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Hay quien asegura que el gobierno de Nicolás Maduro no ha cumplido con la misión de defender el legado del comandante Hugo Chávez. Pero casi siempre, los planteamientos son poco concretos, muy aéreos. No es el caso del profesor José Manuel Rodríguez, quien tiene un cuestionamiento muy específico: No se está atendiendo el encargo hecho por el fallecido líder de la Revolución Bolivariana y que se resume en el grito “Comuna o nada” que pronunció en su último discurso público, el 8 de diciembre de 2012, la misma dramática alocución en la que pidió al pueblo elegir a Maduro, si él llegase a faltar.

 

Rodríguez nació en Tenerife, Islas Canarias, en 1944, pero llegó muy niño a Venezuela, y tuvo una puerta de entrada que a muchos les parecerá insólita: Caripito, una población ubicada tierra adentro en el estado Monagas, pero que tiene en sus cercanías un puerto fluvial para barcos petroleros,  aprovechando la amplitud y el caudal del río San Juan. “Por eso, cuando me preguntan, digo que soy de Caripito”, bromea.

 

Arquitecto de formación, ex viceministro de Cultura, ex presidente del Instituto de Patrimonio Cultural, profesor universitario y analista político de gran agudeza, se hace sentir en breves y contundentes textos que suele enviar por correo electrónico.

 

A continuación, una versión del diálogo que sostuvo, para LaIguana.TV, con el periodista Clodovaldo Hernández.

 

-Si juzgamos por el impulso a las comunas, ¿habría que decir que la última voluntad de Chávez no se está cumpliendo?

 

-Chávez logró algo que culminó con la propuesta de las comunas, que es lo realmente sólido de su visión política. El gran legado de Chávez es la idea de la comuna, y por eso es que cuando está muriéndose, y todos lo sabíamos, da ese grito de “¡comuna o nada!”. Él sabía que esa idea central del socialismo que postulaba había tenido poco desarrollo por culpa de la oposición interna, de sus propios aliados.

 

-¿Cómo se expresó esa oposición interna?

 

-Él irrumpió en la política con una propuesta eminentemente socialista, pero, sin decirlo, trató de marcar distancia con las experiencias negativas que se habían vivido en otros procesos, como los de la Unión Soviética. Su planteamiento era profundizar la democracia, que era aquella vieja tesis por la que luchó Alfredo Maneiro. La democracia participativa y protagónica es eso. No es que quisiera ocultar lo malo del socialismo, sino que pretendía perfeccionar la democracia, ir más allá del sentido que el capitalismo le da a la democracia: una cosa para elegir representantes y dirimir conflictos. Chávez avanza luego mucho más en esa dirección, cuando propone en 2007 aquello de la Nueva Geometría del Poder, que fue derrotada no tanto porque la oposición haya logrado la mayoría, sino porque buena parte del funcionariato estadal y municipal supuestamente revolucionario, le dio la espalda.

 

-¿Por qué lo hicieron?

 

-Entendieron que eso ponía en juego su cuota de poder. Además, la tesis de la Nueva Geometría del Poder contrariaba esa vieja visión del tutelaje, según la cual el pueblo no está en capacidad de resolver sus problemas y, por lo tanto, debe ser tutelado. La propuesta de Chávez iba a tener una consecuencia drástica, iba a cambiar una estructura que venía de la colonia, cuando se dividió el territorio para conquistarlo y explotarlo, y que luego fue heredada tal cual por la oligarquía nacional en la era republicana.

 

Lo que pudo haber sido

 

Rodríguez, profesor de posgrado en la Universidad Bolivariana de Venezuela, saca a relucir un mini-libro. No es el ejemplar azul de la Constitución Nacional que se hizo célebre en las manos del comandante Chávez, sino uno parecido, de color rojo, que contiene el fallido proyecto de reforma de 2007. “Siempre les digo a mis estudiantes que se lean el artículo 16, en el que se señala que la unidad política primaria de la organización territorial sería la ciudad. Eso fue algo que me dejó boquiabierto cuando lo leí por primera vez. Soy arquitecto y por años había sostenido que la ciudad es el centro de la sociedad, la razón de los ciudadanos, el escenario de la lucha de clases, el hecho cultural más significativo de la humanidad, después del lenguaje. En ese artículo se añadía que la ciudad estaba formada por áreas denominadas comunas, que serían las células sociales del territorio. Además se preveía cómo serían las formas de autogobierno de esas comunas”.

 

-La mayoría del electorado en 2007 rechazó la reforma de la Constitución, con esa idea de la comuna incluida. Eso lleva a muchas personas, opositores y chavistas, a decir que no debió insistirse en esa línea. ¿Cómo defender ese empeño de continuarla?

 

-El asunto comunal es una cadena. Primero están los consejos comunales y las comunas, que están amparados por una doctrina jurídica, con las leyes del Poder Popular que se aprobaron. De hecho, están funcionando. El tercer eslabón era la ciudad comunal, que estaba planteada en la reforma constitucional. Y seguramente Chávez tenía en mente una cuarta fase, que era una Asamblea Nacional Comunal, en la que estarían los voceros de un parlamento masivo, democrático. En estos dos últimos eslabones, no hay nada qué hacer, por la derrota de la reforma en 2007, pero los consejos comunales y las comunas tienen su sustento jurídico, de modo que modo que ese no es argumento para frenarlas.

 

-¿Qué se ha logrado en ese aspecto de consejos comunales  comunas?

 

-La última vez que revisé la página web del Ministerio de Comunas hablaba de 1836 comunas registradas. Si consideramos que las comunas son agregaciones de consejos comunales en un número que va entre 12 y 15, y cada consejo comunal integra entre 200 y 400 familias, una comuna reúne entre 1400 y 1500 familias. Si de las 1836 comunas, en realidad hay 1000 bien montadas, podemos calcular que hay 15 millones de personas en comunas, organizadas por sí mismas, trabajando por su propia cuenta, comunicándose directamente con el resto de sus vecinos. Yo sé que en esa situación no estarán los 15 millones, pero sí una buena parte. Esa magnitud de población organizada no la maneja ningún otro organismo nacional o social tiene. Es una fuerza gigantesca y no se queda en el reclamo de reivindicaciones y obras para las comunidades, sino que la comuna asume un rol estratégico, que es el de la producción. Son organizaciones para producir. Allí es donde ha faltado desarrollo. No voy a decir que hay una lucha para frenar el avance en el aspecto productivo, pero, efectivamente, esa visión del pueblo como un ente necesitado de tutela, hace que ese enfoque se deje de lado y se prefiera formar organizaciones como los CLAP (Comités Locales de Abastecimiento y Producción) donde están las UBCh (Unidades de Batalla Bolívar-Chávez), que son del partido; donde está el Frente Francisco de Miranda, que está formado por cuadros del partido. Quiero que se entienda que no juzgo ni a las UBCh ni al Frente por ser del PSUV. Lo que digo es que poner esa estructura bajo control del partido es una manera de mantener la visión tutelar.

 

-¿Los CLAP, según su punto de vista, van en dirección contraria al desarrollo de las comunas?

 

-Los CLAP son un programa para la emergencia. Se necesitan porque ciertamente estamos en medio de una guerra, que no solo es económica, sino una guerra total, económica, diplomática, cultural, en la que solo falta la invasión militar. Los CLAP son un mecanismo que puede ser de gran ayuda para llevarle a la gente la comida, pero no debería pensarse en ellos como el camino, como se entiende que lo cree Maduro, pues dijo “Todo el poder para los CLAP”.

 

-¿En qué aspectos se nota la falta de voluntad política para impulsar las comunas?

 

-Uno habla con los comuneros y le cuentan las enormes dificultades que tienen hasta para ser registrados debidamente. No hay ninguna intención de transferirles las empresas estatales o sociales que no están funcionando. En Anzoátegui, únicamente, hay nueve plantas procesadoras de harina de maíz precocida sin funcionar, que son del Estado. Las comunas de Valle de Guanape y Bergantín han estado luchando para que les transfieran esas empresas, pero no se ha hecho. Eso no es un problema de dificultades burocráticas, sino una evidencia de que no se cree en las comunas.

 

Observatorios comunales

 

Preguntamos a José Manuel Rodríguez si ese respetable número de consejos comunales y comunas reflejan de verdad un desarrollo de la idea-fuerza del Poder Popular o si algunas de esas organizaciones son fachadas para obtener prebendas y ejercer control político. Responde que en la actualidad se está montando un mecanismo denominado Observatorios Comunales, con apoyo de figuras importantes de la Revolución, como Wilmar Castro Soteldo y de instituciones como el Banco Bicentenario. “La idea es revisar cuántas son las comunas realmente, qué están produciendo y qué necesitan para ampliar su producción. Estimamos que actualmente hay 100 comunas productivas, de esas 1836 que el ministerio ha registrado. Pero las que no están produciendo es porque no se les ha apoyado suficientemente”.

 

Rodríguez señala que el respaldo no debe salir solamente del Ejecutivo, sino también de muchas instituciones y organizaciones, como las universidades nacionales, que tienen capacidad para brindar asesoría técnica. “Una parte de los funcionarios de organismos públicos pueden ser transferidos a las comunas para poner en marcha la producción. No hay que perder de vista que la comuna implica un cambio en el modo de producción y que para lograr que ese nuevo modo termine de nacer, y el viejo termine de nacer, hay que trabajar, hay que impulsar el cambio, pues no se va a producir espontáneamente”.

 

-¿La conciliación con los sectores empresariales tradicionales puede ir paralelamente a esa política de desarrollo de la economía comunal?

 

-Si algún alto funcionario del gobierno cree que ese empresariado, en algún momento, va a congeniar con una idea nacionalista y, por tanto, se va a convertir en algo que nunca ha existido, una burguesía nacional, ese funcionario está bien despistado, para no decir algo peor.

 

La corrupción del Poder Popular

 

Interrogamos al entrevistado acerca de los brotes de corrupción que se observan en los niveles del Poder Popular (consejos comunales, comunas, CLAP), y que resultan ser muy similares a los que se expresan en los organismos tradicionales del poder público. “La historia venezolana, como la describía José Ignacio Cabrujas, es la historia del campamento minero, desde que llegaron los conquistadores hasta el día de hoy. Siempre se trata de tomar el territorio, extraerle la riqueza y arrancar a correr. Eso se ha repetido en toda nuestra experiencia republicana, en todos los gobiernos que hemos tenido, incluyendo este. Ahora, si la corrupción gubernamental, o al menos la desidia de los gobiernos frente a ella es algo evidente, ¿por qué el pueblo no va a actuar de la misma manera?”.

 

Rodríguez afirma que, pese a ser comunista, no es de los que santifican al pueblo y dicen que no tiene defectos. “Hay una cultura de la viveza, de ver cómo me enriquezco rápidamente, cómo aprovecho la oportunidad sin tanto trabajo. Eso ha influido en la deformación del sentido del Poder Popular, pues en lugar de trabajar con la gente, con la organización social, con la profundización de la democracia, ha privado el mismo concepto del tutelaje, de ver cómo logramos que nos ayuden y dame acá mi cosa, lo que me corresponde. No basta que un pueblo esté organizado en comunas para que deje de actuar así. Por eso se requiere un trabajo más allá de lo técnico, que vaya a lo cultural, a la formación de la conciencia y que sancione severamente las desviaciones”.

 

-Ese modo de producción colectivizado y solidario que está en el ideal de la comuna, ¿tiene cabida en un mundo globalizado donde hasta la potencia que podría ser referencia, China, es ultracapitalista?

 

-Yo creo, y Chávez lo decía, que este es un proceso largo, de por lo menos 30 años y hasta podría tardar 50. Una de esas viejas citas de Mao decía que para construir lo nuevo hay que limpiar lo viejo. Es una tarea larga. Hay que trabajar en muchos aspectos culturales, una labor que aquí no se ha hecho nunca. Lo triste es que ese trabajo no se está haciendo ni hay el menor interés de hacerlo, salvo gente individual. El caso chino es complejo. Yo he sido un seguidor de ese proceso e, inclusive, estuve una vez allá. China tiene un mercado abierto para lo que ellos llaman la industria ligera, pero la industria pesada, estratégica, es del Estado; la agricultura, todo lo que se produce para comer, está en manos de 160 mil comunas; y el ejército es de Partido Comunista. Ellos dicen que de esa manera no hay forma de que a China le quiten el socialismo. Claro que los objetivos son distintos: nosotros queremos vivir en paz; China aspira a ser potencia en el mundo.

 

-Usted ha afirmado en sus artículos que un conciliábulo de altos funcionarios del gobierno y el partido decidieron expresamente no cumplir con el mandato de “comuna o nada” del presidente Chávez. ¿Qué percepción tiene, concretamente, de la postura al respecto del presidente Maduro?

 

-Estoy convencido de que no cree en eso, o no le gusta, porque quizá no es un problema de creer o no. Él mantiene una especie de ambigüedad, que es producto de la intención de no enfrentarse a aquella orden de Chávez porque sabe que tiene un enorme peso. Cuando constituyó los CLAP, dijo que “ahí están los consejos comunales”, pero, claro, están tutelados por el partido. Entonces, yo creo que hay una oposición a la visión de Chávez de avanzar hacia el socialismo como profundización de la democracia. Pero no solamente hay oposición a esa visión, sino que hay medidas destinadas a liquidarla. Lo más asombroso es esa declaración de Maduro de “todo el poder para los CLAP”. Eso define claramente cuál es su vía: la del partido dirigiendo al poder popular. Y lo más peligroso de eso es que no se trata de un partido como el de China, con un jefe supremo, sino que estamos en una realidad en la que, en cualquier elección nos sacan de aquí y tenemos que asilarnos.

 

-Haciendo un gran balance de ese proceso con el Poder Popular, ¿puede decirse que ha habido una Revolución en Venezuela?  ¿Hoy por hoy, seguimos avanzando, nos estancamos o estamos devolviéndonos?

 

-El proceso que Chávez inició es un proceso revolucionario, incluso desde antes de que él se declarara marxista. La sola profundización de la democracia fue un logro. Y no se trataba solamente de consignas, sino que él empujó ese proceso, hasta el cansancio. Siempre recuerdo cuando él le preguntaba a sus ministros, públicamente, “¿dónde están las comunas en este proyecto?”. Era embarazoso, pues los ministros lo que hacían era tomar notas, como si estuvieran escribiendo la frase “Debo incorporar a las comunas en este proyecto”. Los del Punto y círculo era un empeño de él, pero nunca funcionó. El gran logro revolucionario de Chávez fue la inclusión social. Solo por eso, incluso sin el impulso a las comunas, él pasa a la historia.

 

-Usted advertía sobre el riesgo de salir del poder. ¿Qué pasaría en tal situación con esas 100 comunas productivas o con las 1800 registradas, con ese Poder Popular que, a pesar de todo, ha logrado organizarse?

 

-Yo creo que van a resistir. Una enorme cantidad de comuneros, de revolucionarios, que se van a plantar firmemente y si los quieren eliminar van a tener que pasarles por encima. No va a ser fácil, sobre todo si el cambio es electoral. Otra cosa puede pasar si hay un golpe de Estado, un Pinochet, una invasión. No van a poder acabar mediante un decreto con estas estructuras. Habrá mucha resistencia dentro de los cánones democráticos para evitar ese retroceso. Claro que lo mejor sería evitar que eso llegue a ocurrir, pero lamentablemente no se ven señales en ese sentido. Lo que vemos es un enfoque superficial, como si el asunto clave fuera ganar unas elecciones. No puede ser que la campaña, en lugar de ser cultural, sea publicitaria, con clichés y consignas, asumiendo que la gente lo único que hacer es ver televisión y recibir mensajes. Además, por esa vía también pueden derrotarnos porque tienen muchos más recursos y medios a escala mundial.

 

(Clodovaldo Hernández / [email protected])