Esta semana sucedieron dos hechos trascendentales en el conflicto de Ucrania: la rendición de más de 2.400 soldados, muchos de ellos del batallón Azov, en el puerto de Mariúpol, y la aprobación, por parte del Congreso de EEUU, de un paquete de ayuda de 40.000 millones de dólares para Ucrania, además de los 14.000 millones que había aprobado antes. 

Los dos hechos están relacionados: la derrota del ejército ucraniano y el batallón nazi Azov en Mariupol después de casi tres meses de resistencia es un duro golpe para Kiev. 

Los 54.000 millones de dólares obedecen al temor de que el ejército ucraniano sea derrotado. Esta ayuda es la mayor cifra otorgada a otro país en dos décadas, el doble de la ayuda otorgada a Afganistán en 2011, hasta ahora el mayor recipiente de ayuda extranjera de EEUU. 

La votación en el Congreso deja, sin embargo, dos datos curiosos: en primer lugar, la votación unánime de los demócratas en la Cámara —388 – 57— y en el Senado —86 -11—, incluyendo los diputados progresistas conocidos como grupo Squad, una demostración más de que el partido demócrata en su totalidad, sumando a los que se presentan como de izquierda, se ha convertido en el verdadero partido de la guerra. Como escribió el periodista Glen Greenwald, esta votación «mató a lo que quedaba del movimiento de izquierda antiguerra en EEUU». 

El segundo dato es que la votación contra la ayuda subió de 3 a 57 en relación con la primera votación a comienzos de marzo, todos ellos republicanos. 

Esto permitirá a Joe Biden enviar 11.000 millones en armas y equipos y 9.000 millones más para rehacer el stock de lo que ya fue enviado, un negocio fabuloso para las grandes empresas armamentísticas. Antes de la votación, el miércoles 13 de abril, la vicesecretaria de Defensa Kathleen Hicks se reunió con las ocho mayores firmas de defensa de EEUU y el Reino Unido —Boeing, L3 Harris Technologies, Raytheon Technologies, BAE Systems, Lockheed Martin, HII, General Dynamics y Northrop Grumman—, para discutir la propuesta de acelerar la producción de armamentos y equipos «que se puedan exportar rápido, desplegar con mínimo entrenamiento y ser efectivos en el terreno». 

No por nada el secretario de Defensa que preside el gigantesco aparato militar de EEUU, el general retirado Lloyd Austin, era miembro del consejo directivo de Raytheon. 

La táctica es combatir con los soldados ucranianos y las armas de la OTAN. Ni Washington ni los países europeos envían soldados —sí asesores que están entrenando a las tropas ucranianas para usar los sofisticados equipos que están recibiendo— porque mandar a sus propios militares levantaría una enorme protesta popular, después de la dura derrota de Afganistán el año pasado, como sucedió en Vietnam hace casi medio siglo. 

Pero esto no invalida el hecho fundamental: la OTAN dirige la guerra y pone las armas, pero no los muertos. 

El fracaso del mundo unipolar 

A pesar de toda la ayuda a Ucrania y de las cada vez mayores sanciones contra Rusia, el panorama mundial muestra las dificultades de EEUU y la OTAN para imponer su voluntad. 

En un interesante artículo, el argentino Rosendo Fraga analizó la erosión del apoyo a la OTAN y EEUU en estos meses de conflicto: 

El 2 de marzo, 141 países votaron condenando a Rusia, 35 se abstuvieron y solo cinco votaron en contra en la Asamblea General de las Naciones Unidas, votación que se repitió más o menos de la misma manera el 24 de marzo. 

Pero cuando se separó a Rusia del Consejo de Derechos Humanos de la organización en abril, los votos a favor bajaron de 140 a 97, las abstenciones crecieron de 38 a 51 y los votos negativos subieron de cinco a 24. 

Según Fraga, el vuelco se dio en las potencias regionales del mundo en desarrollo, Brasil y México en América Latina, Nigeria y Egipto en África, y Arabia Saudí e Indonesia en Asia. Arabia Saudí fue acompañada por cuatro de las otras cinco monarquías del Golfo. China, que se había abstenido en votaciones anteriores, pasó al rechazo, mientras que India, Sudáfrica y Pakistán siguieron eludiendo la condena a Rusia. 

Los países del grupo BRICS que reúne a los cinco mayores países en desarrollo del mundo y 41% de la población mundial, se han negado a condenar a Rusia. Ningún país africano ha impuesto sanciones a Moscú, el mayor exportador de armas al continente. De los principales aliados de EEUU en Oriente Medio, Israel mantiene su neutralidad y Arabia Saudí y los Emiratos Árabes Unidos se han negado a imponer sanciones a Rusia. 

Esto revela «el grado al cual Washington ha perdido la confianza de estos países» según Hussein Ibish, del Instituto de Países Árabes del Golfo en Washington, cuyos Gobiernos han llegado a la conclusión de que «la era de EEUU ha terminado y hay una rápida transición a un mundo multipolar irreversible». 

El 20 de abril en la reunión de los ministros de Economía y Finanzas del G20, no hubo consenso para sacar a Rusia. Los países de América Latina, África y Asia del grupo, que son nueve, se opusieron. Días después, EEUU y la UE se retiraron cuando hablaba el vocero de Moscú. Pero los representantes de Japón, Alemania e Italia permanecieron en sus lugares. 

El 21 de abril se votó en la Organización de Estados Americanos (OEA) la expulsión de Rusia como observador. Hubo 25 votos a favor, ocho abstenciones, un ausente y ningún voto en contra. Pero entre las ocho abstenciones se ubicaron las tres economías más grandes de América Latina: Brasil, México y Argentina. 

En el mismo mes de abril, el cónclave de Eurolat, que reúne a los parlamentarios europeos y de América Latina, no pudo sacar una resolución contra Rusia en Buenos Aires. 

En Europa, la solidez inicial contra Rusia empieza a tener grietas. Suecia y Finlandia presentaron sus solicitudes de ingreso a la OTAN, pero Turquía, miembro de la OTAN, anunció que no aceptará la ampliación de la alianza hacia el norte. Lo mismo hizo Croacia. 

En Italia, el envío de armas a Ucrania está dividiendo al Gobierno del primer ministro Mario Draghi, porque varios miembros de la coalición se oponen, entre ellos el Movimiento 5 Estrellas y la Liga de Matteo Salvini, en un país donde el envío de armas a Kiev es cada vez menos popular. Según una encuesta del 16 de abril, un 44,8% está en contra y solo un 38,5% a favor. 

Será por esta oposición que Draghi presentó a la ONU una propuesta de paz que consiste en un cese del fuego, asignar a Ucrania un estatus de neutralidad, ocuparse del estatus de las regiones en disputa y buscar una aproximación a las sanciones a Rusia. 

Europa y EEUU, cada vez más aislados 

De los 8.000 millones de seres humanos, solo los gobernantes de algo más de 1.000 millones, es decir, de menos de un 15% de la humanidad, han impuesto sanciones contra Rusia. Por supuesto, su peso es cualitativo, porque controlan las finanzas y el armamento mundial, pero Europa y EEUU están cada vez más aislados del resto del mundo y no tienen la fuerza de otrora para imponer sus designios. 

En 1914, los imperios europeos se repartían África y Asia, hasta que la I Guerra Mundial significó el final de los imperios austrohúngaro, otomano y zarista. La II Guerra Mundial marcó el fin de los imperios japonés, alemán, inglés y francés, con la revolución china de 1949, la independencia de la India en 1947, la nacionalización del Canal de Suez, la imposición de gobiernos nacionalistas en el mundo árabe y la independencia de todos los países africanos en los años 60 y 70. 

EEUU emergió como el gran dominador de posguerra hasta Vietnam en 1973, cuando su derrota marcó el comienzo del declive de su hegemonía y desde entonces, son solo tropiezos: la revolución iraní de 1979 eliminó a su principal base de apoyo en Oriente Medio , la nacionalización del canal de Panamá en 1968 y la revolución de Nicaragua en 1979, convirtieron América Central en un tembladeral, y en el sur de América Latina cayeron todas las dictaduras fieles al Pentágono en los años ochenta. 

EEUU creyó que ganó la Guerra Fría con la disolución de la Unión Soviética en 1991 y utilizó la debilidad de Rusia para avanzar la OTAN y engullir a 14 nuevos países en Europa del Este, pero ese respiro unipolar de 30 años llegó a su fin, como lo demostró la retirada de EEUU de Afganistán en 2021, dejando expuesto su retroceso y sus graves problemas internos económicos y sociales, y como lo demuestra el hecho de que, por primera vez en 30 años, Rusia, puesta contra las cuerdas, haya tomado una medida militar para frenar la expansión de la OTAN y para defender a las regiones prorrusas de Ucrania. 

El periodismo y las redes como arma de guerra 

El 6 de abril, un despacho de la cadena NBC tituló: «En una ruptura con el pasado, EEUU está usando inteligencia para combatir una guerra de información con Rusia, aún si la información no es sólida». 

La noticia era gravísima: EEUU denunciaba que Rusia podría estar preparando un ataque químico en Ucrania. Pero como dijo un alto funcionario del Gobierno a la agencia, «no tiene por qué ser inteligencia sólida… Es más importante adelantarse [a los rusos] antes de que hagan algo». 

Sin embargo, de acuerdo con tres funcionarios citados por la NBC, no había ninguna evidencia de que Rusia hubiera traído armas químicas cerca de Ucrania. “Usaron la información para frenar a Rusia de utilizar estas armas”. Al mismo tiempo, ignoraron que Rusia había destruido todo su arsenal de armas químicas, algo que quedó patente por organismos internacionales. 

La noticia, coordinada por el Consejo de Seguridad Nacional de la Casa Blanca, muestra cómo la información de inteligencia está siendo repartida entre los grandes medios para ser utilizada como un arma de guerra en el conflicto con Ucrania. 

«Es el mayor despliegue de inteligencia como instrumento de poder estatal que he visto desde la crisis de los misiles en Cuba», dijo a NBC Tim Weiner, autor de libros sobre la historia de la CIA y sobre las relaciones de EEUU con Rusia. 

«Muchos funcionarios reconocieron que EEUU ha usado información como arma aun cuando la confianza en la veracidad de esa información no es alta. A veces ha utilizado inteligencia no muy confiable como factor de contención, como la noticia de las armas químicas», continúa la nota. 

A ello se suma la censura. Los 27 países de la Unión Europea adoptaron en marzo, una semana después del comienzo del conflicto, una decisión que pasará a la historia del periodismo como una gran vergüenza: prohibieron a Sputnik y a RT, cerraron sus oficinas en Europa, y eliminaron el acceso desde sus buscadores, de manera que en el Viejo Continente no se puede leer a ninguno de los dos medios. 

En la cuna de los derechos humanos, nunca, desde 1789, año de la Revolución Francesa, se adoptó una medida de carácter continental contra dos medios, dejando a todos sus ciudadanos prisioneros de un único punto de vista: el de la OTAN. 

Las grandes corporaciones de Silicon Valley — Twitter, Facebook, Google— adoptaron medidas para restringir al máximo en las redes sociales los contenidos de los medios rusos. En este caso, no es la decisión de un Gobierno, sino de los magnates que controlan la información y aplican la censura en las redes sociales. 

El acuerdo entre Silicon Valley y Washington no es sorprendente. Como escribe el periodista Glen Greenwald, la mayoría de los monopolios tecnológicos como Google y Amazon tienen lucrativos negocios con la industria de la defensa de EEUU, incluyendo la CIA y la NSA. «Sus ejecutivos tienen relaciones muy cercanas con los altos funcionarios demócratas y los demócratas en el congreso constantemente amenazan a los ejecutivos de estas empresas con represalias legales si no censuran más de acuerdo con la política y los intereses del partido». 

Desde los 54.000 millones de dólares aprobados por EEUU hasta el papel que juegan sus redes sociales y sus medios en alianza con el Pentágono, todo es parte de la guerra económica, política, mediática y militar de los países de OTAN contra Rusia donde Ucrania es solo el escenario. 

(Sputnik)