En seguimiento a la crisis en Ucrania –que hoy es teatro de operaciones bélicas por las maniobras de la OTAN–, el filósofo, comunicador y analista político Miguel Ángel Pérez Pirela conversó con el sociólogo Ramón Grosfoguel, catedrático de la Universidad de Berkley y uno de los teóricos más prominentes de la corriente descolonial. 

Ucrania: el Golpe de Estado internacional perpetrado por EEUU

Antes de comenzar la disertación, Grosfoguel aseguró que su posición viaja a contracorriente de la que predomina en el ‘mainstream’, pues el hecho de residir en los Estados Unidos le da acceso a unas fuentes que no son fácilmente accesibles en otros lugares. 

Así, a su parecer, esta nueva actuación estadounidense en corresponde a un patrón: intervenciones largamente programadas en guerras allende sus territorios. Sus agencias de inteligencia les aportan datos que les permiten ensayar previamente los escenarios bélicos. 

En ese orden refirió que la intervención de Granada, ocurrida en 1982, se ensayó en Vieques (isla perteneciente al territorio de Puerto Rico) con el nombre eufemístico de Operación ‘Spicy Island’, dos años antes de que ocurriera. 

A su juicio, el objetivo siempre ha sido valerse o impulsar un ‘causus bellis’, como en su día hicieran con la Guerra Hispanoamericana en la que arrebataron a España las últimas colonias a principios del siglo XX, e incluso con su ingreso a la Segunda Guerra Mundial, propiciado por el ataque a Pearl Harbor, del que sus agencias de inteligencia estaban al corriente y no hicieron nada para evitarlo. 

El especialista descolonial se desmarcó también de la figura del presidente Vladimir Putin, por considerar que es un personaje conservador, cuya referencia es el zarismo, al tiempo que enfatizó que Rusia es un país capitalista, no socialista, como sostienen otras personas que se identifican con las izquierdas políticas. 

Así las cosas, aseguró que esta guerra es una creación estadounidense, donde el primer perdedor es Europa, y de costado, Rusia y China, porque en su condición de imperio decadente, Washington no tiene cómo competir en ningún ámbito con las economías emergentes. 

Por ello calificó que lo sucedido en Ucrania es un golpe de Estado internacional, a partir del que se generó un nuevo escenario de Guerra Fría, con la plena participación de Europa, paradójicamente, la más perjudicada. 

Para fundamentar su posición, relató que durante el colapso del Bloque del Este de Europa y antes de la caída de la Unión Soviética, Occidente se comprometió a no incorporar estas naciones a la OTAN, primero con Mijaíl Gorbachov y luego, tras el fin soviético, con el presidente Boris Yeltsin, por lo que el reclamo de Putin no puede tomarse como reciente. 

En el mismo orden, Grosfoguel acotó que, en la década de 1990, Moscú intentó sin éxito incorporarse tanto a la Unión Europea como a la OTAN, pero tales intentos fueron torpedeados desde Washington, que decidió mantener su política de enemistad hacia el Kremlin. 

A su parecer, en aquel tiempo Rusia actuó con ingenuidad al confiar en las promesas del neoliberalismo capitalista, pero frente a esto, Putin frenó el saqueo de Occidente, fortaleció a la burguesía local y devolvió la dignidad perdida al pueblo ruso, en buena medida gracias a un discurso en el que se anunciaba la consolidación de un proyecto nacionalista. 

Pese a las diferencias políticas que le separan de Putin, el sociólogo descolonial acotó que había que considerar que a Occidente le molestó esta conducta del líder ruso y desde entonces ha estado tramando la manera de poner freno a sus ambiciones. 

En su opinión, con esta guerra promovida por Estados Unidos, el imperialismo procuró replicar lo sucedido en Afganistán en la década de 1980, cuando la administración Reagan entrampó a la Unión Soviética en una guerra de guerrillas financiadas desde la Casa Blanca y en una carrera armamentística que no tenía cómo costear y que acabó por derrumbar al Estado soviético. 

Ramón Grosfoguel aseveró que estos datos de ninguna manera constituyen especulaciones, pues figuran en informes publicados por la Fundación RAND, un ‘think tank’ estadounidense donde se diseñan estos planes de guerra. 

De regreso a los orígenes del conflicto, apuntó que, en 2014, el presidente ucraniano de entonces, Víctor Yanukóvich, decidió no ingresar a la Unión Europea y marcar distancia con la OTAN, al tiempo que las demandas del Kremlin se presentaron en términos taxativos: no se aceptará el ingreso de Ucrania a la Alianza Atlántica, que en la última década se había expandido casi hasta las puertas de Rusia. 

Así las cosas, en este momento, Estados Unidos apostó por el modelo del yihadismo islámico que usan en Medio Oriente y África para deponer a un gobierno que no les resulta conveniente o, en el peor caso justificar una incursión militar y a falta de yihadismo en Ucrania, programaron un golpe de Estado con grupos neonazis que se encargaron de disparar a manifestantes antigubernamentales, con el objetivo de crear una operación de falsa bandera que justificara el derrocamiento del gobierno de Yanukóvich, a quien tacharon de «prorruso». 

Entonces, estas milicias neonazis tomaron el Parlamento y amenazaron de muerte a los diputados para que expulsaran al mandatario ucraniano que había sido electo popularmente por otro manejado por Occidente, todo ello con el concurso de la Agencia Central de Inteligencia (CIA) de los Estados Unidos, afirmó el especialista. 

En continuación con su relato del golpe de Estado de 2014 en Ucrania, el investigador enfatizó que, tras estos eventos, las milicias neonazis se incorporaron como un grupo formal de las Fuerzas Armadas, como es público y notorio. 

En la práctica, destacó estos sectores son los que tienen el control del gobierno y los políticos están allí para dar una imagen de gobierno liberal a la usanza occidental, como demuestra el asesinato de uno de los negociadores de Kiev en las conversaciones de paz con Rusia, ocurrido el pasado fin de semana. 

Asimismo, puntualizó que desde 2014, en acuerdo con su ideología supremacista, estos grupos paramilitares neonazis la emprendieron con población ucraniana de origen ruso residentes en el Donbás, al este del país, causando entre 12.000 y 14.000 bajas, según cifras de la Organización de las Naciones Unidas. 

Por otro lado, Grosfoguel acotó que a contrapelo de lo que suele hacer el ejército estadounidense, el ejército ruso no ha bombardeado ciudades, ni ha privado a la población de los servicios básicos, mientras el ejército ucraniano y los paramilitares neonazis continúan los bombardeos contra las repúblicas del Donbás y usan a los civiles como escudo. 

En su decir, con los Acuerdos de Minsk trató de evitarse la guerra que hoy tiene lugar, pues el gobierno ucraniano incumplió con todos los compromisos, mientras continuaba la limpieza étnica en el este del país y se exacerbaban las provocaciones hacia Rusia.

El doble juego estadounidense

A su parecer, Washington juega a dos bandas: azuza a uno y provoca al otro, como se demuestra en el caso de Saddam Hussein, que, apoyado por la CIA, lanzó armas químicas y bacteriológicas contra Irán para impedir la expansión de la Revolución Islámica en el mundo árabe, pero cuando se negó a ceder sobre la causa palestina, signó su destino y el de su país. 

A este respecto indicó que la Casa Blanca le había prometido a Hussein que la reconstrucción de Irak se haría con el dinero de Arabia Saudita y de Kuwait, pero cuando fue a cobrar su deuda, Estados Unidos ya había instruido a Kuwait para que no diera un céntimo. Cuando fue a quejarse, se le dio carta blanca para invadir. 

Ese fue el pretexto para que luego se justificara una alianza de la ONU comandada con Washington para atacar a Irak y desde entonces han muerto millones de iraquíes, detalló. 

Una situación similar ocurre ahora: un libreto repetido, en el que convergen el envalentonamiento de Ucrania con una especie de autorización velada a Rusia para que intervenga militarmente, con la promesa de que la OTAN no enviará tropas, al precio de sufrir graves sanciones económicas. 

El intelectual portorriqueño asevera que Rusia entendió que la única manera de bregar con Occidente es la fuerza, muy especialmente después de que el presidente Volodímir Zelenski anunciara, flanqueado por la OTAN, que su país construiría armas nucleares. 

Desde su punto de vista, este último incidente fue el detonante de la operación militar rusa, de la que Zelenski esperaba una respuesta diferente por parte de Occidente, toda vez que solo un par de días después, denunciaba que lo habían dejado solo. 

El «plan mayor» de EEUU y los riesgos para América Latina

Los planes, insistió el intelectual, no son nada nuevos, pues en un documento de la RAND Corporation de 2019 se recomendaba armar a estos los neonazis ucranianos con la idea de forzar a Rusia «sobreextenderse», es decir, de invertir recursos que no tiene en una guerra, como parte de un «plan mayor» para restaurar su hegemonía económica, política y militar en Europa. 

Así, destacó que el presidente Vladimir Putin había sido muy claro en sus demandas: neutralidad de Ucrania, como garantía firme del fin de la expansión de la OTAN hacia las fronteras rusas. 

Por ello cuestionó que si fuera cierto que Putin es un loco que pondrá en peligro a la humanidad con una guerra nuclear, como se sostiene desde Occidente, ¿cómo fue que no accedieron a sus demandas, que no tenían nada de irrazonables?

A su parecer, sin ninguna duda, esta maniobra deja en minusvalía a Europa, que en adelante tendrá que comprar hidrocarburos a compañías estadounidenses a precios de monopolio (40 % más caros), gracias a la política de sanciones impulsada por la administración Biden.

La realidad, explicó es que como Washington perdió África y Asia frente a China y otras economías emergentes, tras este movimiento en los predios europeos, centrará nuevamente su interés en América Latina, región que ha sido particularmente azotada por golpes de Estado blandos y abiertos, ‘lawfares’ y otras tácticas injerencistas, que no siempre han dado resultados. 

En su criterio, es el caso de Jair Bolsonaro, cuyo ascenso a la presidencia fue impulsado por Washington para reorientar a Brasil hacia sus terrenos, pero falló cuando trató de expulsar a China de las alianzas estratégicas del Estado brasileño. 

De este modo, para Ramón Grosfoguel, es muy posible que en los próximos años se arrecien las agresiones, en los intentos del imperialismo para alinear la región a sus intereses y por ese motivo advirtió que pese a los acercamientos de la administración Biden a Caracas –motivado por la búsqueda desesperada de petróleo en este contexto bélico–, no se puede creer en ninguna de las promesas que se formulen, pues desde su fundación ese país ha violado todo pacto suscrito. 

Un ejemplo de esto, ilustró, es lo que hicieron en su día con el líder libio Muamar el Gadafi, quien subestimó el poder imperial y creyó que, concediendo derechos de explotación a las trasnacionales petroleras, Occidente lo dejaría en paz. Como es sabido, eso no fue lo que sucedió y Libia es un Estado fallido, saqueado y empobrecido. 

Por ello, a su juicio, Venezuela corre un riesgo muy alto porque está rodeada por bases estadounidenses y la vecina Colombia forma parte de la OTAN. 

Los planes de EEUU contra China

El sociólogo fue enfático al asegurar que la provocación de Estados Unidos con Taiwán no ha cesado desde la fundación de la República Popular China, en la década de 1950, aunque luego la Casa Blanca propició acercamientos para favorecer sus intereses en el marco de la Guerra Fría. 

A contrapelo de lo que se sostiene regularmente, Grosfoguel desmintió que China sea un país socialista, pues viró hacia el capitalismo tras su alianza con Washington contra la Unión Soviética, ocurrida en la década de 1970. 

Empero, explicó, la emergencia de China en el escenario internacional como megapotencia, hizo que Estados Unidos se embarcara seriamente en sabotear su Ruta de la Seda, que implicaba transas de alto nivel con países como Francia o Alemania, algo que ahora ha conseguido con la guerra económica contra Rusia. 

Lo que viene, según el propio Congreso de EEUU

El académico portorriqueño insistió que sus comentarios no son vaticinios basados en teorías de la conspiración ni en nada semejante, pues se dice públicamente en las vistas del Congreso, aunque luego esa información sea filtrada mediáticamente y pocos se interesen en escuchar o escudriñar más allá de lo reseñado por la prensa hegemónica. 

Apuntó que de momento hay dos cosas que están claras: se perseguirá a toda aquella persona o entidad que haga lo que tildan de «propaganda rusa», es decir, que presenten el punto de vista ruso del conflicto con Ucrania o se hagan eco de las posturas de Moscú, en clara reedición del macarthysmo de los años posteriores a la Segunda Guerra Mundial. 

En segunda instancia, se le darán armas a los neonazis ucranianos para que hagan resistencia contra Rusia, con el propósito de extender la guerra y debilitar al país eslavo, como en su momento lo hicieran contra la Unión Soviética en el marco de su guerra en Afganistán. 

Para estos fines, Grosfoguel destacó que ya están reclutando a ciudadanos europeos para incorporarlos a las milicias neonazis de Ucrania, lo que representa una variación de las tácticas de respaldo a los yihadistas de Siria, Libia y Afganistán, con el agravante de que tales acciones tienen lugar en Europa, un teatro de operaciones donde varios países disponen de arsenal nuclear. 

En su decir, el problema de este plan, es que se crean redes que se expanden por todos lados y llega el punto que no se pueden controlar, aunque de momento, los gobiernos europeos parecen no percatarse de que ese terrorismo nazi que respaldan se les volverán en contra, pues en todos sus países hay partidos neonazis que vienen creciendo electoralmente desde hace varios años. 

Para él, lo que ahora sucede en Ucrania «tiene unas repercusiones enormes», pues empieza un nuevo orden mundial que deja atrás el que existía, con la constitución de una nueva cortina de hierro que separará a los países en dos bloques: Rusia, China y sus aliados, y Estados Unidos, mientras que Europa quedaría controlada por Washington, que usó este escenario para recuperar cuotas de mercado perdidas que no tenía cómo poseer bajo las propias reglas del capitalismo trasnacional. 

Grosfoguel opina que, del lado de Rusia, el escenario tampoco es demasiado auspicioso, pues Putin se vio forzado a privilegiar la seguridad frente a la economía, ante el riesgo real de tener a las tropas de la OTAN en las afueras de Moscú y perder toda capacidad para hacerles frente. 

En últimas, dijo para redondear, la actual guerra en Ucrania en la que Estados Unidos logró implicar a Rusia, «es la jugada de un imperio en decadencia que está tratando de realinear a Europa» a sus propios intereses. 

Las lecciones que puede extraer el pensamiento descolonial

El sociólogo considera que desde el punto de vista descolonial, el hecho que exista un mundo multipolar permite a los países del Sur global mantener relaciones con otras potencias como Rusia, China, Irán o Turquía, sin que ello implique la imitación de modelos que son capitalistas y que traen consigo el cúmulo de problemas contra los que los países antiimperialistas luchan. 

Sin embargo, alerta que esta posición es siempre entendida como una amenaza por el imperialismo estadounidense, porque en su afán de controlar a todo el mundo, aunque no sea con ellos, lo asumen para sí y responden con feroces ataques. 

Por tal razón alertó nuevamente que el peor error político que podría cometer Venezuela es cuadrarse directamente con Estados Unidos contra Rusia, porque a las primeras de cambio, cualquier acuerdo previo será violentado. 

Grosfoguel insistió en que el capitalismo es un proyecto de muerte encabezado por Estados Unidos, que quedó a la zaga de sus competidores e incluso sujeto a ellos, pues la mayor parte de sus bonos está en poder del Banco Central de China. 

De esta manera, en medio de esta crisis, los estadounidenses están negociando en paralelo la compra de petróleo y gas por todas partes, incluyendo a empresas rusas, para luego vender esas materias primas a Europa a precios monopólicos. 

Sobre estas premisas especuló que Venezuela podría estar negociando la recuperación de sus activos perdidos antes de enviar una sola gota de petróleo hacia el país norteamericano, porque de lo contrario, en cuanto mejoren las condiciones del mercado energético, la Casa Blanca retomará sin ningún empacho su guerra imperialista. 

Subrayó asimismo que los intelectuales descoloniales deben pensar sobre lo que pasará en América Latina en los próximos años, porque el imperialismo estadounidense necesita recuperar terreno frente a China donde aún esta no es hegemónica y este es el único espacio que le queda disponible. 

No obstante, señaló que, en paralelo, Estados Unidos tendrá que enfrentar graves conflictos internos que ya empiezan a hacerse sentir: hiperinflación, milicias supremacistas armadas e inclusive, la posibilidad real de que se desate una guerra civil. 

¿Habrá una Tercera Guerra Mundial?

Para Ramón Grosfoguel, la temida Tercera Guerra Mundial ya comenzó y lo que estamos viendo en la guerra de Ucrania y sus escenarios conexos, dan plena cuenta de eso, por lo que la pregunta sería cuán lejos llegará. 

«Esta guerra en Ucrania forma parte de un conflicto más grande: quién prevalecerá», destacó. A su juicio, Rusia sabe que, si no pone freno a Estados Unidos y a la OTAN, corre grave riesgo, mientras que del otro lado del tablero buscan mantener su supremacía en medio de circunstancias adversas. 

De otra parte, relató que en los escenarios que Washington pone en la mesa cuando habla de Europa, se contempla la posibilidad de una guerra de destrucción masiva en ese continente. 

De concretarse esta situación –siempre que no se acabe el mundo–, adelantó que Washington reaparecería como salvador de las economías europeas, como lo hiciera después de la Segunda Guerra Mundial con el famoso Plan Marshall. 

Empero, enfatizó que el mundo vive tiempos riesgosos, pues siempre hay cosas que pueden salirse de las manos y en ese orden, refirió que la Universidad de Berkeley, en los Estados Unidos, tiene tiempo construyendo lo que llaman «la bomba ecológica», que según sus autores, puede destruir ciudades o regiones sin afectar la atmósfera. 

Para concluir, destacó que el Pentágono históricamente ha recurrido a multitud de tácticas bajas para derrocar gobiernos no alineados o para incursionar en guerras, que han incluido el bombardeo de sus propias fuerzas castrenses e incluso ataques contra sus propios ciudadanos. 

De manera tal que todo cuanto acontece hoy en Ucrania ha sido cuidadosamente planeado por Estados Unidos y no por un ataque intempestivo de Vladimir Putin impulsado por sus ansias de expandir Rusia, como asevera Occidente y repite su prensa alineada. 

(LaIguana.TV)