El conflicto entre Rusia y Ucrania está generando un impacto significativo en el mercado petrolero mundial de tal magnitud que podría derivar en una nueva reconfiguración de fuerzas, consideró el politólogo internacionalista Alfredo Jalife-Rahme.

Actualmente, el barril de crudo se ha disparado por encima de los 100 dólares unitarios, recordó el colaborador de Sputnik, y maniobras políticas de la Federación de Rusia podrían llevarlo incluso hasta los 300 dólares, con lo que la economía de Estados Unidos podría entrar en recesión.

«El petróleo, la energía son armas, armas tan nocivas como cualquier bomba nuclear, no a niveles de letalidad y de muertos, pero hay otras maneras, unos se mueren en forma aguda y otros se mueren en forma crónica», declaró en una videocharla difundida por su canal de YouTube.

«El precio (del petróleo) que está en juego es el precio geopolítico, porque hay un precio financiero, hay un precio geoeconómico, hay un precio desinformativo», enumeró.

Europa es el principal mercado para las exportaciones energéticas de Rusia y a la vez la principal fuente de ingresos del país gobernado por Vladimir Putin, por lo que su relación es mutuamente dependiente, sostuvo Jalife-Rahme.

Las sanciones con las que Occidente busca rechazar la operación militar especial de Rusia en territorio ucraniano, dijo el analista, han generado una situación paradójica donde Europa se encuentra al borde de una guerra con el Kremlin mientras al mismo tiempo comercia con él en la adquisición de insumos.

El 41,1% del gas natural que se consume en territorio europeo proviene de Rusia, recordó Jalife-Rahme. «No es tan fácil sustituir de un día al otro el abastecimiento previo», asentó.

El canciller de Alemania, Olaf Scholz, declaró al Bundestag que su país busca reducir la dependencia energética de Rusia, recordó Jalife-Rahme, lo que asienta una transición hacia una nueva era de mercados de combustible a nivel planetario.

«Estamos literalmente ante un nuevo orden petrolero mundial», sintetizó el politólogo.

No obstante ser un aliado político y comercial histórico de Estados Unidos Arabia Saudí ha ido diversificando sus interacciones de venta petroleras con China.

En tanto, Pakistán busca construir un gasoducto para abastecerse de ese energético desde las fuentes rusas, mientras que junto a Irán, la India y China, se opone a las sanciones impuestas a Moscú, lo que podría diversificar el panorama comercial de los combustibles.

Igualmente, la India, el segundo país más poblado del mundo después de China, podría adquirir materias primas a los mercados rusos con precios preferenciales, además de crudo, lo que también acotaría las capacidades financieras del dólar en el globo.

Además de que el país gobernado por Narendra Modi no estaría contemplado en las sanciones occidentales contra Moscú, lo que podría beneficiar a la India, junto con Venezuela y Arabia Saudita, de un reacomodo internacional del mercado petrolero, apuntó el especialista.

En tanto, Rusia otorga facilidades de pago a empresas chinas en su adquisición de petróleo, otro de los ajustes a los que orillaría el conflicto de Ucrania en el panorama mundial del negocio de los hidrocarburos.

Guste o disguste, señaló Jalife-Rahme, México pertenece al bloque geoeconómico de Norteamérica, lo que acota el margen de maniobra del país frente a las decisiones petroleras estadounidenses y a la perspectiva anglosajona.

No obstante, a México le irá bien en términos de mercado petrolero ante el conflicto entre Kiev y Moscú, subrayó el analista.

Jalife-Rahme recordó que en la década de 1980, tres años antes de que tropas de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) salieran de Afganistán, petroleras opositoras a ese país especularon para desplomar el precio del barril hasta los ocho dólares por unidad, lo que golpeó duramente las finanzas soviéticas.

Incluso hay analistas que consideran que esa jugada derivó en el colapso de la Unión Soviética y su posterior desintegración, recordó el politólogo.

La presencia de tropas soviéticas en el país de Medio Oriente fue retratada por la periodista bielorrusa Svetlana Alexiévich en su libro Los muchachos de zinc.

(Sputnik)