Tres cuestionamientos que aparecen en diversos medios venezolanos bastan para dar cuenta del estado actual del liderazgo de Juan Guaidó en el interior de la oposición venezolana.

Allan Brewer-Carias ha dado la primera estocada a las pretensiones de mantener el Gobierno interino de Guaidó. Según el profesor de derecho público, la modificación hecha para que Juan Guaidó continúe al frente de un supuesto Gobierno interino viola toda norma jurídica.

«La reforma del Estatuto de Transición aprobada en primera discusión por la AN creando un Gobierno de Asamblea no solo es el ‘suicidio’ del régimen de transición a la democracia decretado en 2019, sino que es inconstitucional al violar el principio de separación de poderes», publicó Brewer-Carias en su cuenta Twitter.

En un comunicado emitido por el mismo Brewer-Carias, se afirma que dicha reforma modifica «la estructura de Gobierno regulada en la Constitución» y «establece un Gobierno de Asamblea, en sustitución de un Gobierno a cargo de quien ejerce el Poder Ejecutivo, que es el regulado en la Constitución».

La segunda crítica proviene de Ricardo Sucre, politólogo venezolano, quien considera que si existe alguna razón para seguir manteniendo el llamado Gobierno interino es el neto beneficio económico.

La estructura del círculo cercano a Guaidó y López, conformada por aproximadamente 1.600 personas, según estimaciones hechas por el analista, se ha convertido en «una forma de vida para mucha gente». Un agujero negro que consume millones de dólares anuales.

«No solo la Presidencia interina vive de eso. Guaidó vive de eso. Su grupo vive de eso. De eso viven portales, viven periodistas, politólogos, analistas, influencers, famosos, académicos. Eso es un ecosistema que se alimenta de esos 153 millones de dólares, que se alimenta de la expectativa de un control de recursos y esto tienen que mantenerlo porque la otra opción es —vamos a decir— la nada», destacó Sucre.

Francisco Rodríguez, economista venezolano, ha sido más lapidario a la hora de hacer un balance sobre la utilización de los recursos económicos de los que hace uso Juan Guaidó.

«El gasto del Gobierno interino (7,7 millones de dólares mensuales) es equivalente a lo necesario para proveer de alimentos a 30.000 familias venezolanas», señaló Rodríguez en su cuenta de Twitter.

Junto con la derrota que sufriera en las Naciones Unidas, en el que 177 países de 193 reconocieron a Nicolás Maduro como único representante legítimo de Venezuela, el ascenso de una nueva oposición política no tutelada por Washington y la desaparición del Grupo de Lima como soporte político en la región latinoamericana de Guaidó y Leopoldo López, es posible decretar la derrota de este juego perverso impulsado por Estados Unidos y conocido como Gobierno interino.

Lamentablemente, con la anuencia de países como Inglaterra y un sistema financiero internacional hecho a la medida de la Casa Blanca, el país suramericano seguirá sin tener acceso a sus activos financieros en el exterior y seguirá cercado para acceder de manera justa y equitativa a recursos económicos importantes, así como a recursos que bien podrían ayudar a solventar las dificultades producto de la pandemia de la COVID-19.

Esta es la única y triste victoria de la que podrá seguir presumiendo Washington y sus operadores políticos en Venezuela al finalizar 2021.

¿Cuál es el futuro de la oposición en el 2022?

Sin embargo, una de las noticias que podríamos considerar positivas y que nos deja este 2021 es que el Gobierno venezolano ha destrozado las pretensiones que buscaban deslegitimar su sistema electoral y, por ende, la credibilidad política que lo mantiene.

Hablar de oposiciones es mucho más acertado a la hora de definir el panorama político del porvenir.

Un fragmento de ellas ha dejado de ser satélite de los designios del salón oval y de los grupos de presión política radicados en Miami, ha sabido sortear los chantajes y ya se conforma como una fuerza autónoma en el escenario político del país.

¿Qué significado tiene esto de cara a los escenarios electorales futuros? Un nuevo mapa de actores a tomar en cuenta.

Por un lado, Manuel Rosales, excandidato presidencial, se ha hecho de nuevo con la gobernación del Zulia y buscará asumir el liderazgo de una oposición fragmentada y sin brújula programática. Con un caudal de votos de aproximadamente 600.000 electores, es quien posee la mayor fuerza para avanzar en la reorganización de la oposición. Lo cual no garantiza que lo logre.

Capriles Radonski busca la reunificación de su partido y la renuncia de Julio Borges a su labor dentro del desprestigiado interinato, son una señal de ello. No obstante, a pesar de las afiliaciones con grupos de poder económicos tradicionales en el país, han perdido importantes espacios de poder local como alcaldías y consejos legislativos lo cual complica sus pretensiones a la hora de reclamar encabezar un liderazgo nacional.

Dentro de estas oposiciones, existen aspectos novedosos que antes no eran percibidos.

Si el odio inculcado por los medios de difusión y engrasado con el dinero proveniente de la USAID modeló por muchos años la máquina electoral de la oposición, ahora esta práctica ha perdido fuerza. Los números históricos de la abstención lo dicen.

En este sentido, sin desmeritar el poder que tiene el rediseño psicológico aplicado a la población venezolana para adversar cualquier proyecto de corte socialista, la variedad actual del voto opositor hace mucho más complejo avanzar en una propuesta electoral que los lleve a las urnas solo con la consigna del No al chavismo.

Es difícil predecir qué nueva estrategia vendrá. Para ello sería necesario saber si Estados Unidos, quien ejerce el monopolio del aparato mediático de oposición, se quedará satisfecho con solo mantener el control de los activos venezolanos en el exterior, o se sincerará y entrará de nuevo al juego de la política venezolana, del cual ha quedado completamente fuera.

Lo único que podemos desear, considerando que es imposible un Estados Unidos que deseche la injerencia de su política exterior, es que en este 2022 la Casa Blanca haya metabolizado de manera clara el mensaje de paz y apego constitucional dado por el pueblo venezolano y que en el caso de que desee continuar tutelando una parte de las oposiciones, lo haga descartando a Guaidó y su estrategia de sanciones y desestabilización fallida.

Es lo mínimo que podrían hacer, aunque en honor a la verdad, sería pedirles mucho a unos halcones que hicieron nido alrededor de la doctrina de guerra infinita y que nunca se han acostumbrado a pedir perdón por los daños causados.

(Sputnik)