No hay capitalismo sin raza en toda América Latina, y tampoco es posible separar el patriarcado del sistema de dominación que se les ha impuesto a los pueblos originarios y luego a los esclavizados africanos y a los mestizos, sostiene Aura Cumes, investigadora guatemalteca de esta tríada de temas clave para la comprensión de la historia y del presente de la región nuestroamericana.

Cumes fue la invitada del Jueves de Filosofía, del programa Desde donde sea, que modera el filósofo y comunicador venezolano Miguel Ángel Pérez Pirela.

Natural de Chimaltenango, en la región central de Guatemala, Cumes obtuvo la Maestría en Ciencias Sociales por la Flacso/Guatemala en 2002 y posteriormente el doctorado en Antropología Social por el Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social (CIESAS) en México DF. También es diplomada en Estudios de Género y ha sido investigadora y docente del Área de Estudios Étnicos y del Programa de Género de la Flacso Guatemala. Es cofundadora de la Comunidad de Estudios Mayas.

Ha publicado numerosos libros en coautoría, entre ellos: La encrucijada de las identidades: Mujeres, feminismos y mayanismos en diálogo;  Mayanización y vida cotidiana; y La ideología multicultural en la sociedad guatemalteca.

A continuación, una versión del diálogo de Cumes y Pérez Pirela.

Miguel Ángel Pérez Pirela (MAPP): En este programa nos hemos paseado por la historia de la filosofía occidental, pero también hemos querido abordar el pensamiento nuestroamericano, indagando sobre conceptos como democracia, comunidad, política, feminismo y patriarcado desde otra óptica. Hoy tenemos una visita que me honra doblemente por ser una antropóloga e investigadora, y por ser maya. Es un honor presentar a Aura Cumes.

Aura Cumes (AC): Muchas gracias y encantada de estar con ustedes y poder charlar un rato.

MAPP: Acá estamos en la onda de problematizar y ver desde otra mirada, desde el sur, los grandes asuntos filosóficos fundamentales. ¿Qué relación existe entre los conceptos de patriarcado, capitalismo y colonialismo, los tres por los cuales tú te has paseado a través de un pensamiento otro?

AC: Como seguramente te ha pasado con tus otros invitados, no se puede hablar de un determinado concepto, sin vincularlo a su contexto histórico. Estos tres conceptos necesitamos colocarlos desde la historia de los países coloniales. El capitalismo es un sistema de dominación que surge al interior de Europa y, en términos sencillos, lo que hace es procurar la mercantilización de todo aquello que tiene vida. Todo es para el mercado, todo para la ganancia, todo para aquel que se considera a sí mismo apto para explotar y sacarle beneficio a algo. Cuando surge en Europa, el capitalismo está muy enraizado con el patriarcado porque lo que hace es desestructurar la vida colectiva que existió por largos tiempos en aquellos suelos y para eso necesitó separar a la gente. El patriarcado, cuando se rompe la unidad de las tierras comunales, hace una separación entre los hombres y las mujeres y también entre clases sociales porque eso le va a permitir a los capitalistas una mayor facilidad para constituirse en propietarios de tierras y salarizar el trabajo de los hombres. La propiedad de la tierra pasa a ser privada y se comienza a pagar salarios a los hombres. Se pasa por alto un hecho fundamental: para que un hombre sea apto para el trabajo tiene que haber disfrutado del trabajo de una unidad familiar, haber comido, tener vestido limpio, afecto, seguridad. Lo que hacen los capitalistas es pagarle al hombre el esfuerzo que realiza toda una unidad familiar. Absorbe y despoja la vitalidad de mucha gente, pagándole a una sola persona. Cuando se impone un sistema de dominación se hace a través de la violencia, ningún sistema de dominación se impone pacíficamente. Una de las maneras de imponerse el patriarcado en Europa fue a través de la persecución de las mujeres que tenían autoridad, como las sanadoras, las lideresas de las comunidades, las trabajadoras, las que se oponían al poder, y todo eso terminó en la llamada “caza de brujas”, un genocidio implementado a partir de castigos ejemplificantes como la tortura mediante instrumentos inventados para ello y la quema pública de mujeres. Esa la manera de transmitir el mensaje de cuál era la conducta permitida en las mujeres. Todo eso llegó a nuestro suelo a través del sistema de dominación colonial.

MAPP: Esto trae consigo, evidentemente, a partir de 1492, crea una relación muy fuerte con el tema de la colonialidad. Patriarcado y capitalismo encuentran en el continente americano una tierra fértil para seguir eternizando sus lógicas.

AC: Recordemos que en ese entonces la población de España estaba viviendo de una manera terrible, no así sus élites. Se estaba quemando a las mujeres, expulsando a los moros y a los judíos, quitándoles tierras a los pobres, había hambrunas, pestes, persecución de mujeres para forzarlas a la prostitución. Nada de eso se nos dice en la historia oficial, según la cual acá llegó gente de una Europa civilizada a querernos civilizar. La verdad es que venían escapando de una forma de vida horrenda y al llegar, uno de sus recursos más útiles fue emplear a dios como el argumento más fuerte de su dominio. En el nombre de dios se cometieron atrocidades y una de las maneras fue trasladar esas prácticas de dominación ya instituidas en Europa para aplicárselas a las poblaciones originarias. El capitalismo que se inventó allá, adquiere aquí como centro la idea de la raza. No hay capitalismo sin raza en toda América Latina. Esto se acentuó con la compra-venta de africanos esclavizados. Con ese factor y con la esclavización y servidumbre de los pueblos indígenas de constituye el capitalismo en estos suelos. Pero no es el mismo capitalismo europeo, sino un capitalismo colonial. Las mujeres indígenas van a sufrir en su vida y en sus cuerpos otras particularidades. Incluso las primeras mujeres españolas llegan como mercancía. El colonizador Pedro de Alvarado dice: “Vendrá mañana un barco con mercancía, incluyendo 20 mujeres, todas muy hermosas, que estamos seguros no quedará nada en tienda”. Es una visión  totalmente mercantilista de la mujer. Al llegar acá van a ser cuidadoras, guardianas de los linajes raciales de los colonizadores. La humanidad que habían perdido en Europa, la recuperan en estas tierras porque acá los patriarcas coloniales las van a considerar muy útiles para cuidar a los que luego serán los criollos, que se van a cuidar entre sí y argumentarán que tienen pureza de sangre y certificados de sangre y que van a dirigir los estados latinoamericanos más tarde. No van a estar en las mismas condiciones que las indígenas a quienes el colonialismo les impone un estatus diferente. Los colonizadores violaron a las mujeres de los pueblos originarios y las intercambiaron como regalos de pactos. La historia oficial dice que las indígenas vieron que los colonizadores eran muy bellos y caían rendidas ante ellos. Nada más ridículo, eso no ocurrió así. Aquí en Guatemala, en México y en muchos otros lugares las mujeres fueron utilizadas como piezas de cambio. Pedro de Alvarado trae a Luisa de Xicontencalt, una princesa tlaxcalteca. Mientras ella está dando a luz en el territorio que ahora es  Guatemala, secuestró a la esposa de uno de los principales  líderes achí, que es del pueblo de donde soy, y exigió como rescate que se le entregaran jóvenes vírgenes para repartirlas entre los colonizadores. Se usó a las mujeres como uno de los mecanismos para someter a los pueblos. Desde allí se ha cometido genocidio en el cuerpo de las mujeres indígenas. Eso comenzó con la colonización. No hay ninguna evidencia de que antes de eso, los aztecas, los mayas o cualquier otro pueblo, hayan genocidado a sus mujeres como lo hizo Europa. Un libro indígena, que se escribió en los primeros años de la colonia, indica que 400 mujeres y 400 hombres fueron  tributados a Pedro de Alvarado para lavar oro y para construir la ciudad de ese colonizador. Cuando vieron que las mujeres sabían hacer hermosos tejidos, las encerraron en grandes corrales para tejer. Cuando supieron que eran hábiles con el molino en piedra, se les exigió que molieran cal y pólvora para usos militares y agrícolas. Las mujeres eran secuestradas para ser nodrizas de los colonizadores y hay documentos de juicios en los que se observa que algunas de estas mujeres querían  huir de esas casas donde habían amamantado a los hijos de los colonizadores porque habían sido obligadas a abandonar a sus propios hijos. Miles fueron sometidas como sirvientas. En la historia se dice que las mujeres indígenas no tributaban, sino solo los hombres. Se construye la figura del indio tributario, que es el indígena varón entre 18 y 60 años que tiene la obligación de entregar determinadas cosas cada año. Pero, cuando vemos qué era lo que debían entregar, entendemos que era recolectado por mujeres, niñas y niños. Es la misma lógica del patriarcado europeo porque se genera el imaginario de que solo se le quita a una persona, en este caso a los indios hombres, mientras se oculta que a través de él se está succionando la vitalidad de toda una unidad familiar. Y, además, la Inquisición trae sus mecanismos aquí y por eso las guías espirituales, sanadoras, comadronas y hueseras son también perseguidas, encarceladas, torturadas y, en muchos casos, quemadas en hogueras.

MAPP: ¿En territorio americano?

AC: Sí, hay nombres concretos, casi todos ya españolizados. Es de esa manera que se va construyendo un patriarcado capitalista y colonial en nuestro suelo. Eso no les pasó a las mujeres blancas, criollas españolas. Y ahí comienza la evidencia de que no somos iguales por el solo hecho de ser mujeres.

MAPP: Entonces, surge una dialéctica entre un feminismo hegemónico, blanco y un feminismo indígena. Sé que tú has dicho que has invertido demasiado tiempo en esta polémica y que no te consideras feminista precisamente porque estás problematizando desde otra perspectiva el tema de la mujer indígena.             

AC: Primero, hay que decir, que el feminismo dominante o hegemónico comete el mismo error que la izquierda y muchos otros movimientos latinoamericanos. No vamos a responsabilizar solo a las mujeres por lo que hacen estas organizaciones que tienen una visión occidental de la solución del mundo. Las feministas dominantes parten de la idea de que las mujeres en los pueblos originarios estaban muchísimo peor que ellas, porque arrastran las nociones coloniales de que nuestros pueblos son, por naturaleza, bárbaros, salvajes, crueles y atrasados. Ellas expanden esas ideas y por eso oímos a destacadas feministas imaginando como vivían las mujeres en aquellos pueblos. Si el feminismo no reflexiona sobre sus premisas coloniales, no podemos caminar con ellas porque estamos sufriendo una violencia epistémica. No podemos dialogar con ellas porque siempre van a querer darnos lecciones desde la superioridad moral e intelectual. Yo no he estado dispuesta a hacerlo porque no se crece en un lugar así, porque se trata de dar vueltas en el mismo sitio, respondiendo cosas que debimos haber superado hace muchísimo tiempo. El feminismo tradicional sostiene que las mujeres estábamos completamente aplastadas y que solo tenemos voz gracias a las luchas feministas de los años 70 y 80. Tienen como antecedente la revolución francesa, que es un hecho muy importante, sin duda, pero cuando las mujeres de ese tiempo estaban luchando allá, cuando el movimiento comunal francés o inglés hicieron efervescencia, acá ya había también luchas de mujeres: Bartolina Sisa estaba luchando contra los colonizadores. Aquí tenemos cantidad de nombres de mujeres que junto a los hombres, lucharon contra la colonización y muchas de ellas fueron apresadas, castigadas, torturadas. Las mujeres estaban en movimiento allá, pero igualmente aquí, no solo contra los hombres colonizadores, sino también contra los hombres opresivos de sus propios pueblos. Es ridículo pensar que las mujeres de acá nunca hicimos nada y esperamos por las feministas occidentales hasta que ellas vinieron a salvarnos. Reivindicamos una historia que no se registra en los textos, pero que ahí está. Hemos luchado contra el capitalismo, el colonialismo, el patriarcado, el racismo, el sexismo, contra las clases dominantes. Hemos tenido una mirada distinta de la emancipación, de la transformación o del cambio de las relaciones de poder.

MAPP: Nos lleva a dar otro salto epistemológico, que tú has planteado en tus escritos y conferencias: que la discriminación de las mujeres presupone una interconexión entre etnia-raza, sexo-género y clase social

AC: El origen de los problemas que tenemos los pueblos indígenas y particularmente las mujeres, no es la discriminación. Esa es una de las grandes diferencias que tenemos con quienes argumentan desde la ONU o la CEDAW (Convención sobre la Eliminación de Todas las Formas de Discriminación contra la Mujer), cuando dicen que la discriminación es el problema más grande de las mujeres. Cuando se parte de una sociedad que no tiene problemas de racismo, podría verse así, pero en el caso nuestro, el origen es el despojo. No solo se nos dejó fuera de algo, sino que fue así desde los principios de la colonización. Se nos constituyó como seres despojables. Se nos despojó de la vida; de la vitalidad de la familia, no solamente la mano de obra, como se diría en un léxico de izquierda;  del territorio, del agua, de los bosques y de la epistemología, es decir, absolutamente todo. Y ese despojo se hace con una violencia extrema y anula la potencia política de nuestros cuerpos, es decir que se piensa que nosotros no tenemos alternativa para hacer política. Se nos piensa como servidumbres, masas a disposición de otros que pueden aprovecharse de nuestra vida. Esos cuatro elementos (despojo, violencia, servidumbre y anulación política) tienen mucho más peso que la discriminación

MAPP: Hay quienes sufren por ser mujeres; hay quienes sufren por ser indígenas; y hay quienes sufren por ser pobres. Pero hay quienes reúnen las tres condiciones. Y eso hace que la mujer blanca occidental no pueda comprender bien el rol que ella misma puede desempeñar como opresora, siendo a su vez oprimida.

AC: Sí. Decimos que somos indígenas en un sistema de dominación colonial; mujeres, en un sistema de dominación patriarcal; y empobrecidas en un sistema de dominación capitalista. Pero son sistemas que caminan de manera imbricada, fusionada, no se pueden separar. Es como licuar una mezcla de venenos, de la cual sale un nuevo veneno más nocivo. Nosotras somos las que estamos en el último peldaño de lo que se despoja. Yo planteo que el recurso por excelencia del colonialismo es la raza; el recurso del patriarcado es el sexismo; y el recurso del capitalismo es la clase social. Tanto el sexo como la raza tienen un base biologizada, se piensa que quien es racial y sexualmente diferente, lo es por naturaleza. Eso se sostuvo primero a través de la idea de dios, y luego, de la ciencia. En cuanto al otro punto, las feministas blancas plantean que el origen de la discriminación está en las culturas indígenas y por tanto, hay que eliminar esas culturas para que las mujeres indígenas puedan tener una vida más civilizada. De esa manera lo que logran esa anular las luchas que ellas mismas hicieron antes porque mientras ellas libraban las luchas para superar la discriminación, sus países nos estaban colonizando para darles a ellas una mejor calidad de vida. No se estaban muriendo de hambre porque tenían las condiciones derivadas de la colonización de otros países. Allí hay una trampa.

MAPP: La mujer indígena (y yo agregaría a la afrodescendiente) sufre la discriminación desde tres lugares diferentes: racismo, sexismo y capitalismo, lo que las coloca en un lugar de cien años de soledad, ni siquiera puede ser contada la exclusión que vive porque es multiforme y desde varios lugares.

AC: Así es y si usamos la categoría mencionada del despojo, estamos triplemente despojadas. Y a eso habría que agregar agravantes en los casos de las niñas, las mujeres desplazadas, las mujeres con discapacidad. Una de las expresiones tradicionales de ese múltiple despojo es la servidumbre. En Guatemala, ser llamada María es casi igual a ser sirvienta. Cualquier mujer indígena va a una ciudad o pueblo y le pueden ofrecer trabajo en casa particular porque el imaginario colonial de quien lo ofrece es que si soy mujer indígena he nacido para ser sirvienta. Y eso es así no solo porque lo piensan, sino porque la estructura política y económica de nuestros países nos colocaron en una división racial y sexual del trabajo. Por eso las mujeres indígenas tenemos que ser sirvientas y los hombres indígenas, mozos de finca o de otros lugares. No nacimos así, pero se fue construyendo sistemáticamente la servidumbre en nuestras vidas. De allí surge también el problema de la violencia sexual: de cada diez mujeres violadas, nueve eran indígenas, mayas y rurales en Guatemala. Allí vemos la conexión de los tres sistemas de dominación. A esas mujeres no las violó su vecino, su esposo o su hermano, sino el Estado guatemalteco. No es algo abstracto, sino materializado en los cuerpos individuales y colectivos.

 MAPP: Aquí llegamos al punto en que la mujer indígena es víctima del hombre indígena y ambos lo son del hombre blanco e, incluso, de la mujer blanca o blanqueada. Todo se problematiza.

AC: Así es. El patriarcado no es solo una imposición material, sino también epistemológica. Cuando se impone el patriarcado, se convence a los hombres indígenas de que dentro de la miseria que se construyó sobre su vida todavía tienen algo bueno, y es que son superiores a las mujeres indígenas. Esto implica una ruptura de la epistemología de los pueblos originarios, se convence a los hombres de la inferioridad de las mujeres y ellos toman ese poder. En los primeros años de la imposición del patriarcado colonial no se puede hablar de un patriarcado indígena. Cuando vemos en las crónicas que están secuestrando a las mujeres para ser nodrizas, los hombres indígenas no tienen ningún poder para oponerse. Si hubiesen tenido calidad de patriarcas, le hubiesen dicho al otro patriarca: “No te la puedes llevar porque ella me pertenece”, pero no tenían esa posibilidad de evitar el secuestro. No se puede decir que el hombre indígena y el hombre colonizador eran igualmente patriarcas porque no tenían el mismo poder. El patriarca colonial tenía poder sobre las mujeres, niñas y niños de su mismo origen; sobre otros hombres, esclavizados africanos, sobre los hombres indígenas esclavizados o en servidumbre; sobre el territorio que colonizaban y sobre la naturaleza. Esto último es muy revelador: desde occidente, la naturaleza se ve como una mujer quemada y genocidada, algo que en nuestros pueblos no existe. Una cuestión que tiene el patriarcado moderno es que ofrece a los hombres la posibilidad de ser superiores en la medida en que más aspiren a ser patriarcas. Muchas veces me preguntan cómo fue que los convencieron, y dicen que eso no pudo ser así, que es más creíble que ya en las sociedades indígenas existía patriarcado y machismo. Pero es que los convencieron de la misma manera como convencieron a los mestizos de que tenían que tratar de parecerse a los blancos, porque eran superiores a la gente indígena. Por eso, aún hoy, los mestizos se empeñan en remarcar la distancia que hay entre ellos y los indígenas. Allí hay una construcción de una subjetividad de superioridad, que ya no solamente es si se es pobre o rico, sino también si se es biológicamente superior o inferior. Hay un dicho aquí que es “soy pobre, pero no indio”, es decir, que ser pobres es lo de menos porque es más terrible el ser indio.  Entonces, lo que ocurrió fue que se destruyó y se volvió a construir la manera en que vivimos el poder y es por eso que muchos de los hombres de nuestros pueblos reproducen el patriarcado porque es el único poder que el sistema les ha dejado.

MAPP: En tus investigaciones, la experiencia de la mujer indígena como víctima de lógicas machistas, racistas y capitalistas, es una oportunidad epistemológica y esto es un hecho fundamental porque nos abre un horizonte bien interesante, de optimismo quizá, porque podía implicar el darle una vuelta al concepto de poder y al hecho de la dominación.

AC: Sí. Cuando hablamos sobre la manera como se construyó el despojo, estamos hablando de un estar, de una condición que no nos permite ni siquiera existir. Pero hemos existido a pesar de todo ello y hemos trazado luchas políticas importantes desde siempre, desde que Cristóbal Colón y Pedro de Alvarado pusieron un pie en nuestras tierras, nosotras hemos estado en una lucha permanente. Lo que han aportado nuestras ancestras es una lucha de un contenido mayor, no monista.  Los hombres han luchado por las tierras, pero las mujeres lo han hecho también por la vida, por el agua, por lo que les pasa a los mismos hombres. Nuestras luchas son más complejas. Algunas hemos hecho aportes a la lucha epistemológica. Yo he querido leer en el pasado, dialogar con él desde el lugar que me ha tocado vivir. Dialogo con una epistemología antigua, que la veo completamente diferente a la occidental, cuyo centro es el uno, lo único, es monista, considera que para existir debe haber un dios, una verdad, un idioma, una cultura, un sexo superior, una raza superior que lo domina todo. Mientras tanto,  las epistemologías de los pueblos originarios o, al menos, en la maya, empiezan con el par complementario. Es decir que el uno no es suficiente, no es serio, no es creíble. Tiene que haber un  dos para que exista algo. Y si esos dos se ponen de acuerdo para empezar algo, lo expanden hacia la colectividad y así empieza la creación de los primeros seres. No hay un dios único que crea una mujer de una costilla del hombre. El origen es de pares, los creados son pares. A partir de esa idea se realiza mi diálogo epistemológico porque considero que nos inspira algo más, nos colocamos un horizonte político y luchar para alcanzarlo nos da mucha felicidad, mucha esperanza, y nos mantiene de pie en la lucha epistémica y material. No nos ha dejado morir, creo yo.

MAPP: Después de este recorrido por conceptos fundamentales: patriarcado, capitalismo, colonialismo, feminismo hegemónico, feminismo indígena, nuevos horizontes epistémicos sabemos que en Guatemala acaba de cerrarse un juicio en el que tú participaste como perita. Y Esto puede ser una ocasión propicia para aterrizar todos estos conceptos. Se trata de una condena por violencia sexual contra mujeres achí por parte de patrulleros de autodefensa civil bajo órdenes del Ejército y del Estado.

AC: Voy a hablar de un punto que no toqué: el del feminismo indígena. ¿Existe un feminismo indígena? Bueno, hay muchas mujeres mayas y de otros pueblos originarios que se definen como feministas y a quienes yo respeto mucho, faltaba más, y entiendo sus luchas. Yo no me defino feminista porque lucho desde las epistemologías de los pueblos originarios y ahí me siento más libre de actuar sin tener que responder a preguntas que siento que ya he respondido hace muchos años. Camino a la par, y entre las aliadas importantes han estado las feministas indígenas y las no indígenas, con quienes hemos dialogado, caminado, peleado, encontrado y reencontrado. Una de las cuestiones que me llenan mucho es la posibilidad de los encuentros. Es decir, que sobre esto hay una pluralidad de posiciones. Sobre la condena por violencia sexual, fue un juicio que se hizo en enero. Observamos que el Estado que cometió genocidio durante los años 80, en el marco de lo que se llama aquí el conflicto armado. En ese contexto hubo gran cantidad de mujeres que sufrieron violencia sexual. Hay organizaciones que se preguntaron, junto a las mujeres denunciantes, por qué se cometió esa violencia sexual. Es un juicio que comenzó en 2011, pero está referido a hechos de hace cuarenta años. Se encontró culpables a cinco patrulleros de autodefensa civil. Fueron 36 mujeres las que sufrieron violencia sexual en distintos ámbitos, como destacamentos militares, en sus casas, en las calles, en el río, en la montaña, todo ello en una misma comunidad indígena. Esta comunidad se había aliado con el Estado y con el Ejército desde los años 30. En ese tiempo había un dictador llamado Jorge Ubico, que constituyó alianzas con ciertos sectores indígenas y esta comunidad fue una de ellas. Si bricamos hasta el conflicto armado de los años 70 y 80, vemos que esa comunidad se alió al Ejército y obtuvo beneficios del Ejército (energía eléctrica, caminos, armas, reconocimiento a los soldados como los mejores). Seguramente, aunque eso no me consta, hubo prebendas para los patrulleros de autodefensa civil. El Ejército convirtió a esta comunidad en perseguidora del resto de las comunidades originarias a su alrededor acusadas de guerrilleras o subversivas. Persiguieron a las familias, a los esposos de estas mujeres que los demandaron, los desaparecieron, torturaron, encarcelaron y después de eso, violaron durante un largo tiempo a las mujeres de esa comunidad. Se les impuso la exigencia de hacer turnos, cuidar a la comunidad de las guerrillas, dar dinero. Estaban tan cercadas que no era posible huir. Las que demandaron fueron las pocas que lograron escapar de esa esclavitud sexual y doméstica. Ahora cinco de los patrulleros fueron encontrados culpables de delitos de lesa humanidad y los condenaron a 30 años de prisión. Este fue uno de los casos en los que el Estado usó la violencia sexual como arma de tortura, arma de guerra y mecanismo de genocidio, pues se hizo para destruir a un pueblo pujante, rebelde que buscaba transformaciones, lo que resultaba peligroso porque se pensaba que si los pueblos indígenas se aliaban con el movimiento subversivo, este podría triunfar a nivel nacional.

MAPP: ¿Qué interpretación le das a este terrible caso, a la luz de los conceptos anteriormente planteados?

AC: Lo que estamos viendo en este caso es cómo el Estado colonial utilizó el extremo del patriarcado, que es la violencia sexual y el femicidio (porque hubo muchas mujeres asesinadas), la muerte con extrema crueldad y la tortura para perseguir a los pueblos mayas. Entonces, allí se ve cómo se conectan patriarcado y colonialismo para exterminar a los pueblos. Las mujeres de los pueblos ladino-mestizos también sufrieron violencia sexual en ese período, pero como individuas, no para exterminar a sus pueblos. ¿Y cómo se une el capitalismo? Pues fue el capitalismo el que encaminó todos los recursos del Estado para impedir que la subversión comunista o socialista se instalara como otra forma de hacer política. Se persiguió y exterminó a la subversión, pero no solo eso, sino que se buscó perseguir y exterminar al pueblo maya. Allí se observa la conjunción de estos tres sistemas que, en cada momento de la historia, siguen persiguiendo a los pueblos.  Hoy en día, con los grandes proyectos extractivos, ocurre exactamente lo mismo.

MAPP: En conclusión, la opresión de la mujer indígena tiene raíces en el patriarcado, en el capitalismo entendido como opresión de clases y en el colonialismo entendido como racismo. Agradezco esta disertación llena de inteligencia y de sensibilidad, una prueba de que somos seres sentipensantes.

AC: Ha sido un gusto platicar contigo, Miguel, y trasladar este tipo de elaboraciones teórica y política que hemos hecho muchas mujeres, pero que precisamente estos sistemas de los que hemos hablado, han silenciado. Si esto que digo lo dice alguien que tiene una legitimidad de raza o de sexo superior es mucho más fácil que sea escuchado que cuando lo digo yo. Pero nosotras insistimos, estamos luchando, resistimos y continuamos construyendo una existencia para una vida plena. Muy agradecida y espero que me invites nuevamente.

MAPP: Así será y toma este programa y el portal LaIguana.TV como un lugar para tus luchas, para nuestras luchas.

(LaIguana.TV)