bi.jpg

Hay pocas expresiones más manidas que aquella que dice «todos somos bisexuales». De hecho, en los últimos años han proliferado artículos y estadísticas que abundan en esa idea: que lo de la heterosexualidad y la homosexualidad es todo un cuento y que a todos nos gusta la carne y el pescado.

 

A pesar de que la homosexualidad y la bisexualidad son cada día más visibles, aún cuesta mucho comprender determinados aspectos del deseo sexual que parecen destinados a ocultarse. Si bien se cree que las mujeres son más proclives al sexo con otra de su mismo género (y se fomenta: el término lésbico fue lo más buscado en la web Pornhub en 2017), lo de que los hombres mantengan relaciones entre sí y sigan siendo tan machos ya tal.

 

Y, sin embargo, se mueve. Así lo asegura Jane Ward, profesora asociada de Estudios de las Mujeres de la Universidad de California, que incluso ha acuñado un término: bro-job, una mezcla de brother (hermano) y blowjob (felación). En resumen, se trata de que los hombres blancos heterosexuales tienen contactos de índole sexual entre ellos como una manera de experimentar, de conocer sus límites, de relacionarse entre ellos y, ojo, de afianzar su masculinidad.

 

En su libro Not Gay: Sex Between Straight White Men, Ward explica que los hombres tienen determinados contextos, e incluso ritos iniciáticos en los que la interacción sexual está bien vista. Ya sea durante la adolescencia con grupos que quedan para una masturbación colectiva o incluso en la universidad.

 

En EEUU, por ejemplo, es habitual que las fraternidades recurran a actos sexuales (tocarse los penes, introducirse objetos) en los actos de bienvenida de nuevos miembros. Además, hay ciertos contextos en los que estos contactos están plenamente justificados pero, como diría Torrente, «sin mariconadas». Ward se refiere a lugares como barcos en alta mar o las prisiones masculinas donde la pastilla de jabón es uno de los mayores miedos de aquellos que sienten su masculinidad atacada.

 

En cualquier caso, Ward asegura que, pese a estas interacciones de marcado tinte homosexual, estos hombres se aprovechan de su condición de hombres blancos y heterosexuales para normalizar estos actos y acercarse al sexo homosexual de una manera heterosexual. Incluso para calmar sus deseos reprimidos o, en algunos casos, la repulsa hacia el cuerpo femenino. Para la académica, no se trata de que estos hombres sean gays, bisexuales o bicuriosos, sino que el «no ser gay» lo determina su convicción de que son 100% heteros y que no hacen nada fuera de lo normal.

 

A pesar de todo, esto no significa que no haya hombres bisexuales que descubren tarde que lo son o que quieren experimentar los límites de su sexualidad. Un rápido vistazo en apps de contactos para gays permite ver a muchos heteros con ganas de probar otros continentes. Muchos de ellos con pareja, con los conflictos que ello puede suponer. «Si de las dos personas una es bisexual, no debería haber ningún problema si se expresó desde el principio», asegura el doctor Héctor Galván, sexólogo y director del Instituto Madrid de Psicología. «Muchos hombres reprimen sus deseos, no son capaces de asumirlos ante su pareja y optan por guardar silencio».

 

Y de aquellos polvos, estos lodos. Así que mejor dudar de alguien que tiene bien claro que prefiere la carne al pescado. Siempre puede optar por la verdura.

 

(elmundo)