Este jueves 25 de enero, Miguel Ángel Pérez Pirela tuvo invitado en su programa Desde Donde Sea con el filósofo, historiador y teólogo argentino-mexicano Enrique Dussel, a quien se le considera como uno de los pensadores más importantes de América Latina y el representante más destacado de la escuela decolonial.

Dussel cuenta con una dilatada trayectoria que incluye diálogos con otros filósofos contemporáneos como Karl-Otto Apel, Gianni Vattimo o Emmanuel Levinas, 50 libros y más de 400 artículos. Además, es considerado uno de los padres de la Filosofía y de la Teología de la Liberación.

¿Es posible una Estética de la Liberación?

Como primer punto, el pensador apuntó que está próximo a terminar un tomo de unas 200 páginas sobre la Estética de la Liberación que tuvo como antecedentes las Siete Hipótesis de Estética que presentara en 2018 en Chile, que con variadas correcciones en virtud de errores detectados, constituyen el volumen en preparación.

En paralelo, refirió que terminó de corregir el tercer tomo de su Política de la Liberación, que consta de unas 1.500 páginas y saldrá publicada bajo el sello de editorial Trotta.

Empero, advirtió que en función de la experiencia vivida con las Siete Hipótesis de Estética, sus muy conocidas 20 Tesis de Política tendrán que ser corregidas por la nueva generación de jóvenes filósofos.

Regresando al contenido de la Estética de la Liberación, relató que en la historia de la filosofía eurocéntrica, desde los griegos hasta la modernidad, con la Crítica del Juicio de Kant y la Estética de Hegel, y continuando con Nietzsche y otros contemporáneos, se atreve a decir que no ha leído aún a quien haya definido la belleza y aseguró que en los casos en los que se intentó, resultó un acto fallido.

En contraste, sostuvo que su obra se mueve en un campo en el que descubre que nadie ha planteado definir la belleza como él lo está haciendo desde la Filosofía de la Liberación, si bien dentro de esa misma corriente ha tenido que echar marcha atrás con ideas con las que comulgó en otro tiempo, entre las que destacó el decir que una cosa es bella porque tiene un valor estético.

Desde una mirada retrospectiva, opinó que esa posición estaba tan equivocada como lo están entender la belleza como una idea (Platón) o la belleza concebida como «esplendor de la forma» (Tomás de Aquino), en este último caso por el carácter claramente ambiguo de la categoría «esplendor».

En su lugar, Dussel apuesta por entender la belleza a partir de una relación dialéctica con el gusto. Y si bien este último término fue ampliamente debatido durante el siglo XVIII por filósofos tan relevantes como Immanuel Kant, en ningún momento se relacionó con la belleza.

A su juicio, esto ocurrió porque como el gusto no es un acto intelectual sino un acto sentimental, Kant, Hegel y muchos otros consideran a los sentimientos como un acto menor, frente a los actos intelectuales implicados en el conocer.

Así las cosas, para descubrir la relación dialéctica entre belleza y gusto, impera reformular toda la antropología, de manera tal que pueda descubrirse en qué se basa la emotividad humana.

A partir de categorías pertenecientes a la neurología y a la antropología física, el pensador decolonial apuntó que el conocimiento es un asunto cortical, mientras que la voluntad cuenta con el córtex, pero también con el sistema límbico, por lo que tiene algo de emotivo, por lo que bajo su punto de vista, la estética se transforma en un asunto dialéctico en el que convergen estas dos cosas.

Por la misma razón, explicó, el gusto estético no tiene que ver con los propósitos del bien y del mal, sino en la manera en la que ha sido definida desde el eurocentrismo, que con matices, se resume en la idea de «lo que me agrada»; dicho de otro modo, desde la sensibilidad del sujeto.

Pero, subraya, bella es la cosa real misma; no un valor sino la cosa sustantiva que confronta al sujeto en un ámbito muy preciso: su supervivencia, de lo que se desprende que si algo se considera bello es porque es fuente de la vida del sujeto.

A modo de ilustración, refirió que el mejor ejemplo para mostrar el modo de operación de su razonamiento el acto de comer. Desde el punto de vista empírico, el único órgano que permite sentir la sensación de gusto son las papilas de la lengua, pero como para que algo tenga gusto, tiene que ser causa de vida, el cuerpo se estremece con alegría cuando descubre algo que le permite vivir.

De allí que en la definición de belleza está la vida y la belleza es la realidad misma en tanto alimento que puede producir la vida, enfatizó. De esta manera, la belleza se cumple en el hecho de haber comido.

A su juicio, el arte culinario es fundamental para comprender qué es la estética y no tanto las grandes sinfonías, los grandes cuadros o las grandes obras arquitectónicas. Se trata, asevera, del «arte de las artes» porque nos permite vivir, ello sin dejar de lado que el resto de las artes complementan la vida y la llenan de sentido.

Estéticas dominantes y resistencias culturales

Dussel puntualizó que fue sobre la base de esta definición que se abocó al estudio de la manera en cómo diferentes culturas entendían la belleza y determinó que existe un sistema que se impone como dominante y procede de una cultura en particular –la de Europa Occidental–, que cuenta con variados mecanismos de reproducción.

Para ejemplificar, refirió el modo en que opera la atribución de la belleza femenina, que sigue cánones fijados por la industria cinematográfica de Hollywood y califica como «fea» a toda mujer que no se corresponda con el patrón impuesto.

Por este motivo es de la opinión que cuando una persona asume como bello lo propio, de facto se levanta contra una imposición colonial que pretende el autodesprecio de las estéticas de las periferias, al tiempo que abre el compás para hacer crítica al etnocentrismo dominante, que asume que no hay belleza posible fuera de sus parámetros, cuando en realidad la vida se reproduce y se produce de variadas maneras en las diferentes culturas.

En su criterio, con esto quedaría claro que hay una dominación estética que cataloga como feo todo lo que no corresponde a la belleza impuesta, que llega al punto de ignorar que ignora, por ejemplo, que determinados rasgos faciales o corporales, se corresponden con una diferencia adaptativa pretérita.

Lo bello y lo feo más allá de los seres humanos

Para Enrique Dussel, la belleza no es un rasgo cuya percepción está restringida exclusivamente a los seres humanos, por lo que amén de los comentarios formulados acerca de las concepciones estéticas sobre los cuerpos que no están inscritos dentro del cánon dominante, avanzó comentarios sobre manifestaciones de la belleza extrahumanos, de valía en dentro de la cosmovisión latinoamericana.

Aunque admite que filósofos como el socialista utópico Henri de Saint-Simon afirmaron que la belleza era un rasgo propio de la humanidad, lo cierto es que existen antecedentes de que entre los animales existen criterios estéticos que favorecen asuntos como su reproducción, como bien apuntara Charles Darwin.

Sin embargo, matizó que esta estética no es autoconsciente sino instintiva, pero garantiza la detección de lo más bello, como sucede en el caso de los pavo reales, cuyas hembras, desprovistas de las llamativas plumas de sus pares masculinos, eligen para el apareamiento al macho con el plumaje más florido.

Abundan otros ejemplos, como la danza de las abejas o las peleas de los ciervos machos para aparearse con las hembras en una suerte de danza no mortal, añadió, aunque también es cierto que los pájaros cantan sin que medie el interés reproductivo o hacen de sus nidos verdaderas obras de arte, que sobrepasan la necesidad de reproducción y resguardo de las crías.

Admite incluso que aunque pueda sonar exagerado, los vegetales hacen de su existencia una experiencia estética, pues sus raíces buscan el agua para alimentarse y crecer, tienen memoria.

En todo caso, sobre la base de estos indicios, el historiador afirmó que la estética está universalizada, porque, reiteró, es bello aquello que causa la vida para todos los vivientes.

La relación entre la belleza y el creador

Para contrariar la noción del artista como un genio privilegiado, que crea a partir de una inspiración asentada en la nada, enfatizó que la belleza se da como parte de un sistema cultural. En la cultura, sostuvo, la belleza es un momento esencial y por eso es que cada una tiene su propio estilo de belleza, un asunto que puede comprobarse, por ejemplo, en los templos.

Una Estética de la Liberación supone entender que esta tiene como sujeto colectivo al pueblo y a contrapelo de la postura dominante, no asume que la belleza carece de criterios o leyes hasta que los genios los crean sino todo lo contrario: en toda cultura hay quien tiene capacidades individuales y es capaz de producir creaciones a partir de la sistematización de criterios de su cultura.

Con esto, destacó, no se trata de negar que existen los genios superdotados; apenas apuntar que surgen dentro de los criterios de la cultura en la que hacen la vida y no están más allá de ella; antes bien, son el fruto de un pueblo.

La estética es un campo que atraviesa a la política y a la economía

El filósofo de la liberación es de la idea de que la estética, además de enfocarse en lo bello, es un campo que atraviesa a otros –como la economía y la política– porque todo acaba estetizándose.

En este punto echó mano de un ejemplo conocido, que permite ilustrar cómo se pueden imbricar la estética y la política: Hitler armaba con su equipo, incluyendo a un arquitecto, la escenografía en la que se desarrollarían los grandes actos de masas del nazifascismo, que incluían la impactante música de Wagner, marchas militares cuidadosamente ejecutadas y profusa simbología alusiva.

Lejos de considerarse un caso excepcional, Dussel opina que la política puede efectivamente instrumentalizar la estética, pero un artista también puede usar su arte para apoyar un ideal político.

En términos económicos, sucede algo semejante. A través de novedosas técnicas de diseño industrial que se emplean para hacer a los objetos bellos a la vista, el capitalismo reviste a las mercancías de un empaque que puede considerarse bello y la belleza pasa a formar parte del valor de cambio que se usa para extraer más ganancias, aún cuando los objetos cumplan efectivamente su función.

¿Es la estética la fase final de toda filosofía?

Enrique Dussel estima que la estética no es el final de la filosofía, sino que su estudio hace que el filósofo regrese a todo cuanto ha pensado antes, porque ama llegar a ciertas conclusiones a partir de argumentos, como hacen los matemáticos que realmente comprenden el funcionamiento de su disciplina y son capaces de realizar algún aporte.

A su parecer, es ese «encanto estético» lo que alienta todas las disciplinas y hace que, por ejemplo, los filósofos se dediquen con toda su fuerza y entusiasmo a comprender cosas y, eventualmente, ello les permita crear nuevos conceptos.

Siguiendo a lo que expresara el lógico Ludwig Wittgenstein en su Tractatus Logico-Philosophicus, en el que sostenía que «de lo que no se puede hablar, hay que guardar silencio», aseguró que ante las cosas bellas y fundamentales de las existencia, hay que guardar silencio, pues no se trata de ciencia sino de sabiduría.

Y aunque Wittgenstein entendía la ciencia como el saber que las cosas son, la mística es preguntarse por qué somos, es enfrentarse a la realidad y quedar absorto en su existencia.

San Francisco de Asís –a quien catalogó como un ‘hippie’ de la Edad Media–, es acaso un prototipo del místico, pues cuando estaba muriendo, entonó un Canto al Sol, ante el estupor de sus hermanos.

En su opinión, San Francisco de Asís cantó porque el místico es el que de pronto se ve envuelto en la realidad que le antecede y agradece por haber podido ser. Así, remató, la mística está sobre la ciencia y es el momento en que la realidad se muestra como el origen del ser y el gusto por la existencia.

¿Las reflexiones estéticas conducen a una teología de la liberación?

Para el filósofo decolonial la teología está a otro nivel distinto del pensamiento secular de la filosofía, a la que entiende como una inteligencia humana llevada al máximo, pero no es ese el asunto que ocupa a la teología –al menos de la liberación–, que apuesta por el estudio del sentido en relación con lo sagrado.

Así, como el sentido es creado por los seres humanos y no existe en sí mismo, también abre el compás para la emergencia del segundo campo simbólico: la mitopoyesis, que es hacer mitos sobre el significado de la vida, como ya apuntaba Aristóteles.

A partir de estas reflexiones, insistió en que el enfoque de la Teología de la Liberación concibe a la religión como un modo de creación artística, una obra exclusiva del ser humano que no le es dada a los animales, que es necesaria para que los pueblos dispongan de sus propios instrumentos de sentido, sin tener que pasar por las elaboraciones filosóficas.

Por esto estima que una religión que no domina al ser humano, es el signo de un mundo nuevo que valora la vida, en el que la estética tiene un papel central.

Belleza y verdad

Ante la pregunta de si la verdad es siempre bella, Dussel opinó que puede ser bella, pero decir eso de ella no garantiza que sea verdadera, porque la verdad vale con autonomía, es un acto de inteligencia que muestra que las cosas son. En otros términos, esto implica que en el cerebro se construye lo real tal y como es, y esa construcción es una representación que hace que las personas sepan cómo son las cosas.

Por otro lado la belleza, asociada de manera indisociable con el gusto –y con ello, en la voluntad, tampoco es la verdad, porque por muy libre que sea la voluntad, al final se trata de apuntar hacia lo bueno. De este modo, la belleza no es la verdad y tampoco el bien, sino lo real en tanto acto de vida, dijo para concluir.

(LaIguana.TV)