Entre los participantes de la reciente Jornada de solidaridad Todos somos Venezuela, LaIguana.TV entrevistó al joven dirigente social italiano Giuliano Granato, integrante de un proyecto denominado Red de Poder del Pueblo, que atiende a los excluidos de Nápoles, incluyendo desempleados e inmigrantes, utilizando para ello las instalaciones de una vieja instalación para pacientes psiquiátricos.

 

A continuación, una versión del diálogo sostenido por Granato con el periodista Clodovaldo Hernández:

 

¿Cuál es la visión que tiene el público europeo acerca de Venezuela y como la contrarrestan los aliados del proceso revolucionario venezolano?

 

-En Italia, como en el resto de Europa y el mundo, estamos sufriendo la misma guerra mediática. Los medios internacionales siguen difundiendo versiones completamente falsas. Por eso, la mayor parte de la gente sigue creyendo que Maduro es un dictador, que aquí no hay libertad, que hay torturas, asesinatos políticos… Nuestra tarea como movimiento de solidaridad, que además desea hacer la revolución también en nuestros países, es decir la verdad, dar a conocer lo que realmente está pasando aquí. Nos empeñamos en convencer a la gente de que todo eso que están contando El País, de España, o La Repúbblica o el Corriere della Sera, en Italia, son falsedades, son fake news, como les dicen ahora. Vamos a hacerlo construyendo plataformas, utilizando las redes sociales porque no tenemos muchos medios. Desde las redes sociales estamos batallando, y creemos que tenemos algunos resultados porque mucha gente no confía en los grandes medios, pues saben que dicen falsedades no solo acerca de Venezuela, sino también de muchos otros temas. Sin embargo, tenemos que encontrar mejores maneras de desarrollar esa labor, porque todavía somos débiles, no llegamos a toda la gente que queremos llegar.

 

-¿Hay algún medio de comunicación importante de Italia que tenga una posición un poco más equilibrada o todos están cartelizados ante la situación de Venezuela?

 

-Hay un medio histórico, llamado Il Manifiesto, diario comunista fundado en los años sesenta. Hace algunos meses tenía una posición más equilibrada. Hablaban de lo que hace la derecha en este país, de la conducta de la iglesia católica, de la guerra que están librando estos sectores contra el pueblo venezolano. Pero, me parece que desde la semana anterior a las elecciones de la Constituyente hubo un cambio. La periodista que escribía sobre Venezuela, Geraldina Colotti, fue marginada, y ahora escribe alguien con un seudónimo y  han asumido una postura aparentemente equilibrada, una posición ni-ni. Aparte de ese medio, hay algunos blogeros, pero todos los diarios, las emisoras y las televisoras siguen con el mismo cuento.

 

-¿Qué influencia tienen en la opinión pública italiana los repatriados, la gente que vivió aquí y regresó o que tienen familiares en Venezuela, es decir, los italo-venezolanos?

 

-Muchos están regresando de Venezuela la mayoría de ellos son militantes opositores y se han organizado para actuar. Por ejemplo, cuando hay un acto de solidaridad con el gobierno de Venezuela, ellos se presentan a decir que sus familiares acá están sufriendo. Cada uno de ellos menciona a alguien: una novia, los padres, un amigo. Dicen que todo está mal, que no hay comida ni medicinas. Es difícil contraatacar porque muchos de los movimientos de solidaridad están formados por no venezolanos. Entonces, los opositores dicen que solo puede hablar de Venezuela el que sea venezolano o haya vivido en el país. Es difícil debatir con ellos y, además,  siempre son bien recibidos por los medios de comunicación. Aparecen en los diarios y en los debates en televisión.

 

-Venezuela había sido un país receptor de inmigrantes, pero de un tiempo a esta parte muchas personas, sobre todo jóvenes, sienten necesidad de irse del país por la situación social y económica y el clima que han creado los medios. Muchos de esos aspirantes a emigrar piensan que la meca es Europa. ¿Usted, como italiano, qué les diría?

 

-Les diría que la situación en Europa no es nada fácil. En particular, vengo de Nápoles, del sur de Italia, la parte más pobre, pero la situación es más o menos la misma en todo el país y en muchos de los países de Europa. Puedo contar nuestra experiencia: en 2015 tomamos un manicomio criminal que había sido abandonado, y creamos una clínica para la población del barrio y de la ciudad en general. Va muchísima gente, muchos inmigrantes, pero también muchos italianos que no pueden ser atendidos por el sistema público de salud. No van al hospital porque no tienen dinero para pagar. Hay mucho desempleo. En Nápoles hay una tasa de 40% de la población en general, y 70% entre los jóvenes. Hay alrededor de 2000 personas viviendo en situación de calle. Esa situación se repite en casi todas las ciudades. En el norte están un poquito mejor, pero luego de diez años de crisis todavía no se ve la luz al final túnel. La situación de los trabajadores es muy inestable porque las empresas pueden despedirlos cuando quieran, pagando indemnizaciones muy bajas. En todos los campos de la vida de un ser humano, tenemos problemas. Europa no es la meca, no es el paraíso. Estamos luchando por construir algo diferente, pero  el ataque contra el pueblo es muy fuerte.

 

-Para la izquierda europea, Venezuela es una referencia, sobre todo por la democracia participativa y protagónica. En particular, este tema es sensible en Italia, donde han tenido varios primeros ministros que ni siquiera han sido electos directamente por el voto. ¿Hasta dónde aspiran a llegar los revolucionarios italianos?

 

-Ellos hacen la parodia de democracia, pero inclusive la democracia formal que antes existía se está reduciendo día tras día. Nosotros queremos construir algo diferente, pero tenemos que hacerlo desde abajo porque no tenemos el poder político. En Nápoles y otras ciudades hemos organizado asambleas populares, con participación de gente de todos los sectores. La izquierda sufrió una derrota histórica en Italia en los años 80 y en los 2000. Ahora nuestra tarea es aprender del pueblo y volver al pueblo. Siempre hay una izquierda de cafetín, a la que le gusta hablar y escribir para decirle al pueblo lo que tiene que hacer. Para ellos, la gente del pueblo es estúpida, son ovejas,  mientras los intelectuales tienen la verdad y la solución. La izquierda a la que yo pertenezco piensa diferente: que tenemos que ir al pueblo, a hablar con todos y así se encuentran las soluciones porque el pueblo sabe los problemas y tiene una mejor idea de cómo resolverlos. Claro que tenemos que organizarnos, superar el miedo y la desesperanza porque el enemigo parece invencible. Allí es donde el ejemplo de Venezuela es importante, porque demuestra que es posible que un pueblo sea protagonista de su propia historia, que no se conforme con ir cada cinco años a poner una boleta en una urna electoral. No es fácil, son procesos largos, y por eso estamos aquí también, para aprender de lo que se ha hecho en Venezuela: de las victorias y también de los problemas. Estamos conscientes de que no hay procesos perfectos, que siempre surgen muchas contradicciones y que debemos aprender también de ellas para ir más rápido.

 

-Una de las críticas que se hacen con más frecuencia en Europa contra el proceso revolucionario venezolano es por la supuesta falta de libertad política y de expresión. Pero, ¿cuál es la realidad de esas libertades allá, en Europa? ¿Existen o son un mito?

 

-Son bastante más un mito que una realidad. Hay países donde los movimientos de izquierda están totalmente ilegalizados. En España, por ejemplo, hay mucha gente en la cárcel por luchar, por ejemplo, por la independencia del pueblo vasco. Ahora el pueblo catalán está intentando hacer un referendo para autodeterminarse, y el gobierno de Madrid mandó la Guardia Civil, al Ejército a secuestrar las urnas y destruirlas. En Italia puedes escribir lo que quieras en los medios o en un blog mientras no sea más que una expresión individual. Cuando formas parte de un colectivo, cuando te organizas con otras personas, y las críticas son contra el gobierno y los empresarios privados, te llega la represión preventiva. Por ejemplo, los activistas de Val Susa, que se oponen a la construcción de un tren de alta velocidad, han sufrido acciones represivas por parte del Estado. Algunos están en la cárcel, otros deben presentarse cada día a la estación de policía a firmar una lista. En el sur, las luchas de los desempleados son fuertes, y el gobierno responde con multas y represión. En el norte hay uno de los pocos movimientos que están venciendo, el de los trabajadores de la logística, quienes lograron aumentos de sueldo importantes, pero han pagado un precio muy alto por la represión as sus líderes sindicales, quienes tienen prohibido ir a ciertas regiones, como Piacenza, para impedir que organicen a los trabajadores de allá. Están confinados.

 

-¿Qué impresión se lleva del proceso venezolano luego de haber estado acá y de compartir con otros luchadores sociales?

 

-Bueno, no he tenido mucho tiempo, pero he hablado con mucha gente. Me regreso a Italia con la visión de que hay problemas por la guerra económica y porque siempre que vamos caminando cometemos errores, pero todavía hay un pueblo digno que quiere autodeterminarse, sin la intromisión de la OEA o la Unión Europea. Hay mucha vida abajo, en los movimientos sociales. Esto es algo que no se dice en Europa, no hay voces que digan lo que pasa en las comunas, en los consejos comunales, entre los trabajadores. Todos hablan solamente de Maduro. También me llevo la impresión de que todavía hay un gobierno progresista en este país, un gobierno que se propone la transición al socialismo, y hay una Asamblea Constituyente que fue votada por muchísima gente. Creo que hay que desarrollar lazos entre los movimientos sociales de Europa y de Venezuela. Así podremos aprender y hacer la revolución también nosotros en nuestros países, que es nuestra principal tarea.

 

(Clodovaldo Hernández / [email protected])

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