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Siete y media de la mañana y el sol ya empezaba a mostrar sus intensos rayos, llegamos puntualmente al ambulatorio Gran Mariscal de Ayacucho, ubicado en la comunidad que lleva el mismo nombre, situado en la parte alta de la parroquia La Vega, municipio Libertador de Caracas, para cubrir el despliegue que llevarían a cabo médicos cubanos y venezolanos de la Misión José Gregorio Hernández en dicho sector.

 

La enfermera Elba Pichardo salió a darnos la bienvenida, al equipo de LaIguana.TV y a nuestra guía, la vocera del Comité Local de Abastecimiento y Producción (Clap) Elizabeth Escalante.

 

Nos sentamos en la entrada, en un banquito de cemento del módulo de Barrio Adentro, mientras llegaban los doctores que coordinarían el despliegue para censar a los habitantes del punto conocido como “La Espada de Bolívar”, tras la orden que emitió el 9 de enero el presidente Nicolás Maduro de reimpulsar el casa por casa en todo el territorio nacional a los beneficiarios de este programa social.

 

Con dicha medida, de acuerdo con el mandatario nacional, se pretende registrar a todos aquellos venezolanos que requieran medicinas, que presenten algún padecimiento, bien sea crónico o no, o que necesiten de alguna intervención quirúrgica u otras insuficiencias.

 

“Vamos ejército de batas blancas, a las calles, casa por casa, a los barrios, a los urbanismos, Carnet de la Patria en mano, vamos a la búsqueda para consolidar el sistema de atención de medicinas de 800SaludYa”, manifestó para entonces el mandatario durante una jornada que realizó en la Plaza Bicentenario del Palacio de Miraflores con la participación con doctores comunitarios, ministros y del embajador de Cuba en Venezuela, Rogelio Polanco.

 

Esperábamos por los representantes de otras organizaciones como del Movimiento Somos Venezuela, Unión Nacional de Mujeres (UnaMujer), Consejo Comunal, Comité de Salud, los cuales en poco tiempo se fueron integrando hasta completar el número de todos los convocados, entre ellos 12 galenos, tres enfermeras, y un miembro de cada grupo social que mencionamos anteriormente. En total fueron 22 personas las que iniciamos el viaje a pie por la carretera.

 

Aunque el trayecto fue corto —menos de media hora para llegar al destino final—  no imaginamos lo intrincado que sería el recorrido más adentro, caminos angostos, subidas pronunciadas.

 

En un punto de la vía tomamos un desvío, allí detallamos aproximadamente ocho casas de ambos lados de la carretera, algunas improvisadas con latas de zinc y otras construidas con bloques, más adelante y en plena “calle” un tablero de básquet amarrado con alambres en un tubo de varios metros y detrás, un cerro que parecía venirse abajo.

 

En pocos minutos llegó la vocera principal de los Clap de este sector, Yaneth Segura, una señora que aparentaba unos 45 años más o menos, de cabello corto y algo incómoda por los jejenes que andaban alborotados en el lugar. De manera educada se encargó de constituir los grupos que se desplegarían por 17 escaleras.

 

La líder social organizó 6 grupos, pero nuestro equipo no escogió a uno en específico, sino que decidió meterse por diferentes lados, contando siempre con la observación de uno de los asistentes.

 

El calor empezó a hacer de las suyas, y el sudor se dejaba correr por la ropa, entonces se hizo necesario sacar una botella de agua para refrescar y calmar la sed. Seguidamente nos tocó una subida muy pronunciada, la cual nos dejó agotados. Desde la parte más alta tuvimos un paisaje muy amplio y observamos La Rinconada, Fuerte Tiuna, la carretera Panamericana y otros espacios de la capital.

 

Repentinamente y ya descansados una brisa suave y fría nos llenó de energías para continuar la marcha.

 

Los caminos parecían un laberinto con muchos escalones, unos levantados con cemento, otros improvisados con tablas de madera o simplemente hechas con la misma tierra. En algunas se hacía dificultoso el paso por una filtración de agua, lo que hacía el suelo muy resbaladizo, sin embargo se logró la meta, descender y entrar a diferentes veredas.

 

Posteriormente y mientras un médico realizaba la respectiva visita, notamos desde las afueras una casa cercada con palos, con pared de metal, con algunas aberturas cuadradas que se convertían en ventanas, y estas a su vez estaban tapadas con tela de flores que simulaban cortinas.

 

Apreciamos que la gran mayoría de los vecinos tenían jardines en los patios, también que las cañerías no estaban embauladas, se veían los conductos rotos, y se escuchaba un fuerte ruido cuando el agua bajaba.

 

De pronto nos detuvimos a mirar el área, a dar un vistazo por aquel sitio en el que nos preguntábamos ¿cómo hacía aquella gente para salir o caminar en temporada de lluvia o en la noche?, ya que únicamente se puede andar a pie por lo estrecho y espinoso.

 

Durante la encuesta, los doctores preguntaban identificaciones personales, tipos de enfermedades, medicamentos prescritos, su presentación, cantidad y horario, número de personas, entre ellos niños, adultos mayores que habitaban y que conformaban el hogar, además si había alguien con discapacidad, entre otros datos.

 

Las personas se mostraron receptivas con la jornada, y fue así como una de las vecinas del sector, identificada como Francisca Maestre, quien habita desde hace diez años en el barrio nos ofreció su testimonio. Algo apenada porque la sorprendimos con la visita expresó: “Me parece muy bueno que vengan porque yo siempre me he tratado con ellos (médicos cubanos). Estoy muy complacida, espero que nos faciliten las medicinas porque están muy costosas y difícil para adquirirlas”.

 

Apreciamos la emoción y el regocijo de la mujer al ver a los que portaban las batas blancas en su hogar, pues se convirtieron en su esperanza.

 

También conversamos Mileydi Hernández, joven deportista de tenis de mesa que representó a Venezuela en una competencia que se llevó a cabo en Cuba en esta disciplina, al presente se dedica como entrenadora en la Base de Misiones de la parroquia El Valle.

 

“Me parece muy bien la jornada de salud y que tomen en cuenta a esta zona. Queremos que nos lleguen los beneficios que otras comunidades gozan. Vivo desde hace tres años aquí y es la primera vez que veo este tipo de actividades, lo cual me complace. Ojalá que esto no se quede en papel, esperamos resultados y sobre todo que la gente tenga sus medicamentos. Este un sitio que necesita cariño y que sea asistido por el Gobierno y sus autoridades”, dijo la atleta.

 

Los doctores tomaban sus carpetas y en unas panillas u hojas en blanco apuntaban cada requerimiento que señalaban los vecinos. Igualmente detallamos que no contaban con toda la logística necesaria, por ejemplo para la hidratación.

 

En un momento nos sentamos asombrados ante aquella realidad que muchas veces nos negábamos aceptar, ya que le vimos la cara a la pobreza, a la necesidad, a la carencia, era otro mundo donde nos habíamos sumergido. No obstante, allí estaban aquellos hombres y mujeres tratando de llevar un aliento para que sean atendidas sus necesidades como lo ordenó el jefe de Estado. “Yendo a las catatumbas”.

 

Por su parte, la doctora venezolana y encargada del módulo del Gran Mariscal de Ayacucho, el cual absorbió a esta comunidad, Mabel González, manifestó que como un mandato del Presidente el equipo se desplegó para efectuar este casa por casa, donde encontraron mujeres embarazadas, discapacitados, personas que sufren de asma, de hipertensión, de diabetes, y que en la mayoría de los casos no siguen un tratamiento debido a la escasez de medicamentos y por los altos costos que ha generado la guerra económica.

 

Detalló que llevan casi un mes desplegados en el sector que le corresponde y han visitado 11 como el sector La Gallera, La Sombra, Las Torres, San José, Barrio Nuevo, El B, El Coronal San Francisco, La J, Encanto Alto, La Esmeralda.

 

“Desde la Carreta Negra hay 23 casas de salud, incluyendo el Centro de Diagnóstico Integral (CDI), el Centro de Rehabilitación y las ópticas”, explico la enfermera Pichardo.   

 

Con preocupación hizo un llamado a los entes gubernamentales para que estas familias sean asistidas a la brevedad, ya que comprobó una considerable desprotección social.

 

Nos agrupamos nuevamente en la entrada principal, en la cual los galenos encuestaron a las familias que faltaban por incluir. Allí nos encontramos con Yovanni Rangel, un señor que tiene 8 años habitando en este sitio. Él se mostró gratificado por la inspección y aprovechó para pedir un apoyo ante la emergencia que presenta con dos hernias abdominales, las cuales han agudizado el dolor por lo que amerita —según afirmó— una operación inmediata.

 

El hombre se tocó y nos mostró dos protuberancias en el abdomen y aseveró que estas eran el estado en el que se encontraban ambas hernias, e indicó que no cuenta con los recursos necesarios para una intervención. “Por favor, que me ayuden para operarme tengo cinco años con esta situación”, dijo el hombre afligido y en compañía de sus dos niños que estaban recostados en la puerta de la humilde residencia.

 

Finalmente, la portavoz de la comunidad, Yaneth Segura, declaró: “Muy complacida y agradecida por esta actividad, es la primera vez que vienen y tengo fe en que nos darán respuesta. Espero que no quede aquí en solo papeles y solicito en nombre de mi gente el establecimiento de un módulo para nuestro sector, que abarca a 408 familias constituidas, llevamos tiempo pidiéndolo sin solución”.

 

Ya terminado el trabajo de los profesionales de la salud, nos fuimos con ellos al módulo de Barrio Adentro, como lo describió el periodista y escritor belga Michel Collon en su libro “Los 7 pecados de Hugo Chávez”: “De donde salen médicos que penetran en lo más profundo de la sociedad para hacer frente a la enfermedad, pero sobre todo a la miseria y exclusión donde quiera que se hallen”.

 

(LaIguana.TV)

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