La socióloga y analista política hizo un balance de más de cien días de una violencia política que ya ha comenzado a hacerse cotidiana. Para ella son los albores de una guerra civil, aunque luego de ver linchamientos espantosos, bombas, incendios y demás, es difícil no admitir que ya no se trata de los albores, sino de la guerra propiamente dicha.

 

Stelling conversó con el periodista Clodovaldo Hernández, de La Iguana.TV.  A continuación, una versión del diálogo:

 

-Van más de cien días de violencia política, casi una guerra. Si hacemos un balance, ¿quién está ganando esa guerra?

 

-Si hablamos de la guerra en el sentido de la destrucción, de los daños materiales, de las vidas que se han perdido, de los heridos, de la cotidianidad de la violencia, de que se nos haga la violencia algo cotidiano, normal y usual, esa guerra la está ganando la oposición, definitivamente. No solo la está ganando, sino que hay un gran orgullo en ese sector político, es una bandera de triunfo que están blandiendo, que están ganando esa guerra violenta, física, de guarimbas. Eso tiene que ver con la guerra de la calle, que también la está ganando la oposición porque la gente se queda en sus casas, tiene miedo de salir y hay un canto a la muerte, algo que me parece terrible, se levantan saludando a la muerte y se acuestan felices por los guardias nacionales que volaron en estos días, por los linchamientos, por los escraches… uno de se pregunta si eso es en realidad un triunfo o si es una derrota moral para el país. Yo creo que es una derrota moral y ética el hecho de que nos habituemos a la violencia, unos por resguardarnos en nuestras casas y otros por salir a matar y a destruir.

-Luego de más de cien días de violencia, se produjo la decisión del Tribunal Supremo de Justicia de otorgar arresto domiciliario a Leopoldo López, uno de los líderes del ala violenta opositora. ¿Cómo se debe entender esto desde el punto de vista político?

-Tengo entendido, no oficialmente, que esas negociaciones venían haciéndose desde hace tiempo, a pesar de que la esposa de Leopoldo y la familia lo negaron. En teoría, en principio, en una sociedad normal, sería una puerta abierta para dialogar, para redefinir el pacto de convivencia. Sin embargo, las últimas decisiones que ha tomado el gobierno, como el llamado a la Asamblea Nacional Constituyente, y esta de Leopoldo López, ha sido interpretada por los sectores violentos de la oposición como una declaración de guerra. Hay lecturas que yo no voy a calificar de inesperadas, sino adversas a la intención original. La Constituyente era para el diálogo y la paz, y ha sido entendida como un factor para la confrontación; y lo de López, que pudo haber abierto puertas a la negociación, aparentemente ha exacerbado la confrontación.

-En la génesis de este período estuvo la definición de la posición de la fiscal general, Luisa Ortega Díaz. ¿Cómo evaluar ese comportamiento? Si se compara con la situación de marzo, puede afirmarse que las fuerzas de la Revolución tienen un poder menos…

-Claro, fíjate que yo hasta hace poco hablaba de “conflicto de poderes”, pero ya pasé a denominarlo “guerra de poderes”, porque es una guerra abierta de poderes, que se une a la confrontación de calle, a la violencia que estamos viviendo. La fiscal Ortega Díaz, de alguna manera, comanda la guerra de poderes y eso ha abierto un nuevo frente de batalla y debilita al gobierno. Además, la fiscal tiene unas características físicas muy interesantes en momentos en que hay linchamientos de personas de color oscuro, que parezcan de extracción popular o que parezcan chavistas, debido a esa imagen que ciertos sectores opositores tienen de cómo es el chavista o la chavista. Ella (la fiscal) es una persona elegante, se viste bien, tiene unas características raciales y estéticas que la califican para convertirse en una heroína que la oposición no tiene. Es algo bien interesante para analizar. Es una oposición carente de líderes, con algunas figuras femeninas, que son rubias, que han estado surgiendo, pero no califican todavía como conductoras de masas… entonces, la fiscal, con su decisión de independizar ese poder y de tomar algunas decisiones propias, ha alimentado las fuerzas de combate de la oposición, y los liderazgos de ese sector, que son suaves y débiles y nunca acaban de consagrarse.

-Hay analistas políticos que piensan que Luisa Ortega Díaz tiene su propio proyecto o que hay gente que tiene un proyecto para ella, que sería el de la figura de la transición, importante en estos procesos porque sería el gobierno llamado a estabilizar, a aplicar medidas económicas para que luego pudiera haber una elección que pueda ser ganada por factores de la derecha. ¿Le parece que esta tesis está bien encaminada?

-Podría ser posible. Luisa Ortega Díaz emerge como una figura misteriosa, en el sentido de cómo interpretar su juego político. ¿Tiene razones éticas, de verdad está convencida de lo que está haciendo o ha habido un proceso de atracción desde otro polo político? Si hay un proceso de transición, ella podría ser una figura importante porque ha jugado en los dos bandos, por sus características raciales, es una tipa formada, se desenvuelve bien ante las cámaras. Para la gente que cree en ella, tiene poder de convencimiento. De manera que en ese escenario de transición, ella podría ser una figura, en este panorama escaso y árido. De ser así, creo que está jugando bien.

-Vienen dos acontecimientos importantes. Uno es este fin de semana, con el plebiscito o consulta popular privada de la oposición; luego, quince días después, las elecciones para la Constituyente. Todo parece indicar que, luego de este domingo, la oposición de va a lanzar con los cartuchos que le queden para impedir la Constituyente. ¿Cómo se vislumbra eso?

-El plebiscito es parte de la confrontación política. Es lo que se le ha opuesto a la Asamblea Nacional Constituyente. Se le ha llamado consulta popular y sus preguntas están dirigidas a cuestionar la legitimidad de la ANC. De darse una buena concurrencia, tendrían un arma contra la legitimidad de la Constituyente y del gobierno. Es una jugada política interesante, bien pensada. No es legal, no es constitucional, pero para la oposición tiene legitimidad. Siempre en estas circunstancias hay que contrastar legalidad con legitimidad. La legitimidad la otorga la gente, es algo de carácter psicosocial. Si yo te percibo como legítimo, te otorgo legitimidad. Esta es una oposición carente de modelo político, de proyecto económico, que solo plantea ir a elecciones para derrotar al adversario e ir a la calle para destruir físicamente al adversario, no hay un proyecto de país. Ante esa oposición carente de proyecto y de propuestas a futuro, el plebiscito les daría una suerte de legitimidad popular, además de la que han conquistado mediante la violencia. Esas tres preguntas del plebiscito se presentan como si fueran claves para el futuro de Venezuela. No lo son, pero les daría un barniz electoral y, de acuerdo a los resultados, tendrían herramientas y armas para ir con todo contra el proceso constituyente, que es legal, legítimo y constitucional,  que tiene el apoyo del Poder Electoral, que se está haciendo con todas las de la ley. No es algo que lo estén haciendo unas universidades ni que tenga el apoyo de la Conferencia Episcopal, con esa controversia de si está bien que se utilicen los templos, en fin… El gobierno está echando el resto desde todo el punto de vista, y, además, todo este proceso guarimbero, de calle, ha despertado el músculo chavista, creo que en el interior han ocurrido eventos de verdadera importancia, que han sido quizás acallados por la maquinaria mediática y no bien defendidos, reflejados y expresados por los medios del gobierno. Ante este peligro hay un despertar muy interesante hacia el proceso constituyente, un apoyo popular importante a la ANC.

-¿Hay un riesgo importante de recrudecimiento de la violencia si la oposición intenta, por la vía de la fuerza, impedir las elecciones de la ANC?

-Sí, creo que lo hay. Lo he dicho en otros espacios: creo que estamos en los albores de una guerra civil, si no es que ya estamos pisando los talones una guerra civil. Hemos visto linchamientos espantosos, las bombas que les pusieron a los guardias nacionales, episodios de violencia muy fuertes, y lo más grave es que cada día se nos hacen más cotidianos. Forma parte de la cotidianidad que pases por una guarimba, que explote una bomba al lado tuyo, que cierren las estaciones de metro, los linchamientos, los heridos, los incendios… Si eso no es guerra civil, que me digan a mí qué es…  Ahora la confrontación es a través de consultas populares, una legal, la otra no, pero tal como están planteadas las preguntas de la oposición, van a aliñar la violencia y la van a generalizar.

-Obviamente, la oposición también está contando con el respaldo internacional, de los poderes hegemónicos que se mueven en contra de la Revolución Bolivariana y de los movimientos populares latinoamericanos. Si existe una concurrencia masiva, o si se pinta como tal en los medios internacionales, ¿podría generarse algún tipo de acción externa?

-Yo siento que el cerco internacional, diplomático y mediático en torno a Venezuela, se ha ido cerrando, pese a los esfuerzos del gobierno. En esa batalla comunicacional también ha ido avanzando la oposición. Los sectores internacionales opositores están a la expectativa de los resultados de esta consulta y se podría pensar en acciones de ese tipo.

-Esta situación de violencia política, ¿puede trasladarse a otros escenarios, como el familiar, en las empresas, etcétera?

-Hace rato que se trasladó. Hay familias fracturadas, fragmentadas. Lo que va a pasar es que va a recrudecer la confrontación violenta en otros ámbitos de la vida. Quiero rescatar un poco ese ser venezolano, pues nosotros hemos logrado sortear esos episodios como ningún otro pueblo del mundo, con el humor, con la música. Cuando viene gente de afuera siempre lo primero que preguntan es ¿cómo han hecho?, ¿por qué no han caído en una violencia mexicana o colombiana? Yo creo que hemos encontrado válvulas de escape, pero que cada día se nos cierran más. Ese venezolano con sentido del humor, despreocupado de los problemas, el que dice que Dios proveerá… todo eso también se está cerrando. Cuando a un pueblo se les cierran las válvulas de escape que histórica y tradicionalmente nos habían permitido convivir, adecos y copeyanos, con el otro, con el diferente, se cierran las expectativas y las esperanzas de una convivencia pacífica. Lo que estamos alimentando ahorita es lo que yo denomino un pacto de no convivencia. Ese pacto está en el sustrato de las familias, de las empresas, que se ha ido fortaleciendo gravemente. Eso ha pasado gracias al liderazgo político, gracias a las narrativas de los medios de comunicación social, e inclusive yo diría que gracias a la Iglesia Católica, que tiene mucha responsabilidad por la politización de algunos de sus sectores. Estamos en un momento de peligro inminente.

(Clodovaldo Hernández / [email protected])

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