La situación con la variante ómicron cambia tan rápidamente que es difícil saber cómo están las cosas.

A veces, las noticias parecen siniestras, como cuando los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC) informaron que la cepa pasó del 0.7% al 73% de las nuevas infecciones en EE.UU en solo dos semanas.

En otras ocasiones, las noticias parecen alentadoras, como cuando los funcionarios sudafricanos observaron que los casos por Ómicron parecían disminuir casi tan rápido como habían aumentado.

¿Cómo podemos saber qué está pasando realmente? ¿Qué indicadores revelarán los verdaderos poderes de la variante? ¿Y cuándo sabremos si Ómicron representa un revés en la pandemia, un desastre o una calamidad total?

Aquí le damos un vistazo para estar atentos.

¿Qué es lo peor que podría pasar?

Podríamos darnos cuenta de que, además de ser aproximadamente 22 veces más transmisible que la cepa de coronavirus original surgida en Wuhan, China, ómicron causa casos más graves, erosiona la inmunidad proporcionada por las vacunas o por una infección previa y es resistente a los tratamientos actuales.

¿Cuál sería el mejor escenario?

Sería notar que las infecciones por ómicron causan pocos síntomas leves en la mayoría o en todos los que se infectan. Incluso con altas tasas de transmisión y una gran cantidad de casos entre vacunados, una variante que cause poco más que resfríos o algunos días de fatiga podría ser bienvenida como el comienzo de la endemicidad, un estado en el que el virus permanece entre nosotros indefinidamente, que podría marcar el comienzo del fin de la pandemia.

¿Eso es factible?

Para que ese escenario en el mejor de los casos se materialice, ómicron tendría que abandonar el desagradable hábito del coronavirus de causar enfermedades graves y la muerte en personas de edad avanzada o médicamente frágiles. También tendría que dejar de causar “COVID prolongado”, una condición misteriosa con una variedad de síntomas persistentes como intolerancia al ejercicio, dificultades para dormir y confusión mental, que ocurre en más de la mitad de las personas que transitaron el virus.

También sería bueno si una infección dejara al menos unos meses de inmunidad a su paso, o si confiriera inmunidad a largo plazo después de varias infecciones. Durante algunas décadas, los bebés, las personas mayores y aquellos con afecciones médicas de alto riesgo podrían vacunarse para prevenir casos graves de COVID-19. Pero eventualmente, mientras que los bebés continuarían recibiendo la protección a corto plazo de la vacuna, la exposición de la mayoría de las personas al virus año tras año les permitiría resistir una infección sin mucha preocupación.

Esta es básicamente la tregua que la humanidad ha alcanzado con otros cuatro coronavirus que causan lo que llamamos el resfriado común.

¿A qué debemos estar atentos?

Algunas piezas del rompecabezas están comenzando a completarse. Investigadores del Imperial College de Londres han estimado que ómicron tiene 5.4 veces más probabilidades de causar una reinfección que delta. Eso significa que se magnificará el impacto de cualquier tendencia negativa.

Qué tan peor podría ser dependerá de lo que vaya ocurriendo. Es importante averiguar a quién infecta ómicron y a quién le genera un caso grave o la muerte.

Además, saber cuándo y por cuánto tiempo las personas infectadas con ómicron son contagiosas es crucial para evitar que el sector de la salud se vea abrumado, remarcó el Dr. Peter Hotez, decano de la Escuela Nacional de Medicina Tropical de la Facultad de Medicina Baylor.

¿Cuándo lo sabremos?

Las próximas dos a ocho semanas serán críticas, anticipó un epidemiólogo de la Universidad de Minnesota, Michael Osterholm. Con sus superpoderes de transmisión, ómicron probablemente causará una “tormenta nacional” de casos, dijo. Posiblemente ninguna región se salve, porque la nueva variante se propaga rápido.

¿Cómo sabremos si ómicron enferma más a la gente?

En Estados Unidos, las hospitalizaciones son la moneda por la cual se juzga con mayor frecuencia la gravedad de la enfermedad. El tratamiento hospitalario abarca desde las cuestiones de rutina hasta la atención crítica, y el recorrido de un paciente suele quedar bien documentado, en comparación con quienes se enferman y se reponen en sus casas.

Pero los epidemiólogos consideran que la hospitalización es un “indicador retardado” de la virulencia de un patógeno. Suponiendo que las muchas mutaciones de Ómicron no hayan cambiado el patrón básico de ataque del coronavirus, suele tomar una semana o dos después de que aparecen los primeros síntomas para que un paciente con COVID-19 se enferme lo suficiente como para requerir hospitalización. La muerte normalmente se produce en 30 días, aunque muchas personas resisten por más tiempo.

La tendencia que comenzará a contar la historia de la virulencia de ómicron es una proporción. Los investigadores calcularán el número de nuevas infecciones informadas un día X y lo compararán con la cantidad de hospitalizaciones reportadas aproximadamente dos semanas después. También calcularán la proporción de casos nuevos informados el día X con respecto a las muertes por COVID-19 causadas por Ómicron tres o cuatro semanas más tarde. “Sabremos que hay un problema si esa proporción cambia”, explicó Hotez.

Una cosa a tener en cuenta: si ómicron tiene más probabilidades que las variantes anteriores de causar infecciones asintomáticas o casos extremadamente leves, y esos pacientes no se hacen la prueba, eso podría resultar en una subestimación de la capacidad de la variante para enfermar a las personas.

¿Qué está pasando en el extranjero, y qué nos puede decir eso?

La experiencia de otros países donde ómicron ha estado circulando por más tiempo puede ofrecer pistas tempranas de lo que podría ocurrir aquí. Pero los diferentes sistemas de salud, el estado de vacunación y la demografía de la población hacen que las comparaciones sean imperfectas.

Esta semana, la Organización Mundial de la Salud informó que las hospitalizaciones en Sudáfrica y el Reino Unido continúan aumentando, y dijo que era “posible” que sus sistemas de atención médica se vieran abrumados. Pero la OMS también señaló que los datos sobre la gravedad clínica de las infecciones por ómicron son “todavía limitados”.

Los datos anteriores de Sudáfrica sugirieron que las infecciones por la nueva variante podrían causar una enfermedad más leve y resultar en una menor necesidad de oxígeno suplementario y hospitalización. Un estudio preliminar publicado el miércoles en el sitio de intercambio de ciencia MedRxiv señaló que los trabajadores de la salud sudafricanos vacunados que de todas maneras se infectaron por ómicron tuvieron menos probabilidades de requerir atención hospitalaria intensiva que aquellos cuyas infecciones fueron causadas por las variantes delta o beta.

La Agencia de Seguridad Sanitaria de Reino Unido informó esta semana 45.145 casos confirmados de ómicron en Inglaterra, Gales, Escocia e Irlanda del Norte, con 129 hospitalizaciones y 14 muertes probablemente atribuibles a la nueva cepa. Pero los casos podrían fácilmente ser tres veces más altos, reconoció la agencia. Esa incertidumbre sobre cuántos casos de ómicron hay realmente dificulta precisar una proporción clara de episodios por cantidad de personas internadas.

¿Qué significaría si ómicron enfermara a distintos grupos de personas?

¿Siguen siendo los hombres un poco más propensos a morir que las mujeres? ¿El COVID-19 continúa siendo un padecimiento con más probabilidades de causar enfermedad y muerte en personas mayores? ¿Siguen siendo típicas las infecciones asintomáticas en los niños? Durante las próximas semanas y meses, los investigadores buscarán registros médicos y volverán a examinar a los grupos existentes de participantes del estudio para encontrar respuestas a preguntas como estas.

También observarán los cambios en la forma en que se desarrollan las infecciones por ómicron para ver si los síntomas característicos como la inflamación descontrolada, las anomalías en la coagulación de la sangre y el daño pulmonar siguen siendo características clave del COVID-19. Estos hallazgos podrían señalar factores importantes que hacen que algunas personas sean más vulnerables a la nueva variante y, por lo tanto, necesiten más protección de la vacuna.

¿Y los niños?

Investigadores sudafricanos informaron desde el principio que los niños parecían más propensos a ser hospitalizados en caso de infección por ómicron, una tendencia que se apartaría de las variantes pasadas y que será vigilada de cerca.

Si, en general, los pacientes más jóvenes tienen menos probabilidades de enfermarse, no obstante será importante establecer si siguen siendo eficaces propagadores del virus.

¿Seguirán funcionando las vacunas?

Las pruebas de laboratorio de Ómicron ya han indicado que el suero sanguíneo de las personas vacunadas no puede evitar que el virus invada las células. Pero se necesitarán datos del mundo real para confirmar y desarrollar esos hallazgos de laboratorio.

Si las personas vacunadas y con refuerzo comienzan a llenar hospitales y fallecen, será una prueba sombría de que la protección de las vacunas fue gravemente socavada. Hasta ahora, los CDC afirman que dos dosis de la vacuna de ARNm parecen reducir el riesgo de enfermedad grave con Ómicron. Pero los funcionarios enfatizan que agregar un refuerzo fortalecerá esa protección, e instan a los estadounidenses a hacerlo si son elegibles.

(Los Ángeles Times)