La liberación de los territorios de la República Popular de Lugansk permitió que muchas familias, separadas por la línea divisoria, se reunieran por primera vez en muchos años, entre esas se encuentra la de Tatiana Kazachkova, quien por fin pudo ver a sus padres.

En la aldea Bolótinnoye, donde viven sus progenitores, hasta hace poco se encontraba desplegado el batallón nacionalista Aidar, proscrito en Rusia.

«No nos veíamos desde hace dos años. Antes ellos venían un día sí, otro no, o cada dos días», afirmó a Sputnik Kazachkova.

Tatiana vive en Lugansk. Mientras los nacionalistas estuvieron acuartelados en la aldea, la octogenaria pareja Polkóvnikov no podía viajar a esa ciudad. La propia Tatiana tampoco tenía la posibilidad de visitar la casa de sus progenitores, pues en su pasaporte ucraniano había un sello de Lugansk, con el cual no la dejaban pasar por el punto de control de la localidad de Lugánskaya.

La mujer solo podía estar en contacto con sus padres por teléfono, pero esta opción desapareció tras la retirada de las tropas ucranianas, cuando dejó de funcionar la telefonía móvil.

En cuanto la situación se calmó un poco, Tatiana y su hija de 15 años, Alina, encontraron un transporte que las pudiera llevar a Bolótinnoye. La abuela, como siempre, estaba en casa. Al ver a su hija y su nieta, ella comenzó a llorar.

El padre de Tatiana, Alexandr Polkóvnikov, quien acababa de cumplir los 80 años, aseguró que la llegada de su hija y su nieta era su mejor regalo de cumpleaños. Tanto los ancianos como Tatiana y Alina tenían muchas noticias que contarse.

«Hemos aguantado de todo aquí», admitió Vera Polkóvnikov, quien reveló que los militares ucranianos constantemente se metían en su jardín para observar con unos binoculares las posiciones de la milicia popular de Lugansk, en la otra orilla del río Severski Donets.

La convivencia con Aidar resultaba también bastante peligrosa, porque las fuerzas ucranianas de seguridad habían minado la orilla del río, ya que temían un ataque repentino de las milicias de Lugansk. Es cierto que ellos, afortunadamente, advirtieron a la pareja de ancianos que no fueran a ese sitio.

Los ancianos cuentan que los miembros del batallón abusaban de las drogas y del alcohol.

Ahora los cónyuges, junto con Tatiana, esperan que sean sus nietos y biznietos quienes escuchen esas historias, que nunca se deben volver a repetir.

«Lo principal para nosotros es que llegue la paz», dice Alexandr, el cual espera que ahora ellos vean mucho más a menudo a Alina y Tatiana.

(Sputnik)