Hijo de víbora nace picando. La madre patria de los narcoyanquis, con la reina Victoria como una especie de Pablo Escobar con cetro y corona, impuso a los chinos el consumo de opio a sangre y fuego. Otros imperios narco coloniales siguieron la ruta opiácea del Reino Unido contra la milenaria China: Francia y Portugal. Años después, con moral victoriana, perseguían en sus países a sus propios drogadictos. En este aspecto, Estados Unidos es más laxo y se hace la vista gorda con sus 22 millones de consumidores, mercado que tiene un promisorio crecimiento de 8% interanual.

 

El imperio yanqui, que se arroga la potestad de certificar qué personas y países son o no narcotraficantes, financió la guerra contra la Nicaragua sandinista con el tráfico de armas y drogas perpetrado por la CIA, en sociedad con los carteles de Medellín y Guadalajara. La central de inteligencia americana se asoció directamente con capos del prontuario de Pablo Escobar, Rodríguez Gacha, Caro Quintero y Matta-Ballesteros para introducir droga en EEUU y, con su venta, financiar a la “contra” nicaragüense. En esto también participó el general panameño Manuel Noriega. Después el mismo gobierno gringo a todos los cazó como conejos.

 

Este es el país que hoy arremete contra Venezuela, como lo viene haciendo desde que el comandante Hugo Chávez ganó la Presidencia en 1998. Su “justicia”, esa que mantuvo 33 años en prisión a López Rivera por reclamar la independencia de Puerto Rico; la que envió a la horca a los líderes obreros Sacco y Vanzetti; la que encarceló a la luchadora afroamericana Angela Davis, esa es la “justicia” que hoy ataca al vicepresidente de Venezuela, Tareck El Aissami, con el aplauso de la babeante derecha venezolana. Sí, escribí babeante.

 

(UN / Earle Herrera)