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Era enero de 1997 y Lionel Messi era solo un chico más, pero tremendamente prometedor, en la Escuela Malvinas de Rosario, la casa donde surgen los talentos jóvenes de Newell’s Old Boys, el club de dicha ciudad argentina. Y el pequeño, a pesar de mostrar una gambeta excepcional pocas veces vista, tenía un problema.

 

Lio sufría de un problema endocrino, de crecimiento, ya que en su organismo escaseaba la hormona encargada de ello. Pero por suerte, la familia Messi Cuccittini fue advertida con tiempo.

 

Un prestigioso especialista en el área, el doctor Diego Schwarztein, les avisó de dicha anormalidad, y a los 11 años, con solo 1,32 metros y 30 kilos -la edad ósea de un niño de 10-, empezó el tratamiento.

 

Consistía en una inyección de 75 ug de Levotiroxina, un medicamento que conseguía que dicha hormona se produjera en la tiroides, y con esto se aumentara el metabolismo basal. Básicamente con el fin de seguir creciendo.

“Al principio me la ponía mi mamá, me la ponía mi papá, de noche. Hasta que aprendí y fui haciéndolo solo. La verdad que era una agujita muy chiquita, era tipo una lapicera donde tiene una agujita chiquita”, explicó Lionel, en entrevista para el programa La Cornisa, de América TV.

 

El astro argentino, que por ese entonces ya mostraba sus sorprendentes cualidades, siguió con el tratamiento del Dr. Schwarztein hasta enero de 2001, y tiempo después se mudó a Barcelona junto a su familia, por dos razones: seguir demostrando su talento y financiar el costoso tratamiento. Al llegar a España, Lio medía 1,48 metros y pesaba 39 kilos, aún debajo del crecimiento normal de un chico de su edad.

 

Hoy, en perspectiva, se entiende lo valioso que fue aquel temprano tratamiento de 3 años, ya que fue eso lo que le permitió competir con normalidad con jóvenes de su edad y llegar a lo que es hoy: el mejor jugador del orbe.

 

Una vez en Barcelona, dicho medicamento fue sustituido por un plan de alimentación y trabajo físico específicos para el delantero, e incluso fue puesto a competir con una categoría mayor a la suya, a pesar de su diferencia de estatura. En 2003, con solo 16 años, disputaba un partido amistoso ante el Porto. La leyenda daba sus primeros pasos.

 

Un años después, en agosto de 2004, ya formaba parte de la gira asiática del primer equipo y su nombre empezaba a ser destacado por los medios. Así fue como un procedimiento rutinario, que tuvo al Lionel de 11 años todos los días inyectándose las piernas, ayudó a ese chico a convertirse en lo que es hoy.

 

Han pasado 17 años desde que Messi dejó de inyectarse, y en el camino ha marcado más de mil goles, ha cosechado 20 títulos locales, 10 internacionales y 5 balones de oro. Nada más, su señoría.

 

(upsocl.com)

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