ene.jpg

¿Cuál fue la frase que pronunció Neil Armstrong al pisar por primera vez la Luna? «Un pequeño paso para el hombre, un gran salto para la Humanidad». ¿Y la última? «Buena suerte, Mr. Gorsky». Según habría explicado años después, iba dirigida a su vecino, después de recordar que, siendo un niño, le había oído discutir a gritos con su mujer. El motivo era que ella no quería practicarle sexo oral. «Lo haré cuando el crío de los vecinos pasee por la Luna» – habría gritado airada Mrs. Gorsky.

 

Si jamás han oído hablar de esta historia, no se apuren: es completamente falsa. Es una muestra de los mitos y bulos que abundan en tiempos de redes sociales y que el divulgador Alfred López se ha propuesto desentrañar en su libro Ya está el listo que todo lo sabe de sexo (Curiosex.com). A modo de ‘bocados’ de cuatro o cinco párrafos, salpimenta la narración con anécdotas históricas, casos clínicos e indagaciones filológicas. Así, la explosiva expresión «pollas en vinagre» se habría originado en una inofensiva receta de espárragos (o sardinas, o gallina según la fuente) en conserva. 

 
 
«Era algo que me estaban pidiendo», explica López, autor del veterano blog Ya está el listo que todo lo sabe y Premio Bitácoras. Entre la multitud de curiosidades históricas, científicas y etimológicas que recopila para su trabajo, detectó que la sexualidad era un importante hilo conductor. «El sexo es un gran desconocido y no debería serlo. Solo triunfa en su aspecto más popular pero no le damos la importancia que merece, cuando el primer productor de cine porno en España fue el propio Alfonso XIII».

 

Y es que las anécdotas rijosas que permean la historia también terminan entrelazadas con la investigación. Calvin Coolidge, trigésimo presidente de los Estados Unidos, visitaba una granja avícola acompañado de su esposa, Grace Goodhue. La primera dama se adelantó y, sorprendida por la fogosidad de los gallos, preguntó cuántas veces al día montaban a las gallinas. «Una docena de veces», contestó el operario. «Coménteselo al presidente cuando pase», pronunció Goodhue.

 

Coolidge fue informado de la conversación y preguntó a su vez: «¿Pero siempre con la misma gallina o van cambiando?» Cuando le explicaron que copulaban cada vez con una distinta, replicó: «Coménteselo a la primera dama cuando regrese». La anécdota, nuevamente, está considerada como apócrifa. Pero sirvió para que el etólogo Frank A. Beach describiera un fenómeno observado en mamíferos: la reducción del periodo refractario en machos cuando cambian de pareja, alias el ‘Efecto Coolidge’.

 

¿Qué hay del terrible mito, todavía vigente en gran parte del planeta, de que una mujer durante la menstruación se vuelve «impura» y debe ser aislada para prevenir toda suerte de contaminaciones? A mediados del siglo XIX Béla Schick, médico del hospital Mount Sinai de Nueva York, observó que las flores en las habitaciones se marchitaban presuntamente antes si las manejaba una enfermera que tenía la regla. Esto dio lugar a la hipótesis pseudocientífica de las «menotoxinas» que emitirían las mujeres durante el período.

 

Mala ciencia y discriminación sexual han ido de la mano. Durante la Guerra Fría, el gobierno de Canadá vinculó el hecho de que varios de sus funcionarios espiasen para los comunistas con su homosexualidad. El estadounidense Frank Robert Wake desarrolló un artefacto basado en el detector de mentiras conocido como ‘Fruit machine’ o ‘Máquina de locazas’. Registraba las muestras de excitación del sujeto, como dilatación de pupilas o aumento del pulso, cuando le eran mostradas imágenes eróticas de hombres. 9.000 personas acabaron así en una lista negra.

 

Los misterios del cuerpo

«No hay una apuesta por la sexología en los medios, y si la hay es muy puntual», denuncia López. «Por eso quería contar para el prólogo con Celia Blanco, que es la que mejor habla de sexo en España. Necesitamos poder explicarnos en términos sencillos, sin prejuicios, y mantener conversaciones cara a cara sin ponernos rojos».

 

Así, lo que hace o deja de hacer nuestro cuerpo es fuente de mitos, equívocos y vergüenzas innecesarias. La trempera matinera, o la erección presente al despertar, se conoce en realidad como tumescencia peneal nocturna y no tiene que ver ni con sueños húmedos ni con una vejiga llena. Todo lo contrario que el squirting, la eyaculación femenina. No se trata de flujo vaginal sino de una forma de orina, y las pornstars famosas por esta práctica beben abundantemente agua antes de rodar.

 

¿Han oído hablar del ‘abdorgasmo’? Así se define el fenómeno, ya descrito por Alfred C. Kinsley en 1953, que permite a algunas mujeres alcancen el clímax sin otra estimulación que el hacer ejercicio. Según un estudio de la Universidad de Indiana, tiende a suceder con la práctica del spinning. Pero puede tratarse también de Trastorno de excitación genital permanente o PGAD, un problema neurológico que provoca intensos orgasmos de imprevisto y que exige precauciones como no llevas el móvil en modo vibración en el bolsillo. 

 

Y finalmente, basta de medidas, porque no hay dos penes iguales. Los hay que ya tienen en reposo un tamaño aproximado al que tendrán en erección, y se les conoce como ‘penes de carne’ porque son músculo en su mayor parte. Y otros que son aparentemente pequeños y flácidos pero doblan o triplican su tamaño al excitarse. Son los ‘penes de sangre’, en referencia al aporte de flujo sanguíneo que obra la transformación.

 

«Tenemos que reaprender la sexualidad»

«El mundo de las parafilias es lo que me ha sorprendido más cuando preparaba el libro», confiesa el autor. «Que haya personas que solo logren excitarse con una sola parte del cuerpo de su pareja, como el codo». Eso tiene nombre: parcialismo. «O que sean capaces de alcanzar el orgasmo con un beso en la boca». Hablamos de la basoexia.

 

La excitación que nos provoca desnudar con la mirada a nuestro objeto de deseo se conoce como apodyopsis. El efecto contrario, el sentirnos escrutados por ojos lúbricos, es la gimnoforia. ¿Recuerdan la escena en la que los protagonistas de Nueve semanas y media usan comida para su juego sexual? Bienvenidos a la sitofilia. Y cuando «regalan» a Bill Murray una escort para que le desgarre las medias en Lost in Translation? Les presentamos a la clastomanía.

 

Socavar los roles tradicionales puede tener efectos terapéuticos para la pareja. Del cuckolding pasamos al pegging en el que la mujer toma el rol dominante y penetra al hombre. Su popularidad se debe al célebre periodista y escritor Dan Savage que lo bautizó tras una encuesta entre sus lectores. Pero los primeros en describirlo fueron los sexólogos Carol Queen y Robert Morgan Lawrence. Ellos lo llamaron BO-Bing por ‘Bend Over Boyfriend’: «Novio que se inclina».

 

«Durante mucho tiempo hemos vivido en el heteropatriarcado sexual», concluye López. «Solo existía el coito para obtener la fecundación de la mujer y la satisfacción del hombre. Nos toca reaprender el sexo, entender que es algo mucho más amplio y diverso de lo que establece la norma. A algunos, de hecho, les toca aprender de cero».

 

(El Español)