La guerra económica, las conspiraciones de la oligarquía y las deslealtades no son fenómenos  nuevos. Cada vez que el país ha dado un paso hacia su independencia y soberanía han aparecido estas manifestaciones de la reacción.

 

Lo afirma Erick Rodríguez, exministro de Salud, médico, estudioso del comportamiento humano, a quien le gusta que lo identifiquen como “investigador y analista social”.

 

Rodríguez (Caripito, 1949), en conversación con  LaIguana.TV, hizo una retrospectiva de la respuesta que han tenido los sectores dominantes, aliados a poderes hegemónicos extranjeros, ante los movimientos liberadores.

 

A continuación, una versión del diálogo sostenido por Rodríguez con el periodista Clodovaldo Hernández

 

-¿Lo que está pasando actualmente en Venezuela: guerra económica e insurrección de las clase medias y altas con el apoyo de algunos sectores dominados, es algo inédito o ya ha pasado.

 

-Ha pasado prácticamente cada vez que ha habido una decisión hacia la independencia y la soberanía. Podemos remontarnos hasta la batalla de Maracapana, en julio de 1567, cuando finalmente, el imperio español logró entrar al valle de Caracas. Ello se debió a un acto de deslealtad y traición. Eso es importante verlo, para analizar la sociodinamia de la convicción. Cuando tienes un proyecto en la vida y lo abrazas debes ser consecuente con ello aun en los peores momentos. Tienes que estar preparado lo mejor posible para atravesar el desierto sin un vaso de agua en la mano. Haciendo un salto, cuando nuestros libertadores deciden iniciar el proceso de 1810, de inmediato empieza un proceso conspirativo. Es la conspiración llamada de los hermanos Linares, Francisco, Manuel y José. Allí aparecen el marqués de Casa de León, el arzobispo (Narciso) Coll y Prat y Antonio Fernández de León, que era un señor que aparecía para acá y para allá, porque desde entonces ha existido también el oportunismo, la mimetización. Eso siempre tenemos que considerarlo: los “mimetopitecus”, los “paracaídapitecus” siempre aparecen en estos procesos que son dialécticos.

 

Rodríguez refiere que otro de aquellos primeros conspiradores contra el movimiento independentista fue Antonio de la Mata Guzmán, el padre de Antonio Leocadio Guzmán y abuelo de Antonio Guzmán Blanco, sobre cuyo ingreso al Panteón Nacional el entrevistado tiene serias objeciones. Todos los participantes en esas acciones fueron hechos prisioneros y llevados al cuartel San Felipe, de Puerto Cabello.

 

Continuando con las acciones contrarrevolucionarias, cita lo siguiente:

 

-En julio 1811 se produjo la Insurrección de los Isleños. Ocurrió en la Sabana del Teque, detrás del cuartel San Carlos. Estos señores escondieron los alimentos…

 

-¿Era el antecedente de la guerra económica?

 

-Ajá, cada vez que había una gesta libertadora ocurría algo así. Este grupo lo integraban unos blancos criollos “soplapote”, había vascos, catalanes y los canarios, que eran los que tenían el control de los depósitos. La población fue hasta allá y tuvo que sacar los alimentos a palo y piedra. Casi simultáneamente ocurre la Insurrección de Valencia… Además, Sebastián Francisco de Miranda, a quien se le habían otorgado poderes extraordinarios, se va a conseguir, entre julio y agosto, con que desaparecen de Caracas las monedas que eran troqueladas en México. Ese es otro de los saboteos. Cuando a Miranda le aprueban que emita un millón de pesos en billetes, porque era más rápido, ocurre un proceso inflacionario. Voy a mencionar solo dos productos: la carne costaba cuatro reales y pasó a costar 48 reales cuando empezaron a circular los billetes. ¿Eso no se te parece a algo que está pasando ahorita? El otro producto muy popular, el papelón largo, costaba un real y lo subieron a diez reales. La población cayó en la anarquía, protestando contra los comerciantes, algo muy parecido a lo que no está pasando ahora.

 

Rodríguez señala que situaciones similares se produjeron cuando se estableció la Segunda República. Al respecto, subrayó la importancia que ha tenido en este tipo de situaciones la conducta de los sectores dominados, a los que calificó como “desclasados”.

 

-Un momento interesante es la Insurrección de Barlovento. Los hacendados y comerciantes proporcionaron dinero para que los negritos, los esclavos, fueran a defenderlos a ellos. Así, los negros y mulatos terminaron tomando Caucagua y Guatire. O sea, que quienes debían sublevarse contra esa monarquía que los tenía subyugados, sometidos, van al servicio de esa misma gente porque les dieron dinero. Es decir, el mercenariato.

 

-¿Puede decirse entonces que elementos como esos: el desclasamiento y la guerra económica existen desde antes de la fundación de nuestra República?

 

-Naturalmente. Por ejemplo, si uno lee a fondo los documentos entiende que a José María Vargas no lo derrocan sino por una causa económica. Es una pelea entre la oligarquía conservadora y la liberal. A Vargas lo van a tumbar porque en la Sociedad de Amigos de la Economía, los dominantes eran los comerciantes. Vargas se puso más del lado de los comerciantes que representaban a las casas internacionales y dejó desguarnecida a la oligarquía latifundista, muy afectada por leyes que les habían hecho perder sus propiedades. Derriban a Vargas por una lucha de clases, por una disputa económica, de los intereses de las casas comerciales.

 

Abundando en las semejanzas entre tiempos históricos y actuales, Rodríguez señala que en la Segunda República, en 1814, Bolívar propuso al Cabildo de Caracas que emitiera una orden que le permitiera revisar las haciendas y las pulperías y panaderías porque habían escondido los productos.

 

-Bolívar revisó las haciendas y obligó a entregar el ganado que los dueños tenían escondido, que no lo querían sacar a la venta. Lo llevaban a la plaza Mayor, lo mataban, lo vendían y le daban el dinero al dueño. Los pulperos, por su lado, habían abierto huecos para enterrar los productos. El gobierno de entonces les hizo firmar declaraciones juradas para obligarlos a vender lo que tuvieran en existencia. Las panaderías, en tanto, alteraban los pesos y, con ello, los precios. De manera que pareciera que estamos en 1814, yo invito a que nos veamos en perspectiva en este momento de asedio que está viviendo la nación. La guerra que nos han montado es para desmemoriar, se dirige al cerebro primario, donde están las miserias humanas, los miedos, los prejuicios; al límbico, donde está la emocionalidad, y no al neocortex, donde está el pensamiento razonado, reflexivo.

 

-Si esto ha sido tan repetitivo, si ha ocurrido tantas veces, ¿por qué no hemos aprendido?, ¿por qué seguimos en lo mismo?

 

-Porque el proceso de conexión de interrelación, tiene que ver con el nivel de formación. La formación que tenemos nosotros, basada en el pensamiento neocartesiano positivista, permite tener una visión netamente tubular, no analizar los contextos y los vínculos que hay, no entendemoss la suma de las subjetividades para poder objetivar detrás de ellas. Eso tiene que ver con el pensamiento dominante que aprendiste tú en la Escuela de Periodismo y yo en la de Ciencias Médicas. Uno termina reproduciendo ese pensamiento porque es la única lógica con la que ha aprendido. Con eso es que uno chapea, con eso es que uno habla de Revolución… y, entonces, Simón Rodríguez se te presenta todas las noches y te dice que si no inventas, si no creas, no hay ruptura. Por eso es necesaria la formación, la reflexión política. Una de las cosas que nos ha faltado es esa formación. Una de las cosas que nos dejó el presidente Chávez fue la reflexión a partir de la historia, pero alguna gente nuestra le tiene miedo a una discusión de ese tipo. Y si no se hace esa discusión no se puede entender ni siquiera de dónde viene uno. Debemos tomar conciencia de que lo que vamos a construir, llámese comunismo, socialismo, chavismo o bolivarianismo, tiene que parecerse históricamente a nosotros para que tenga sustentabilidad en el tiempo.

 

-Usted, en 2002 y 2003, trabajó con un grupo de especialistas que postuló el término disociación sicótica, que se hizo muy popular entonces. Allí se le daba mucho relieve al papel que tenían los medios de comunicación social, clave en ese período. Ha habido un cambio en las líneas editoriales de la televisión y la prensa, pero ahora han surgido las redes sociales.  ¿Se puede decir que ellas son en este momento el fundamento de la disociación sicótica, si es que eso sigue existiendo?

 

-Ha sido un elemento que la ha potenciado. La disociación sicótica es una categoría sociológica. Había que crear una denominación para identificar un fenómeno que tenía unas características. Implicaba una incapacidad para comprender la realidad real y sustituirla por la realidad que te habían pintado bajo el viejo sueño americano.

 

Rodríguez vuelve a su rol de historiador, para señalar como una de las claves el ingreso de la cultura estadounidense a través de los campos petroleros y de un convenio que estableció el magnate Nelson Rockefeller en noviembre de 1939 con los sectores dominantes venezolanos. Según su análisis, desde entonces comenzaron a establecerse las bases del modelo de industria y del modelo de consumo que se aplicaría en la Venezuela petrolera. Indica que en las zonas petroleras, la gran aspiración de cualquier trabajador venezolano era acceder a la manera de vivir que tenían los empleados estadounidenses en los campos.

 

-Sin duda que la disociación sicótica es una expresión de todo eso, expresa intolerancia, sectarismo, odio, realidad deformada, resentimiento social. Es una conducta dual que se toma en grupo. Tú ves a un ciudadano normal, que está tranquilo, pero cuando se une a otros asume la conducta de manada, toma fuerza y aparecen esas miserias humanas.

 

El entrevistado, quien fue ministro de Salud en 2007 y diputado a la Asamblea Nacional, indica que el equipo que inició el estudio de la disociación sicótica ha continuado investigando fenómenos de comportamiento social, entre ellos los derivados de las colas, que han surgido desde 2013. Asegura que la Revolución ha perdido la pelea en las colas “porque nos hemos quedado en el modelo económico que nos impusieron los que controlan las cadenas de comercialización y de producción y pueden distorsionarlas creando fallos intermitentes, reposiciones incompletas, fallos zonales o simplificación de los productos prioritarios y esenciales”. El grupo asignó al  estado displacentero que produce una cola y a la conducta de estar en ella aun sin saber qué producto van a vender, el nombre de ristratimia. “Una cola no es nada sabroso, el que diga eso no sabe lo que está diciendo”, comenta al margen.

 

También han analizado el fenómeno que se produce cuando un militante revolucionario se abstiene de proclamarlo públicamente por temor a ser descalificado. “Eso creó en los chavistas una doxafobia, miedo a expresar su opinión, mientras en los opositores comenzó a aparecer la mixofobia, que es el miedo a juntarse con alguien diferente, en este caso, con los chavistas. Eso ha dividido incluso a las familias porque estas personas expresaron un conflicto intersubjetivo de sumisión, admiración y dependencia con quien los oprime. Si uno defiende a (Lorenzo) Mendoza y a todos los que han hecho sus empresas con dinero del Estado, está sufriendo el síndrome de la Gata Loca. También ha aflorado en los antichavistas una aporofobia, miedo o rabia a los pobres. Por eso empezaron a hablar de malvivientes, cholúos, tierrúos. Esto demuestra que estamos siendo víctimas de una guerra invisible, estocástica, de cuarta generación, que son conflictos de baja intensidad y de modulada acción que tienen como propósito atosigarte, hastiarte, abrumarte con información, desinformación y con rumores, para que los revolucionarios terminen labilizando emocionalmente y rompiendo la conexión con lo que estás defendiendo, mientras los opositores asuman una conducta retaliativa, intolerante y sectaria”.

 

No es un tema psiquiátrico

 

Rodríguez, contrario a lo que mucha gente piensa, no es psiquiatra. Y en este caso en particular hace un llamado para que no se psiquiatrice el tema del comportamiento de la población. “La situación que estamos viviendo es un fenómeno social, no es un problema psicológico ni psiquiátrico ni médico. Aquí vienen por el petróleo”. Agrega que quienes dirigen la guerra contra Venezuela no han entendido aún que nuestra situación no puede compararse con un país como Sudán, que tenía una parte cristiana y otra musulmana; ni como Libia, donde había numerosas comunidades tribales; ni como Yugoslavia, donde había reconcomios históricos. “En el caso de Venezuela, tenemos el factor unificador de es el hecho histórico de un Ejército que salió a buscar la libertad del Continente; todos hablamos castellano; todos somos judeocristianos; y nuestra alimentación gira sobre el maíz, a la arepa. Todo eso impide el secesionismo y la división”.

 

-Quisiera que analice un fenómeno que, quizá tenga también sus antecedentes, y es el de personas que han ascendido socialmente, han salido de la pobreza debido a las políticas de inclusión educativa, de salud, de vivienda, de trabajo, hasta de contratos, y una vez que salen de esa situación y pasan a ser clase media o clase media alta, comienzan a denigrar del socialismo y a argumentar sobre una supuesta narrativa individualista. ¿Cómo se produce ese fenómeno, socialmente hablando?

 

-Eso siempre ha estado presente, pero necesita que aparezcan elementos inductores para que detone. Como parte de la guerra te han dicho que debes “estudiar para que seas alguien”, como si no fueras nadie. Te dijeron que la educación era un mecanismo de ascenso social, aunque uno podía preguntarse “¿ascender para dónde?”. La gente se metió en la cabeza la idea de que estudiando se conseguía el sueño americano de tener una casa, un carro, viajar y todo eso. Pero eso pudieron hacerlo solo algunos sectores. Ya Rodolfo Quintero, en el año 67, advertía que de continuar la exclusión y el no reparto del ingreso petrolero, iba a crecer la pobreza. Luego, Carlos Andrés Pérez trajo al belga-canadiense Michael Chausovsky, quien ratificó lo dicho por Quintero. Luego hay varios estudios más, pero Fundacredesa, en 1995-1998, hace un estudio de estratificación social y revela que solo 17% representaba la mal denominada clase media, que era más bien una clase partida por la mitad, que además registraba una pérdida de poder adquisitivo de casi 35%, o sea que estaba arañando para no entrare en el nivel de pobreza relativa, que representaba el 50%, mientras la pobreza crítica llegaba a 26%. Lo cierto es que a los venezolanos nos vendieron un mundo, nos cosificaron. Los seres humanos pasamos por esos procesos de formación de  nuestros principios y valores y recibimos influencias de la casa, del colegio, de la sociedad. Se nos vendió es idea de “estudia para que seas alguien”, y otras como “si no coges (dinero, como acto de corrupción) eres tonto o pendejo”. Crearon un pensamiento egocéntrico, individualista y nosotros no hemos logrado quitar eso, todavía vivimos bajo una cosificación, con nombres impuestos por el pensamiento dominante. Es el camino a la alienación y a la enajenación. Por ese rumbo, terminamos cosificados, fetichizados, como víctimas del sistema.

 

Explica que Venezuela, como país petrolero, tuvo acceso a la televisión mucho antes que la mayoría de los demás países y que eso ayudó a generar un pensamiento individualista, mediante el cual la gente busca resolver sus propios problemas, pero no se hace preguntas sobre el nivel de pobreza del resto de la población. “¿Cómo se explica el enorme déficit de vivienda que existía en el país, cuando se había creado el Banco Obrero en 1928, sin que se llegara a construir más de 626 mil viviendas (hasta 1998)? ¿Cómo se explican los grandes cordones de miseria, quién se cogió esos reales?”.

 

-Otro aspecto que quisiera que analizara es el tema de la clase media auspiciando el desafío a la autoridad, enviando a sus propios hijos a enfrentar a la Guardia Nacional y a la policía. ¿Qué consecuencias puede tener esto sobre la autoridad familiar, escolar y laboral? ¿Pudiera presentarse en el futuro una situación de rebeldía sin causa, por llamarlo así, en una generación que ha sido criada bajo estos parámetros?

 

-Tenemos que ubicarnos en la idea de generación como un lapso de 20 años, aproximadamente. Si pensamos en un muchacho que tenía entre tres y once años en 2001, hoy debe estar entre 19 y 27 años. Pensemos en que sus padres sometieron al país a una huelga petrolera y tenían una postura de resentimiento, retaliación y odio, hay que comprender que todo ese socializa. Nadie nace con violencia ni con odio. Por eso es que tenemos que desmitificar la guerra para poder abrazar la paz. Lo primero que utilizaron en la campaña contra Chávez fue decir que era comunista, porque ya habían sembrado el anticomunismo, que atropelló la tolerancia. Hay que tener mucha paciencia. Lamentablemente, esos sectores van a aumentar su nivel de violencia. Recordemos que si una neurosis se repite y no encuentra respuesta, termina convirtiéndose en una frustración, algo que arrastra al odio y va a crecer. Cuando entiendan que fueron engañados, que los llamaron al plantón, al curvón, al bailador, al arrastrón, y han puesto todos los nombres habidos y por haber, y hasta han tenido que provocar desgracias para victimizarse.

 

(Por: Clodovaldo Hernández / [email protected])

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