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“La dictadura está usando armas químicas contra los manifestantes pacíficos”, “Grupos armados afectos al régimen apalean a los estudiantes”, “la Conferencia Episcopal pide al gobierno que cese la violencia contra el pueblo”… ¿Le suena conocido? No son tuits viejos, emitidos durante la época de la guarimbas en Venezuela. Están frescos, pero vienen de Nicaragua, donde la derecha ha montado esta vez su mismo tinglado de siempre y procura desestabilizar al gobierno del comandante Daniel Ortega, utilizando pequeños grupos de choque, con gran apoyo de los consorcios que controlan la prensa mundial. 

 

La controversia surgida en torno a una reforma de las leyes de seguridad social ha sido en este caso la excusa para que se generen focos de perturbación de la paz, encabezados por manifestantes de clase media, que utilizan las mismas tácticas que se han empleado en todos los brotes de violencia ocurridos en Venezuela en los últimos años: la guarimba. 

 

Igual que ha ocurrido en esas ocasiones, y siguiendo los pasos establecidos en el manual del golpe suave de Gene Sharp, las redes sociales han sido la caja de resonancia de las más irresponsables denuncias falsas, destinadas a generar apoyo por indignación en sectores populares para alimentar un alzamiento contra el gobierno de Ortega. También se procura criminalizar a las autoridades legítimas nicaragüenses y a los cuerpos de seguridad del Estado. 

 

Durante las últimas horas se han propalado rumores terribles sobre el “uso de armas químicas” contra manifestantes, un expediente que ya emplearon en Venezuela los grupos de ultraderecha, encabezados por el representante del sionismo en la coalición opositora MUD, David Smolansky. Cuando se intenta profundizar en torno a las tales “armas químicas” resultan ser gases lacrimógenos de uso común por todos los cuerpos antimotines del planeta. 

 

También se ha dicho a través de las redes que el gobierno de Ortega ha ordenado una violación masiva de estudiantes de las universidades que participan en la protesta y hasta que se dispone a liberar a los presos comunes de la cárcel Modelo, con la condición de que ataquen a los manifestantes. 

 

La receta, que ha servido en otros lugares del planeta para generar las llamadas “revoluciones de colores” y “primaveras árabes”, no ha funcionado en Venezuela, pero ha costado más de un centenar de muertos, otros cientos de heridos y detenidos y cuantiosos daños a la propiedad pública y privada, así como la interrupción de la paz ciudadana durante largos períodos. 

 

La vicepresidenta de Nicaragua, Rosario Murillo, calificó lo ocurrido en los últimos días como crímenes de odio y actos vandálicos. “Son eventos que representan el aprovechamiento de una circunstancia de aquellos que no piensan ni aman a Nicaragua. Esos que celebran la ruptura de la paz en Nicaragua. Quieren romper la paz, la armonía, la tranquilidad. Eso es lo que han tratado de hacer en estos días”, dijo. 

 

(LaIguana.TV)