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La ola de disturbios de estilo “guarimbero” que sacudió a Nicaragua fue montada fundamentalmente a través de las redes sociales (más que nada Whastapp y Facebook), con el respaldo de un medio que sigue teniendo poderosa influencia en ese país centroamericano: la radio.

 

Los otrora poderosos medios impresos de la derecha nicaragüense, encabezados por el diario La Prensa, intentaron hacer su parte en el levantamiento violento contra el gobierno de Daniel Ortega. Pero ya no tienen la influencia que los caracterizó en otras épocas conflictivas. Su función ha sido la de difundir hacia el exterior las versiones según las cuales la violencia no fue generada por los grupos de la derecha, sino por los cuerpos de seguridad del Estado y por colectivos sandinistas.

 

Atrás quedaron los tiempos en los que esos grandes medios impresos  incluso lograron imponer presidentes de sus propias filas, como Violeta Chamorro (dueña de La Prensa), luego de servir de apoyo a los llamados contra, insurgencia armada financiada por Estados Unidos y asesorada por la CIA.

 

Según personas que observaron de cerca el desenvolvimiento de los hechos, esta vez la rebelión se impulsó a través de las redes y tuvo como caja de resonancia los noticiarios y programas de opinión de importantes emisoras radiales de Managua y otras grandes ciudades.

 

La respuesta mediática del gobierno fue apropiada, pero no suficiente. En Nicaragua, según periodistas venezolanos que han visitado ese país, los medios públicos tienen una dirección política bastante bien estructurada. Cada uno se dirige a un público específico, pero están todos bajo una sola voz. Sin embargo, la arremetida  a través de las redes, al parecer, tomó a mucha gente desprevenida.

 

En ese punto de la sorpresa, hay quienes comparan este episodio con el ocurrido en Venezuela en abril 2002, aunque aquel si fue un proceso encabezado por los medios convencionales, fundamentalmente la televisión y los medios impresos. Las redes aún no habían irrumpido en el escenario comunicacional, como lo harían apenas unos años después.

 

Junto con las redes sociales, la ola de violencia se propagó gracias a la influencia que sigue teniendo la radio y, dentro de ella, los comunicadores antisandinistas. “La gente en Nicaragua escucha mucha, mucha radio”, comentó una venezolana que recientemente se estableció en Managua por razones laborales. “Me hace recordar a mi estado, Lara, en los tiempos del programa de Orlando Fernández”.

 

En procura de la calma

 

Managua y otras ciudades muestran las heridas de varios días de violencia. Destrozos en edificios públicos, humeantes restos de barricadas y locales comerciales arrasados forman parte del paisaje, tras una semana de ruptura de la paz.

 

La excusa para los disturbios fue una reforma en la normativa del Instituto Nacional de Seguridad Social (INSS), que implica aumentos en los porcentajes que deben cotizar tanto los trabajadores como los empresarios. El presidente Daniel Ortega accedió a derogar la medida el domingo, e iniciar un diálogo para buscar una solución concertada.

 

Aparte de los típicos enfrentamientos con la policía por parte de jóvenes encapuchados, con máscaras antigás y armas de fabricación artesanal (copia exacta de las guarimbas venezolanas de 2017), los disturbios nicaragüenses degeneraron en saqueos a centros comerciales, supermercados y grandes tiendas de electrodomésticos y motocicletas.

 

Los opositores aseguran que tales saqueos fueron propiciados por el sandinismo para quitarle el respaldo que las protestas habían tenido del empresariado organizado en el COSEP (equivalente a Fedecámaras). El gobierno, en tanto, asegura que los hechos vandálicos fueron perpetrados por delincuentes comunes que han sido contratados por los promotores de las manifestaciones.

 

Tal como ocurrió en Venezuela en 2017, los individuos de mala conducta que se sumaron a estas protestas (a cambio de una especie de salario diario muy generoso) se valieron del apoyo que tenían en las redes y medios para cometer sus fechorías, más allá de enfrentar a la policía antimotines.

 

Grupos de vecinos y simpatizantes del gobierno formaron brigadas para impedir más hechos delictivos en sus localidades.

 

(LaIguana.TV)