El tráfico no avanzaba por una desolada carretera en Tailanda. De repente, un gran elefante asiático apareció. Para los conductores era, casi, una escenatípica del día a día: simplemente había que esperar a que pasara y luego cada quien continuaría con su destino.

 

Sin embargo, el animal olfateó algo en una de las camionetas que se encontraba sobre la vía y aceleró su paso hasta llegar a ésta.

 

El elefante se paró a un costado de la parte trasera del vehículo. Empezó utilizar su trompa para oler; algo había allí, quizá comida. Titubeaba, luego volvía olfatear. Probablemente era la hora del almuerzo y necesitaba algo para llenar su enorme panza. Sí, sí, seguro era comida.

 

No había mucho que esperar, era ahora o nunca, y utilizando su cabeza presionó contra el techo de la parte trasera de la camioneta, y con gran facilidad, casi sin inmutarse ni causar tanto destrozo, la quitó. Adentró esperaba su banquete.

 

La curiosa escena sucedió en Prachuap Khiri Khan, un de las setenta y seis provincias del Reino de Tailandia, un lugar con playas paradisíacas, vegetación exuberante y elefantes hambrientos pero inofensivos.

 

(Infobae)

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