En esta nueva edición del jueves de filosofía en Desde Donde Sea, Miguel Ángel Pérez Pirela conversó con la académica, escritora y activista mexicana Karina Ochoa, experta en pensamiento descolonial, sobre las diferencias entre el feminismo de esa corriente y el feminismo eurocéntrico.

Antes de darle la palabra a su invitada, Pérez Pirela refirió que Ochoa cuenta con un doctorado en Desarrollo Rural de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM), forma parte del Sistema Nacional de Investigadores (SNI) de su país y es profesora e investigadora de la UAM.

Además apuntó que si bien hoy en día las ideas del feminismo han permeado en distintos niveles de la sociedad, en muchos casos –y desgraciadamente–, cuando se invoca el término, se hace partiendo del principio de que se trata de un discurso de moda, identificado con las clases medias blancas del norte global, en contraposición a las realidades que atraviesan al sur global.

Los límites del concepto universal de mujer de los feminismos hegemónicos

Ante esto, la especialista acotó que no se trata de un debate nuevo dentro de los feminismos y refrendó que la mayor parte de las veces alude a los feminismos que se producen en los nortes globales, que si bien tienen una larga tradición de crítica hacia los procesos de opresión hacia las mujeres, no se trata de las únicas propuestas.

Así, puntualizó que desde los sures globales también se han cuestionado y debatido las lógicas de dominación que padecen las mujeres, sin dejar de lado que en este caso están indefectiblemente transversalizadas por la herencia colonial y su carga de clase y racialización.

Ochoa acotó que en el caso de América Latina, estas resistencias se remontan a la época colonial, aunque no abunden los registros escritos de tales luchas, lo que se explica porque la mayor parte de las mujeres estaba excluida del privilegio de la escritura, no solo por su condición de mujeres, sino por la racialización de la que eran objeto.

Esta realidad, precisó, cambió en el siglo XX con la movilización de las mujeres afroamericanas y de los feminismos negros. A su parecer, de particular interés resulta el trabajo de Bell Hooks, quien en su obra Las mujeres negras y el feminismo denunció que la universalización de la mujer que proponía el feminismo estadounidense de la mano de autoras como Betty Friedan, no reflejaba la realidad de las mujeres que no eran blancas, universitarias y residentes de entornos urbanos.

La investigadora mexicana destacó los feminismos decoloniales comparten que esta mujer universalizada presentada en el marco analítico de los feminismos blancos hegemónicos, acaba eclipsando al resto de las mujeres, tal y como denunciara Hooks a principios de la década de 1980.

Mencionó, asimismo, que otra de las fuentes de las que bebieron los feminismos decoloniales  son los trabajos de Angela Davis y Patricia Hill Collins, pues fueron decisivos para el desarrollo de los enfoques feministas interseccionales, particularmente en lo tocante a las batallas jurídicas que le ha correspondido dar a las mujeres negras en la lucha por la justicia, en tanto están cruzadas por al menos dos dominaciones: la masculina y la racial.

A su juicio, la dominación racial no puede considerarse una condición de orden secundario, al punto que, en términos de las realidades que las oprimen, las mujeres negras acaban estando más cerca de los hombres negros que de las mujeres blancas, universitarias y citadinas, pretendidamente presentadas como un universal por los feminismos hegemónicos.

Para ilustrar, comentó abordaje que se hace en los Estados Unidos de las denuncias por violencia de género formuladas por mujeres negras. En estos casos, explicó, la Policía arremete con violencia excesiva contra los cuerpos de los hombres negros denunciados, algo que no sucedería si el sindicado fuera un hombre blanco.

En el mismo orden refirió los trabajos de Angela Davies con hombres negros encarcelados, que han dejado de manifiesto el racismo estructural presente en el sistema de justicia estadounidense.

De allí que una de las apuestas de los feminismos descoloniales es problematizar la realidad, en un intento por escapar de la universalización de noción de que la dominación de género se ejerce de la misma manera en todo contexto cultural, cuando definitivamente no es el caso, subrayó Ochoa.

Para ello, precisó, los feminismos descoloniales incorporan otras variables en el análisis de las opresiones de género, tales como raza, clase, edad y heteronormatividad, lo que constituye un aporte indudable de los feminismos periféricos al estudio de estas realidades.

Para cerrar este punto, destacó que en América Latina, las mujeres racializadas, sin acceso a la escritura, que se mueven en las zonas del no-ser, históricamente han visibilizado las opresiones, en forma de protestas y testimonios orales, que luego han sido recogidos por otras mujeres –mestizas o blancas y con estudios universitarios–, lo que ha evidenciado la inmensa brecha que existe entre el tipo universalizado de opresión de género descrito por los feminismos eurocéntricos y los que atraviesan a las mujeres de los sures globales.

Feminismos, maternidad y familia

La experta refirió que no hay una sola manera de entender la maternidad y los maternajes en los feminismos, aunque pudiera existir la idea errónea –debida en parte a la preeminencia del discurso de los feminismos socialista y marxista, ambos europocéntricos– de que los feminismos defienden la liberación de la mujer a partir de la no-maternidad, aunque no sea siempre el caso.

A modo de ilustración comentó que la feminista mexicana Mónica Cejas, quien ha trabajado con mujeres de África provenientes de sectores subalternos, insiste en que el maternaje y la maternidad posibilitan estrategias de reconocimiento positivo de la mujer en ciertos contextos y escenarios.

Del mismo modo, recordó que la no-maternidad entendida como liberación, también respondió a las necesidades de los nortes globales y se concretó en buena medida porque en esos Estados se han garantizado derechos para las mujeres impensables en las zonas del no-ser, de las periferias, en la que la sobrevivencia se impone.

Por ello, Ochoa estima que es imprescindible ahondar en el debate, porque la realidad muestra que el maternaje y las redes de maternidad plantean otro tipo de reconocimiento y de necesidades, al tiempo que redefinen el lugar de las mujeres.

En su criterio, eso hay que reconocerlo, porque de otro modo se puede incurrir en el mismo error de los feminismos hegemónicos: invisibilizar realidades que no posibilitan la liberación de ninguna mujer.

Adicionalmente explicó que en el feminismo ilustrado, la familia daba cuenta de la subordinación de las mujeres a los hombres, pues las mujeres estaban relegadas a los espacios privados en desmedro de su participación en otras labores de la sociedad.

A su parecer, esta tesis puede ser rápidamente puesta en cuestión, si se considera que, por ejemplo, en América Latina las mujeres esclavizadas negras participaban del espacio público en tanto trabajadoras de las plantaciones y eso no garantizó una realidad diferente para ellas.

Con esto, aclaró, no quiso desconocer la validez de lo planteado por los feminismos hegemónicos, solo precisar su alcance, pues efectivamente en el caso de las mujeres blancas de América Latina, esposas de amos o pertenecientes a las clases más favorecidas, el modelo de familia nuclear representaba un corset para su participación en otras esferas de la vida social.

Resaltó que, no obstante, al mismo tiempo, las mujeres negras eran entendidas como vientres de producción de mano de obra que sería vendida a terceros en algún momento, lo que les privaba de la posibilidad de constituir una familia semejante a la de los amos y reconfiguró la manera como se establecían las alianzas familiares, pues la consanguinidad dejó de ser el valor principal.

Para redondear lo antes dicho, la investigadora insistió en que no puede pensarse que el modelo pensado bajo sujetos aparentemente neutros sea el punto de referencia de todo lo que existe y de todos los sujetos y sujetas que hacen parte de la realidad compleja del mundo.

Justo por ello defendió que cuando se aplica el enfoque descolonial para abordar los problemas de dominación de género, se evita caer en universales defendidos por los feminismos hegemónicos, que pese a la abundante evidencia disponible, no parecen haber sido atravesados por la raza, la clase u otras categorías que suponen otras formas de opresión coexistentes con la dominación de género.

Feminismos e Islam

Karina Ochoa admitió que la dupla feminismo-Islam resulta a menudo difícil de entender para quienes se posicionan en el discurso de los feminismos hegemónicos, que se han demostrado incompetentes para comprender cuál es la posición de una mujer racializada y segregada por sus creencias religiosas.

Para mostrar su punto, relató que en los suburbios de París, donde hay fuerte presencia de población musulmana y árabe, los hombres han sido históricamente blanco de la violencia del Estado, pero en el momento que esto opera, las mujeres de esas comunidades racializadas suelen solidarizarse con los hombres, sin que ello signifique que ignoran su propia situación de subordinación.

Ante esto, explicó, las mujeres de los feminismos hegemónicos suelen aliarse con el Estado y defender la agresión hacia los hombres, en lugar de hacerlo con sus pares racializadas, porque son incapaces de ver el mecanismo de doble opresión que opera en esa circunstancia.

De este modo, la activista reconoció que estas mujeres feministas musulmanas hacen una lucha doble, pues por una parte reconocen las lógicas de opresión que pesan sobre ellas y por la otra, también reconocen las violencias que sufren los hombres de su comunidad, lo que hace que hombres y mujeres puedan cohesionarse en bloque para denunciar las opresiones colectivas que padecen por su raza o creencia.

Del mismo tenor, asegura, ha sido la llegada de los feminismos occidentales, impregnados de lógica eurocéntrica al norte de Marruecos: llegan anunciando que liberarán a las mujeres musulmanas del hijab, sin preguntar siquiera qué significa para ellas esa prenda, que en episodios históricos como la Guerra de Independencia de Argelia, representó un símbolo de resistencia.

En su criterio, esto sucede porque la mirada feminista de Occidente unifica a la mujer musulmana bajo una lógica salvacionista que desconoce a las propias mujeres en su realidad concreta, replicando aquello que Enrique Dussel ha llamado el mito del salvacionismo redentor, que en América Latina comenzó en el siglo XVI.

Los hombres y los feminismos

Para cerrar su disertación, la profesora Ochoa reflexionó sobre el espacio de los hombres en los debates que adelantan los feminismos y si bien admitió que se trata de un asunto difícil de responder, insistió en la necesidad de abrir procesos de reflexión conjunto en los espacios donde las personas desarrollan su vida acerca de las distintas opresiones que les atraviesan, que trascienden al género y por ello no deben ser discutidos exclusivamente por mujeres. 

Además apuntó que los hombres viven procesos que también deben ser reflexionados, particularmente los relativos a los imperativos de la masculinidad dominante (ser proveedor, ser protector y ser fuerte), pues en las condiciones que impone el capitalismo a las personas de los sures globales, su identidad apenas solo puede sostenerse en la violencia.

Destacó que en paralelo se han construido discursos en los que el hecho de ser hombre es prácticamente un delito y en ciertos entornos cobra fuerza la idea de que todo hombre es violentador.

Frente a estas narrativas, que valora improductivas, Ochoa defendió la necesidad de que desde la infancia y en los entornos comunitarios se discutan abierta y francamente las condiciones en las que todos –mujeres, hombres y no-binarios– tengan la posibilidad de ser.

En este orden subrayó que la ecuación hombre igual violencia deja de lado que donde se vive hay hombres y mujeres, que lo seres humanos no estamos aislados sino vivimos con sujetos y sujetas con los que habrá que construir el mundo otro.

Desplazándose al otro lado del péndulo, aseguró que tampoco sirve para mucho que un hombre se asuma feminista en abstracto, sin cambiar sus prácticas, porque no son las etiquetas las que conseguirán cambiar el estado actual de las cosas, sino la problematización de las violencias que se viven en todas las periferias.

En virtud de eso sostuvo que el objetivo de los feminismos decoloniales es dar debates y batallas para construir otras alternativas de existencia  para todos los seres del planeta, no solo los seres humanos, sino de la tierra y de los otros seres vivientes en general.

A modo de cierre, aseguró que si bien es cierto que hay por el medio un debate ontológico y que es indispensable disputar las narrativas porque estas otorgan las condiciones de posibilidad al no-ser, la tarea de los feminismos decoloniales debe apuntar a la disputa de los horizontes de sentido, pues la Modernidad niega la existencia de quienes no han sido instituidos como sujetos completos.

Otra tarea que en su criterio es todavía más importante es «hacer porosidad» en términos de las acciones políticas y en la propia vida cotidiana, debido a la incidencia concreta que tienen estas acciones, aunque puntualizó que todas estas luchas son necesarias.

Para concluir, señaló que estas reflexiones son vitales en un tiempo en el que todo se está reestructurando y la pandemia terminó de correrle el velo al capitalismo y dejó al descubierto sus monstruosidades.

(LaIguana.TV)