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Ha pasado más de un mes de su asesinato, y el caso de Luis Alberto Márquez está estacionado en el mismo lugar de partida. Los testigos no quieren declarar “porque la Fiscalía de Mérida está llena de escuálidos” y temen represalias. Márquez a quien apodaban “Tomatico”, es uno de tantos muertos que no cayó víctima de la represión del gobierno, sino del odio y la irracionalidad de opositores radicalizados.

 

Rosa Márquez estuvo esta semana en Caracas, compartiendo sus penas y su reclamo de justicia con otros familiares de víctimas de la ola de violencia política. Ella es hermana de Luis Alberto, a quien un francotirador le dio un disparo en la cabeza.

 

“Fue una bala de paz”, dice la señora Rosa, con una triste ironía reflejada en su cantarín acento merideño. Hace referencia así al hecho de que los opositores constantemente proclaman que sus protestas son pacíficas, a pesar de que pululan las evidencias de lo contrario.

 

Agregando injuria al insulto, la familia Márquez ha visto como el nombre de su deudo aparece en la lista de manifestantes opositores que ha caído, supuestamente como víctimas de la violencia gubernamental.

 

La verdad es que Luis Alberto Márquez era revolucionario. Y la verdad es que su asesino no estaba entre los guardias o policías, sino que disparó desde un edificio residencial en la zona del Viaducto, uno de los enclaves de la autodenominada “resistencia”. Quien pasa por allí cuando esas personas están protestando, ha de atenerse a las consecuencias.

 

“Esa gente está tan enferma que aplauden a los encapuchados cuando bajan a los pasajeros de las busetas, queman carros y motos, hacen correr a los dueños, les dicen ‘¡Váyase de aquí y si no, lo quemamos a usted también…’ Una cosa de locos”, comenta Rosa, quien ahora ha debido asumir la crianza de sus tres sobrinos, de apenas 10, 8 y 5 años.

 

Celeridad en unos casos, lentitud en otros

 

En la reunión sostenida en Caracas por el grupo de familiares se puso en evidencia un factor común: las investigaciones por parte del Ministerio Público, en los casos en los que los presuntos responsables son manifestantes opositores, no parecen avanzar. En eso se aprecia una diferencia con respecto a los casos en los que los señalados son funcionarios de cuerpos de seguridad, varios de los cuales ya han traspasado la fase de imputación.

 

“A nosotros no nos han llamado. Solamente hubo una reunión en la que estábamos familiares de varias víctimas y nos dieron a entender que lleváramos testigos. Nosotros hablamos con varias personas que vieron a mi hermano caer, pero nos dijeron: ‘Somos como hermanos y queríamos mucho a Tomatico, pero no vamos a declarar porque la Fiscalía está llena de puros escuálidos y hasta nos pueden dejar presos a nosotros, amenazarnos o hacernos seguimiento’”.

 

Tras regresar de la capital, Rosa y su otro hermano se disponían a ir de nuevo a la sede regional del Ministerio Público, para ponerse al tanto de lo que han investigado hasta ahora. Ella cree, sin embargo, que la única forma de lograr avances es mediante la denuncia internacional. “Pensamos que estos casos deben ser presentados en el extranjero, por ejemplo, en una reunión que habrá en Cancún (la próxima Asamblea General de la Organización de Estados Americanos, será entre el 19 y el 21 de junio). Yo sé que con eso, mi hermano no va a revivir, pero es importante que se sepa la verdad, para que dejen de hablar tan mal del gobierno de Venezuela”.

 

Asesinado y rechazado por la ULA

 

A Rosa Márquez se le quiebra la voz cuando relata el día de la muerte de su hermano, a finales de abril. “Él se quedó esa noche en mi apartamento, porque vivía lejos. Se tomó un poquito de café y se comió un pedacito de arepa y salió. En el día llamó y dijo que estaba por la plaza Bolívar… parece que lo hubiera hecho para despedirse porque al rato nos llamaron para decirnos que estaba grave en el hospital. Fue una odisea llegar hasta allá porque esto estaba tomado, no había carros ni motos y, para colmo, cuando tratábamos de avanzar a pie nos querían cerrar el paso, nos decían que nos uniéramos a la lucha de Venezuela… Finalmente, pudimos llegar y nos dijeron que no había nada qué hacer porque el balazo lo tenía en la cabeza”.

 

De acuerdo a lo que les contaron los testigos a los integrantes de la familia Márquez, la emboscada en la zona fue de tal magnitud que pudo haber ocurrido una masacre de grandes proporciones. Pese al poder de fuego demostrado por quienes estaban atrincherados en los edificios cercanos al Viaducto, las autoridades no hicieron allanamientos sino hasta 48 horas después de los hechos. “Estaban esperando la orden de Caracas”, dice Rosa Márquez. “Por supuesto, cuando entraron, no encontraron nada”.

 

Los familiares y amigos de Luis Alberto Márquez querían que fuera velado en la Universidad de Los Andes, entidad para la que trabajó por espacio de 23 años. Pero el rectorado, otro factor muy activo de la oposición en Mérida, negó el permiso. El funeral se realizó en la gobernación.

 

Necesidad de organizarse

 

Después de conocer a otras personas en su misma situación y a integrantes del Comité de Víctimas de la Guarimba y el Golpe Continuado (de 2014), Rosa Márquez está convencida de que es necesario organizarse. “En eso quedamos con la gente que acudió. Yo les hablé, les dije que tenemos que organizarnos porque no es igual ir uno por uno ante las autoridades, que ir como una fundación o una asociación. Me traje los números de las cédulas y acá hay un abogado que nos va a ayudar con los documentos. Son muchos casos y cada familia tiene sus necesidades”.

 

Explicó que el propósito de las personas reunidas hasta ahora es que se haga justicia, no cobrar venganza. “A pesar de lo que nos han hecho, matarnos a nuestros familiares, en nosotros no hay odio porque nuestro Chavito no nos enseñó eso. Seguimos con la humildad, la sencillez y la responsabilidad de nuestro líder”.

 

Aseguró que los revolucionarios de Mérida siempre se han esforzado por lograr que los beneficios de las políticas gubernamentales lleguen a todos los estratos sociales y sectores políticos. “Nosotros les tocamos el timbre para hacer el censo, para llevarles el CLAP, ¿qué le parece?, y luego nos amenazan, nos trancan las avenidas, nos cortan los árboles… Eso ha sido un desastre acá… No es toda Mérida, en algunas partes, pero hacen mucho daño, ya no se puede salir al trabajo ni llevar los niños a clase, es un desastre total”.

 

(Clodovaldo Hernández / [email protected])