Miles de productores, llamados quinteros, producen alimentos para millones de familias del área más poblada de Argentina. Muchos están organizados y pelean por sus derechos, como el acceso a la tierra, en un contexto donde suben los precios de los insumos por la inflación local y del conflicto en Ucrania.

En las afueras de la ciudad de La Plata, capital de la provincia de Buenos Aires, se encuentra el llamado cordón frutihortícola, o cordón verde. Allí se producen muchas de las verduras que se consumen en la región, la más poblada del país, y hasta en ciudades medianamente alejadas. Quienes trabajan esas tierras son conocidos como quinteros, es decir familias que alquilan parcelas para producir.

Se trata de tierras muy fértiles, «por el suelo y por el agua», explica Victorino Mogro, uno de los miles de quinteros, quien también es dirigente del Movimiento de Trabajadores Excluidos (MTE) del sector rural. «Aquí es la tierra que necesita la verdura, ponés lo que ponés y sacás, si caminás por ahí semillas que cayeron y nacieron, tan solo las riega la lluvia y se dan, en otro lugar no».

Mogro es boliviano, como muchos quinteros de la zona, y lleva en Argentina 38 años. Su acento tiene algo de su lugar natal, la región de Tarija, con el de las varias provincias argentinas donde trabajó. «Mendoza [limítrofe con Chile] es una zona muy buena para la viña, la papa, el ajo, la cebolla, pero porque demanda menos agua, verdura demanda más agua», cuenta comparando tierras. Las condiciones en esta parte de la periferia platense son particularmente propensas para la verdura, alimento de millones de personas.

Quienes viven y trabajan aquí viven, sin embargo, en condiciones muy difíciles: sin propiedad de la parcela sobre la que trabajan, enfrentados a aumentos de alquileres, la gentrificación que avanza sobre las tierras que cultivan y presiona para desplazarlos, el problema de los intermediarios, hasta el incremento de los insumos para producir, agudizado ahora por el conflicto en Ucrania. Por esas tantas razones crearon hace algunos años su organización: el MTE rural.

Dólares, conflicto y semillas

Wilson Machuca enseña parte de su producción de rúcula, radicheta, acelga, cilantro, cebolla de verdeo, puerro. Los cultivos están bajo estructuras de palos, nailon, con un sistema de riego, lo único propiedad del joven quintero. Las verduras son parte de la hectárea que trabaja junto a su familia en la tierra que, como todos los quinteros, alquila.

La gran mayoría de los insumos que utiliza, como semillas, nailon, químicos, son vendidos con precios calculados al dólar. «Vamos y pagamos en pesos, pero te dicen en dólares y te lo pasan a pesos al cambio del día, los precios vienen en dólares», explica. La dificultad es que las ganancias de los quinteros no son en la moneda estadounidense: «No trabajamos en dólares, la mercadería la vendemos en pesos, el camionero te trae la boleta, la plata, en pesos».

Los precios aumentan así triplemente: cuando el peso se devalúa ante el dólar, por lo que se necesitan más pesos para la misma cantidad de dólares; por la inflación nacional que en 2021 fue 50,9% interanual; y cuando aumentan productos en dólares, como sucede ahora como efecto de la crisis ruso-ucraniana y su impacto en la cadena de la alimentación a nivel global.

«En estos últimos cuatro o cinco meses suben los precios de los insumos cada dos semanas», explica Nacho Echaide, otro de los integrantes del movimiento. Es el caso de las semillas, importadas casi todas, por ejemplo, de Estados Unidos, Alemania, Holanda: «Lo que más aumentó es la lechuga, todo lo que es tomate, morrón, berenjenas, las semillas subieron mucho, tenés que tener un fajo de plata para poder poner tomate», cuenta Machuca, quien antes sembraba y cosechaba tomates, pero abandonó el rubro por los altos precios de producción.

Las semillas, producidas por grandes empresas, están diseñadas, a su vez, para no volver a dar semillas y crear dependencia de los productores, como explica Elsa Yanaje, quintera y parte del MTE: «Ya vienen preparadas para no dar semilla, es muy poca la probabilidad de que tengas un plantín de esa semilla, está hecha para eso, por eso nos sujetan el tener que comprar constantemente para poder plantar, inclusive en el paquete dice ‘simplemente para una cosecha'».

Respuestas de la organización

«En el año 2015 se hizo un paro de los productores quinteros de la zona, se movilizaron porque no valía la verdura, todo lo que producían casi no valía, se hizo un paro y movilización de dos días, se cortaron todos los accesos a la ciudad, no se permitía que entraran ni salieran camiones, y de esa forma se consiguieron unas gestiones con el Estado», cuenta Echaide. El MTE rural estaba entonces dando sus primeros pasos.

Uno de los resultados de las gestiones fue «dar proyectos de financiamiento para las organizaciones y las cooperativas». Los productores del naciente movimiento aportaron dinero para comprar una hectárea y media y allí, con el financiamiento del Estado, construyeron un galpón de acopio, y, de a poco, otras estructuras como la semillera, donde germinan semillas para hacerlas plantines que luego siembran los quinteros.

«En todo lo que es hortícola la mayoría de las plantas no se plantan con la semilla en la tierra, sino que hay una plantinera, se hace el plantín y se lo lleva hecho, salvo algunas variedades, y se pone el plantín en tierra. Esto lo empezamos con la cooperativa hace más de dos años, y acá estamos haciendo en su mayoría variedad de hojas, que son las variedades que podemos hacer con este tipo de invernadero», explica Echaide en la semillera.

El plan es construir otro invernadero «que tenga regulación de temperatura y humedad, lo cual nos va a permitir hacer tomates, frutos, que necesitan otras condiciones». Con ambas podrán abastecer a mayor cantidad de productores del MTE, aunque sin abastecer la totalidad: el movimiento ha crecido y tiene a cerca de 5.000 familias organizadas en la zona.

En el terreno colectivo tiene también una «biofábrica«, donde se producen «insumos preparados de forma agroecológica que permite sustituir muchos químicos que son nocivos para la salud», cuenta Echaide. Esa instalación es parte de las iniciativas que el MTE rural construye en el cordón frutihortícola de La Plata. Son más, como la compra de insumos de manera colectiva para abaratar los costos o el proyecto de poder contar con mayor cantidad de vehículos para trasladar producciones de los quinteros.

La tierra, demanda principal

«La meta fundamental que nos pusimos para organizarnos fue la tierra, la tierra para todos los pequeños productores, todavía falta, no hay que bajar la mirada, mantener el horizonte», afirma Mogro.

La tierra es el problema principal: los quinteros alquilan, están a merced de los aumentos de precios crónicos, no pueden construir casas de material debido a que están bajo amenaza de dejar las parcelas al finalizar el alquiler.

«Por eso mismo también estamos en la organización, para más adelante seguir luchando el acceso a la tierra, porque todos los años nos suben el alquiler, cuando arranqué hace tres años paga 5.500 pesos y hoy estoy pagando 16.000», cuenta Machuca.

Él, como la mayoría de los quinteros, vive en una casilla de madera, temporal, como todo lo que tiene en ese pedazo de tierra alquilado. «La tierra es para quien la trabaja, hay tierras que están paradas, son de un solo dueño y no las trabajan porque no tienen gente y si hacen trabajar pagan miserias», explica.

«Si seguimos caminando se va a lograr», afirma Mogro, quien señala que uno de los logros más importantes alcanzados por el MTE rural es «el conocimiento de los derechos que tenía cada uno de los productores, de las familias, que no los sabían y no salían a reclamarlos como derechos, eso es lo más fundamental que logró la organización».

Asimismo señala Machuca: «Con el movimiento lo que más me impactó fue nuestro conocimiento de nuestros derechos y en ser visibles, hoy en día se ve en la televisión, en las noticias, nos han invitado a programas y eso nunca se había visto, entonces se habla de este campo que es real, de pequeñas familias agricultoras (…) junto a muchos compañeros fue lo mejor que hemos ganado, el derecho de cada persona, de cada familia agricultora».

El horizonte de la tierra para los quinteros es uno de los motores principales de la organización que nuclea a miles de familias que producen alimentos para la mesa de cada día de millones de personas, el campo del cual no suele hablarse y que es imprescindible.

(Sputnik)