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El 16 de mayo de 1825 encontrándose en Lima, capital del Perú, el Libertador Simón Bolívar decreta la convocatoria a la Asamblea General del Alto Perú (Bolivia), confirmando la previa convocatoria que en enero de ese año había formulado el general Antonio José de Sucre, para que dichas provincias decidiesen su destino político.

 

Los pasos de Sucre

 

El general Antonio José de Sucre, quien el 9 de diciembre de 1824 había derrotado en Ayacucho al ejército del virrey José de La Serna y asegurado así la emancipación del Perú, avanzó hacia el Cuzco, y de allí al Desaguadero, penetrando a la actual Bolivia, cuyas provincias por entonces constituían el Alto Perú.

 

El 8 de enero, próximo a salir del Cuzco, Sucre escribe a Bolívar, planteándole dificultades que escapaban al ámbito propiamente militar y que surgían de la nueva situación configurada con la victoria de Ayacucho. “He pedido a Ud -le dice- instrucciones (…) pues tenemos que trabajar en un país que no es el Perú, ni parece que quiere ser sino de sí mismo”.

 

Inicial desaveniencia

 

Antonio José de Sucre había tomado la medida medida preliminar de convocar una Asamblea General de las Provincias del Alto Perú, para que decidiesen su suerte política, en el entendido que dicha medida contaría con el beneplácito del Libertador. Sin embargo, las distancias y dificultades para el correo por canales confiables en la época hicieron que un asunto en el que ambos héroes debían tener perfecta unidad de criterios desde el comienzo, fuese centro de una de las escasas discrepancias que Bolívar manifestara con su gallardo discípulo.

 

Así le recrimina “…llamando Ud estas provincias a ejercer su soberanía las separa de hecho de las demás provincias del Río de la Plata (…) Ud logrará con dicha medida la desaprobación del Río de la Plata, del Perú y la Gran Colombia” [Lima, 21 de febrero 1825].

 

Solución

 

Sin embargo, ni Sucre ni el propio Libertador Simón Bolívar habían calibrado con exactitud el impacto producido por el triunfo de sus armas en Ayacucho, y que convertiría a Bolívar -al menos por los siguientes dos años- en árbitro de la política a escala continental. Así, por este tiempo, las oligarquías limeñas y bonaerenses, ambas necesitadas -aunque por razones distintas- del prestigio y jefatura del Libertador dieron su consentimiento para que el Alto Perú deliberase y definiese su destino político.

 

En todo caso, las grietas que separaban el proyecto bolivariano y sucrista -entonces retraídas por el fulgor de gloria de quienes aparecían ante las élites territoriales, como césares invictos-, aflorarían a partir de 1827, llevando a la desintegración de los proyectos anfictiónicos trazados por el Libertador.

 

La Convocatoria

 

El día 14 de mayo de 1825 el Libertador se enteró de la posición asumida del Gobierno del Río de la Plata respecto a esta cuestión, que dispuso colocar “esas provincias [el Alto Perú) en estado de decidir sus intereses y gobierno” [Blanco y Azpurúa, Tomo 9, pág 737]. Así, contando con el beneplácito de Buenos Aires y Lima -ambas, capitales de los antiguos virreinatos que pretendían la posesión del Alto Perú-, el Libertador procede, mediante decreto del 16 de mayo de 1825, a confirmar la inicial convocatoria a la Asamblea General altoperuana que con carácter constituyente, había formulado el General en Jefe, y ahora Gran Mariscal de Ayacucho, Antonio José de Sucre.

 

De ese modo Bolívar da plena libertad a los altoperuanos “para que expresen libremente su voluntad (…) Las provincias se reunirán conforme al decreto del Gran Mariscal de Ayacucho en una Asamblea General”. Los altoperuanos retribuirían inmortalizando su nombre, con la República de Bolívar inicialmente, que dos meses después pasa a ser Bolivia.

 

(CO)