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No es la primera vez, desde el inicio de la Revolución Bolivariana, que Venezuela ha estado en la mira de las diferentes administraciones que han ocupado la Casa Blanca, desde George W. Bush hasta el actual, Donald Trump. Hace 15 años, «los gendarmes del Norte» se habían creído triunfadores tras el brevísimo golpe de Estado de abril de 2002; sin embargo, tuvieron su revés.

 

Con la llegada de la derecha al control del Legislativo, las pretensiones por defenestrar del poder político al presidente Nicolás Maduro, y con él la Revolución, se han hecho cada vez más persistentes tanto en el escenario local como extranjero.   

 

La Organización de Estados Americanos (OEA), instrumento parcializado a los intereses de Washington, ha sido el principal centro de operaciones «institucional» para la conjura golpista contra nuestra Patria. Desde ahí ha habido reiterados intentos por hallar un consenso definitivo de sus países miembros, específicamente los subordinados al poder imperial, que convaliden la acción de fuerzas militares sobre nuestro territorio.

 

Esta aseveración ha sido manifestada tanto por el actual jefe del Comando Sur, almirante Kurt Tidd, máximo funcionario militar de los Estados Unidos para América Latina, como su antecesor John Kelly, quienes han expresado abiertamente la disposición por parte del Gobierno norteamericano para intervenir militarmente Venezuela, en el momento en que la OEA diera «luz verde» a la intervención.

 

No en vano ha sido la elaboración de amañados expedientes, apoyados por el aparataje comunicacional nacional y foráneo, que procuran desdibujar a Venezuela como un Estado fallido, que estaría sumido en una supuesta crisis humanitaria, con hambruna e incremento de la mortalidad, elementos claves generadores del objetivo intervencionista.

 

(LaIguana.TV)