La erupción del volcán submarino Hunga-Tonga-Hunga-Ha’apai el pasado 12 de enero marcó un antes y un después para Tonga, nación insular del Pacífico.

Al extenso daño se sumó el tsunami que arrasó con toda clase de construcción a su paso, dejando hasta ahora un reporte de al menos tres muertos.

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Con las comunicaciones gravemente obstaculizadas por la ruptura de un cable submarino , la información sobre la magnitud de la devastación después de la erupción del sábado provino hasta ahora principalmente de aviones de reconocimiento.

Hoy, no queda nada de lo que era Tonga.

La nación, según se puede observar por imágenes captadas desde satélites y aviones que vuelan en la zona, está cubierta por un manto de cenizas que obstaculiza los esfuerzos de rescate.

El principal aeropuerto internacional de Tonga, Fua’amotu, no resultó dañado por la erupción y el tsunami, pero la fuerte lluvia de cenizas que cayó impide que funcione a pleno rendimiento, lo que dificulta de socorro internacional.

“La prioridad ahora será hacer llegar los suministros a Tonga, y la mayor limitación en este momento… es el aeropuerto. Todavía hay una cantidad significativa de ceniza“, dijo el ministro australiano para el Pacífico, Zed Seselja.

Las olas del tsunami que alcanzaron los 15 metros golpearon el grupo de islas Ha’apia, donde se encuentra Mango, y la costa oeste de la isla principal de Tonga, Tongatapu, dijo la oficina.

Los residentes estaban siendo trasladados a centros de evacuación cuando 56 casas fueron destruidas o seriamente dañadas en esa costa.

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La erupción del sábado se sintió en lugares tan lejanos como Alaska y provocó perturbaciones en el oleaje por toda la costa del Pacífico, desde Japón hasta Estados Unidos o Chile.

 (Agencia)