Cuadro-molotov.jpg

¿Fracasó la oposición con sus cuatro meses de violencia o ahora es cuando le va a sacar ganancias a su cosecha de muertos?

 

Viendo el rumbo que toma la conspiración contra la Revolución Bolivariana, parece claro que en estos meses finales del año se va a intentar el derrocamiento de Nicolás Maduro mediante un enjuiciamiento internacional al que los mismos expertos de la derecha han catalogado como «un invento» porque contraviene las normas fundamentales del derecho aplicable entre Estados soberanos.

 

En ese heterodoxo proceso judicial -que ya comenzó con las insólitas audiencias de la Organización de Estados Americanos-, las víctimas de la violencia ultraderechista juegan un papel fundamental. Luego de mes y medio de paz, los hechos ocurridos entre abril y julio son manipulados al gusto de los enemigos del gobierno venezolano, y esa manipulación tiene el camino allanado por el trabajo que en ese lapso terrorífico hizo un aparato comunicacional capaz de construir verdades a la medida de sus propietarios, las grandes corporaciones del capitalismo mundial.

 

Las audiencias para determinar si se cometieron crímenes de lesa humanidad no existen en el ordenamiento de la OEA ni en el del tribunal al que se piensa acudir, la Corte Penal Internacional. Esa especie de antejuicio de la CPI es una artimaña más de un enemigo jurado del proceso revolucionario venezolano, el uruguayo Luis Almagro, quien retoma así el rol de principal líder de la oposición “venezolana”. Pero en el mundo de la política real, hasta una pantomima como esa podría surtir el efecto que se busca: justificar cualquier desafuero contra un presidente legítimo para instaurar un gobierno que sea del gusto de la élite mundial.

 

Es obvio que ya no hay ni siquiera un mínimo cuidado por guardar las formas. El ex fiscal de la Corte Penal Internacional Luis Moreno Ocampo, asesor y amigazo de Almagro, admitió que las tales audiencias nunca se han permitido y justificó el acto diciendo que «estamos inventando el camino mientras lo caminamos». La verdad es que ni el más torpe de los representantes diplomáticos de ningún país admitiría un procedimiento así, en el que líderes opositores vinculados a los mismos crímenes que se «investigan» y delincuentes prófugos son los denunciantes y testigos estrellas.

 

Ya no se interesan ni en aparentar alguna dignidad. Lo único que importa es engordar un falso expediente. La mejor prueba de la desvergüenza es que se haya llamado a comparecer, con gran pompa diplomática, a un general de siete suelas que huyó del país luego de cometer los actos de corrupción mas desenfrenados y ramplones de los que se tenga noticia últimamente, lo cual es mucho decir.

 

Almagro, Moreno Ocampo y sus secuaces saben lo que pasó en realidad en Venezuela entre abril y julio. Ellos no son víctimas inocentes de la manipulación mediática. Saben que la ultraderecha, con apoyo internacional, perpetró una campaña de violencia que se consideraría subversiva en cualquier nación del hemisferio. Saben que solo un pequeño números de las víctimas fatales fueron responsabilidad de agentes de seguridad del Estado y saben que en esos casos se han abierto los procesos judiciales respectivos. Saben que una buena parte de esos muertos cayeron a manos de opositores envenenados por el odio. Saben que algunos, incluso, fueron quemados vivos en medio de manifestaciones antigubernamentales en las que no hay manera de responsabilizar al Estado. Saben que varias de las víctimas eran jóvenes que manipulaban armas letales de fabricación artesanal, bajo la autoría intelectual de dirigentes de la derecha. Saben que los testimonios de individuos como el referido general no pasan de ser, moralmente hablando, el equivalente a lanzar una puputov. 

 

Los integrantes de esa aristocracia diplomática saben también que si se abrieran audiencias similares sobre presuntos delitos de lesa humanidad en Estados Unidos, México, Colombia, Brasil o Argentina (por solo hablar de algunos de América), la OEA se llenaría de gente denunciando toda clase de infamias cometidas por órdenes o con anuencia de las autoridades de esos Estados. 

 

Pero, claro, los gobiernos de esos países no se preocupan porque están seguros de que Almagro y su combo no intentarán nunca algo así, pues si bien hasta ahora ha resultado ser como el siervo inútil, él sigue afanándose por llegar a ser como el buen siervo.

 

(Clodovaldo Hernández/[email protected])