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1) Nunca se había visto algo similar. El acoso que adelantan contra Venezuela siniestros intereses, internos e internacionales, no tiene precedentes. Ni siquiera en el caso de sórdidas dictaduras del pasado, como la de Pinochet en Chile, la de los militares en Argentina, o la de Pérez Jiménez aquí. Nunca ocurrió algo igual. Hubo protestas de sectores democráticos, pero no la actual agresión orgánica, compacta de la derecha, de sectores democráticos reblandecidos, de grupos económicos, de ONGs tarifadas y de los medios ferozmente alineados. ¿Quién o quiénes montan la ofensiva? ¿Quiénes la orquestan al más alto nivel? No hay inocentes en ese submundo de la infamia. Los confabulados se trazaron una estrategia consistente en acabar con el proceso bolivariano. Para extirparlo de raíz y liquidar el ejemplo que dimana de él. No importan los principios. No importa la procedencia de los recursos. No importa lo que se hace contra el pueblo venezolano. Figuras históricas del campo democrático reaccionan contra los principios que fueron sus banderas y los pisotean. Le dan la espalda a principios básicos como la no intervención y el respeto a la soberanía nacional. Aparecen coludidos en el asalto contra la democracia venezolana con los eternos violadores de los derechos humanos; con aquellos que auspiciaron masacres cuando fueron gobierno, desapariciones forzadas, torturas, y en lo económico traficaron con las riquezas del país, permitiendo que las transnacionales dominaran al Estado y dirigieran los gobiernos de turno.

 

2) El acoso a Venezuela lo dirigen sectores recalcitrantes de la derecha de EE.UU.; agresivos aparatos de inteligencia de esa nación; partidos caracterizados por olvidar las promesas electorales, luego convertidos en represores del reclamo popular; la galería de notables que perciben beneficios en la subasta imperial, y la esperpéntica participación del “cartel” de expresidentes –tipo Aznar, Pastrana, González– en busca de oxígeno mediático para salir del oscuro ocaso al que los relegó la historia. Factor determinante del acoso es la participación de una parte de la oposición. No existió en Venezuela, ni en otras naciones, una oposición más divorciada del concepto de patria, más dispuesta a venderse al mejor postor, que la que hoy tiene el país. Una oposición capaz de venderle el alma al diablo, como ocurre desde el año 1.999. Sirviendo a los planes de acabar con el Estado venezolano, al igual de lo ocurrido con otras naciones –Libia. Irak– que terminaron sojuzgadas y destruidas.

 

3) Este acoso es un desafío para los venezolanos. Ya no caben medias tintas. Como en los tiempos de la ocupación alemana de Francia -durante la Segunda Guerra Mundial-, o se estaba con el ocupante o se estaba contra él. No había término medio. El desarrollo de los acontecimientos, el asedio a que está sometido tanto el Estado como el gobierno, obliga a rotundas definiciones. No hay un adversario respetuoso de las reglas de juego. Confiable. Con calidad democrática. El adversario del proceso bolivariano, de la institucionalidad democrática que le sirve de soporte, carece de escrúpulos. Con su actitud cruzó la raya roja para adentrarse en el campo de lo insólito. Como es hacer causa común con los enemigos históricos de la nación. Con la antipatria. Razón por la cual la respuesta del pueblo y de las instituciones, debe inscribirse en una drástica ruptura con quienes están identificados con salidas violentas y rupturistas del orden constitucional. Lo que no excluye el diálogo con aquellos que en la oposición mantienen conductas respetuosas de la institucionalidad. En estos momentos cruciales no existe, contra los cipayos, otra alternativa que actuar con todo el poder del Estado de derecho.

 

(ÚN)