De la censura de grandes medios alternativos como Russia Today (RT) y Sputnik en países de la Unión Europea a raíz de la operación rusa en Ucrania ya se ha hablado, pero esta censura es práctica de las autoridades ucranianas dentro de Ucrania desde mucho antes del 22 de febrero de 2014. Esto es un dato curioso, no menor, tomando en cuenta que el presidente ucraniano Volodímir Zelensky pidió recientemente en los Premio Grammy 2022 que los presentes y el mundo entero apoyara a Ucrania “con todo, menos con silencio”.

Fuera de las intenciones y la falsificación de estas, miles de videos filtrados a través de canales no regulares y alternativos han evidenciado que los mismos ucranianos – sobre todo los que hablan ruso y por eso son perseguidos – saben que son parte de un teatro, de un gran ‘fake’ que en sí mismo podría calificar como crimen de lesa humanidad. Los argumentos para hacer esta calificación quedan expuestos en esta nueva entrega de Entre Líneas.

La insoportable verdad de Rusia

A mediados de mayo el diario ABC de España – que hace parte de un gran oligopolio mediático promovido por el expresidente español José María Aznar – solicitó una entrevista con la portavoz del Ministerio de Asuntos Exteriores de Rusia, María Zajárova.

La diplomática concedió la entrevista, pero el medio decidió no publicarla. La cancillería rusa optó por hacer lo que le corresponde a la prensa: publicarla entera sin edición y arrojando claves sobre lo que ocurre en Ucrania y no se sabe precisamente por qué lo evita la “prensa”.

Entre estas claves destaca que sobre una salida diplomática a la situación en Ucrania, Rusia delató que la posición de la delegación ucraniana es muy volátil, y el proceso de negociación está acompañado de una retórica agresiva por parte de Kiev y quienes son vistos como sus aliados en Occidente.

Rusia asegura que esto se pudo resolver de forma pacífica cumpliendo el “paquete de medidas”, pero Kiev se negó a seguir ese camino y sus “aliados” miraron a otro lado.

Esta información rompe con cada editorial que el diario ABC y aliados en España hayan confeccionado a la medida de los intereses de la OTAN de que se mantenga la guerra en Ucrania, mientras curiosamente Rusia – al que señalan de invasor y al que diagnostican de ansias expansionistas – sí ha fijado un calendario para su operación militar y asegura que este se está cumpliendo trazo a trazo.

A sangre fría: el mensaje del Apartheid israelí a la otra prensa

La censura ha sido aplicada de forma masiva desde comienzos de 2022, pero no siempre de forma tan civilizada. Tal parece que cuando ya no quedan más herramientas o formas capciosas de enviar el mensaje u obligar a callar, los beneficiarios de la guerra se encargan de que este llegue de forma directa y vil, como lo llegó a hacer el régimen sionista israelí y sus militantes con el asesinato a sangre fría de una periodista palestina de la cadena Al Jazeera a manos de soldados israelíes.

Ante este asesinato hubo muy poca conmoción de autoridades europeas y de la Organización de Naciones Unidas (ONU) comparado con la que hubo con la masacre en la localidad ucraniana de Bucha que aún sigue en investigación, pero sirvió para expulsar a Rusia del Consejo de Derechos Humanos de la ONU. Indignación selectiva.

Los ocupantes israelíes enviaron dos mensajes asesinando a la periodista, primero, que se puede asesinar, una vez más, a un periodista plenamente identificado como tal, y que Israel siempre puede zafarse de cualquier responsabilidad aunque sus argumentos puedan ser perfectamente rebatidos.

Otra vergüenza: la deuda mundial con Julian Assange

Baltasar Garzón, coordinador de la defensa internacional del periodista y fundador de Wikileaks, Julian Assange, perseguido por la justicia estadounidense desde hace 12 años actualizó información sobre su caso: de ser condenado recibiría más de 170 años de cárcel, sumados a los que ya lleva privado de libertad y derechos civiles básicos.

Julian Assange es objeto de una persecución política por parte de EE.UU. y se le está aplicando una ley nacional de forma extraterritorial aunque no se ha podido probar que Assange haya sustraído información de los servicios de inteligencia de EE.UU., pues todo lo recibió de forma voluntaria por parte del soldado estadounidense Chelsea Manning y otras fuentes de información cuya identidad ha resguardado en todo momento. 

El mundo tiene una gran deuda con Assange, principalmente los grandes medios de comunicación que se sirvieron de las filtraciones de WikiLeaks por las que su fundador está padeciendo condiciones inhumanas de subsistencia.

Uno de estos, fue el New York Times que publicó en su momento los cables de WikiLeaks y hoy y durante casi 12 años de defensa de Assange ante la “justicia” estadounidense, hace lo propio: mirar a un lado.

EE.UU. no ha cargado contra este medio de comunicación ni contra otros, sino contra el que puede considerarse el eslabón más fuerte ideológicamente, pero más débil en términos de poder político, económico y logístico.

Nunca hubo una divulgación imprudente de nombres por parte de WikiLeaks. Nadie ha sufrido consecuencia alguna por las publicaciones, y quedó demostrado que las publicaciones de WikiLeaks contienen información verídica y de relevancia histórica.

Quienes dan la espalda a Assange y la verdad que fue revelada sobre los crímenes cometidos por el ejército de EE.UU. y sus aliados de la OTAN en Irak, Afganistán y la atrocidad de la existencia de la prisión ilegal ubicada en Guantánamo, son los mismos que hoy dan la espalda a la realidad ucraniana y prefieren contar una historia que retroalimenta su propia línea editorial; los mismos que censuran a la cancillería rusa, los mismos que pretenden instalar el programa mental de que Moscú necesita apropiarse de territorio ucraniano, y los mismos medios de comunicación que aseguran que Rusia pierde terreno en batalla en el marco de una guerra que decidió iniciar después de mucho meditar tras 8 años de atentados contra la población de Donetsk y de Lugansk.  

(LaIguana.TV)