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«No dio tiempo de nada. De repente todo se vino abajo», repetía una de las maestras a los padres de familia que angustiados preguntaban por sus hijos del Colegio Enrique Rebsamen, la escuela derrumbada por el terremoto que golpeó Ciudad de México el martes.

 

Casi todos los 315 estudiantes de primaria y secundaria pudieron salir del edificio dañado, pero 25 personas, entre ellas 21 niños, no tuvieron la misma suerte. Éste es el último balance realizado por Aurelio Nuño, secretario de Educación Pública, a través de su cuenta de Twitter. Además, están buscando a dos niños y un adulto entre las ruinas.

 

Unos murieron, otros fueron rescatados y otros más están bajo escombros en espera de que sus gritos guíen a los rescatistas.

 

Fue el caso de José Eduardo, de segundo grado. MILENIO atestiguó que una perra pastor alemán del Ejército, ‘Frida’, se metió por un hueco del edificio derrumbado y guió a su entrenador. Se oyó el grito: «Camilla», mientras dos puños cerrados hacia arriba obligaron al silencio.

 

Eran las 17:02 horas (hora local). Los servicios de emergencia pedían abrir espacio a la camilla. Una ambulancia lo trasladó al hospital Ángeles de Acoxpa con diversos golpes; otros de sus compañeros también fueron enviados a ese hospital.

 

Dos padres rompieron las vallas de seguridad y se acercaron a la ambulancia. Pidieron ver al niño para identificarlo y no, no era su hijo. «No sé nada de él. Hemos ido por todos lados y no sabemos nada. Es de preescolar», dijo Alberto.

 

Personal especializado pidió a helicópteros que salieran de la zona porque impedían escuchar las llamadas de auxilio de los niños atrapados, entre ellos a Fátima Navarro, que con móvil en mano enviaba mensajes a sus maestros.

 

A esas horas se sabía de tres niños muertos y una maestra. La última cifra mencionada por el presidente Enrique Peña Nieto por la noche fue de 21 niños y cuatro adultos fallecidos, 11 rescatados, además de 30 desaparecidos -aunque ya ha variado en el último balance realizado por Nuño, indicado más arriba-.

 

Tumbaron la valla

 

Calzada de las Brujas se convirtió en la calle de la tragedia y de la esperanza. Integrantes del Ejército, la Marina, bomberos, policía, más padres de familia, maestros y voluntarios tumbaron la valla perimetral del colegio; los rescatistas requerían espacios amplios para el ingreso de maquinaria pesada, ambulancias y equipo de emergencia.

 

Los vecinos abrieron sus instalaciones y pusieron sillas, mesas, agua, comida, sábanas, edredones, material de curación, herramientas, casas de campaña y mucho de lo que llegaba para ayudar en algo a mitigar la tragedia.

 

En el patio, en las áreas verdes y canchas deportivas se concentró la ayuda. Ahí quedó registrado que en preescolar había tres grupos con 32 alumnos y 10 maestros en total; en primaria 11 grupos con 185 niños y 23 maestros y en secundaria ocho grupos con 130 alumnos y 20 maestros.

 

Allí una maestra anunció el fallecimiento de tres niños, entre ellos José Eduardo Huerta. Sus padres se tambalearon, y un diácono de una iglesia cercana no podía calmar su dolor. Murió también su maestra, miss Claudia.

 

Fue instalada una mesa de informes improvisados por empleados del colegio para hacer listas de sobrevivientes, desaparecidos y fallecidos.

 

Fátima fue una sobreviviente. Sus hermanos están desaparecidos. Los tres acudían al colegio. Sus padres sólo la abrazaron y ella preguntaba por ‘Paquito’.

 

«Papá, llévame por favor con mis hermanos, no los vi, no sé dónde están: No sé qué les pasó, dime que están bien, que no les pasó nada». El hombre sólo suspiró; ya le habían informado que uno de sus hijos había fallecido y el otro continuaba atrapado.

 

Los voluntarios registraron que más de 80 niños fueron rescatados con vida. La mayoría de ellos trasladados al Hospital Naval, Ángeles Acoxpa, Clínica 32, Médica Sur y Médica Coapa.

 

Padres y voluntarios se entremezclaban con los marinos, los soldados, los bomberos, los policías capitalinos y efectivos de la Gendarmería. Rompían muros y retiraban escombros con botes. Las voces no dejan de escucharse.

 

(elmundo.es)