La Academia de Hollywood ha dictaminado que Will Smith no podrá acudir a ninguno de sus eventos en los próximos diez años; eso incluye las futuras ediciones de los premios Oscar y cualquier otra actividad que organice la institución. 

La sanción contra el actor, a la que rápidamente ha respondido, se produce como consecuencia de su agresión contra Chris Rock durante la gala de la 94ª edición de los premios, cuando el actor subió al escenario y propinó un bofetón al humorista después de que este hiciera un chiste con la cabeza rapada de Jada Pinkett Smith.

Una vez comunicada la decisión de la Academia, algunas voces se han preguntado si otras medidas complementarias y de mayor poder simbólico a la hora de reprobar la agresión del actor habrían sido recomendables. Por ejemplo, se ha propuesto retirar a Will Smith el Oscar de mejor actor que ganó posteriormente esa misma noche por su trabajo en El método Williams, así como dictaminar que no pueda ser nominado en futuras ediciones de los premios.

Dos propuestas que pueden sonar factibles, pero que habrían llevado a la Academia a adentrarse en aguas inexploradas. Si le quitan el Oscar a Will Smith, ¿se declara desierto? ¿A quién se lo dan en su lugar? ¿Al segundo nominado más votado de la categoría en la que compitió contra Javier Bardem, Benedict Cumberbatch, Andrew Garfield y Denzel Washington? 

Eso es lo que ocurrió en 1969, único precedente de un Oscar revocado: el documental musical Young Americans tuvo que devolver su estatuilla después de ganarla al descubrirse que se había estrenado en cines un año antes del inicio del periodo establecido para que un título pudiera ser nominado. Así es como el Oscar pasó al segundo más votado de la categoría, Journey into Self.

¿Y si Will Smith vuelve a estar nominado? 

Ser sancionado por la Academia, o incluso estar reclamado por la justicia por haber cometido un delito, no es un impedimento para recibir una nominación a los Oscar, tal y como sabe Roman Polanski. Aunque Will Smith tenga prohibido asistir física o virtualmente a las próximas diez ceremonias de los Oscar, sus excompañeros (él renunció como miembro de la Academia unos días después del incidente) podría nominarlo.

Es una incógnita saber hacia dónde irá su carrera después de este punto de inflexión, y algunos proyectos ya han sido fulminados, pero con todo el actor tiene en cartera el drama esclavista Emancipation, dirigido por Antoine Fuqua. Un proyecto con pedigrí orientado a los Oscar donde Smith interpreta al protagonista, pero también ejerce como productor, lo que supondría otra oportunidad de nominación si el filme entra en la categoría de mejor película.

Prohibir la nominación: un único precedente incómodo

Puede haber un motivo bastante contundente para que la Academia de Hollywood no haya querido hacer mención a la elegibilidad de Will Smith o la falta de ella de cara a futuros premios. En sus casi 95 años de historia solamente hay un precedente en cuanto a la prohibición explícita de nominar a alguna persona y ni sus consecuencias ni su recuerdo resultan agradables precisamente.

Fue en 1956, en plena era del ‘temor rojo’ del Macarthismo, cuando la Academia incorporó a su normativa la prohibición de nominar a un Oscar a quien hubiera admitido formar parte del Partido Comunista y no haber resignado, o a quien se hubiera negado a testificar ante el Comité de Actividades Antiestadounidenses del Congreso de Estados Unidos. La norma se mantuvo vigente durante los dos siguientes años.

Por supuesto, esa prohibición afectaba de lleno a los llamados Diez de Hollywood, aquellos profesionales y artistas que se había negado a declarar y delatar a compañeros ante la comisión. Sin embargo, en 1957 el Oscar de mejor guion lo ganó el drama taurino El Bravo (1956), escrito por Dalton Trumbo, uno de los integrantes más famosos de la lista negra.

Al ser un profesional vetado, Trumbo había firmado el guion con el pseudónimo Robert Rich. Como Rich no existía, no había nadie que pudiera recoger el premio y se empleó la excusa de que el autor estaba en el hospital acompañando a su mujer, que estaba de parto. La prensa no se lo tragó del todo y comenzaron las pesquisas para averiguar la identidad del guionista, cuyo nombre para colmo coincidía con el del sobrino del productor del filme, Frank King, que incluso intentó acreditárselo.

No fue hasta 1975 que Dalton Trumbo fue resarcido y se le hizo entrega de su premio Oscar durante la gala de ese año. Quienes no recibieron los mismos honores en vida fueron Carl Foreman y Michael Wilson, guionistas de la aclamada El puente sobre el río Kwai (1957), la gran película multipremiada de los Oscar de 1958. 

Ambos integrantes de la lista negra tuvieron que trabajar en secreto en el filme de David Lean y cuando este ganó el Oscar de mejor guion adaptado oficialmente se concedió el premio al autor de la novela original, el francés Pierre Boulle, que ni había participado en la escritura del guion ni hablaba inglés siquiera. La autoría de Wilson en ese y otros guiones nominados –La gran prueba (1956), Lawrence de Arabia (1962)– no fue reconocida oficialmente hasta muchos años después de su muerte.

Con tanto guionista en la lista negra, no podía pasar un año sin que la norma de la Academia resultara problemática. En 1959, el drama de Stanley Kramer sobre presos fugados Fugitivos, protagonizado por Tony Curtis y Sidney Poitier, ganó el Oscar de mejor guion original para sus autores Nathan Douglas y Harold Jacob Smith. 

El problema es que ese tal Douglas era un pseudónimo de otro proscrito, Nedrick Young; la dupla volvería a trabajar con Kramer en La herencia del viento (1960), una despiadada sátira contra el creacionismo que también podía leerse como crítica de la caza de brujas del Comité de Actividades Antiestadounidenses. Cuando Young descubrió el pastel, la Academia decidió eliminar definitivamente la mencionada norma de exclusión.

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