Con la pregunta «¿avanza el progresismo en América Latina?», el filósofo, comunicador y analista político Miguel Ángel Pérez Pirela inició este martes 7 de junio un nuevo ciclo de reflexiones en su programa Desde Donde Sea, que se transmite de martes a jueves a través de las plataformas virtuales de LaIguana.TV.

Para iniciar la disertación, señaló que las sucesivas victorias de liderazgos de izquierda en América Latina han sido interpretadas como el indicio de que soplan nuevos aires en la región tras una década de avances significativos de las derechas y ultraderechas, retrocesos visibles en la democracia y la remoción o intentos de derrocamiento de mandatarios no alineados a Washington a través de diversos mecanismos.

No obstante, en paralelo, los gobiernos de Venezuela, Cuba y Nicaragua son empleados como muestra de un supuesto «autoritarismo de izquierda» que encarcela y persigue indiscriminadamente a toda disidencia, que violenta repetidamente los derechos humanos y socava la democracia, al tiempo que hunde a sus ciudadanos en la miseria.

«Venezuela y Cuba son tomadas en todas las elecciones como mal ejemplo, pero esa estrategia no les está funcionando», advirtió.

Recordó que desde el triunfo de la Revolución Cubana, este país caribeño ha sido usado como «mal ejemplo» continental de supuestas derivas antidemocráticas, pero en los últimos años ha tenido que ceder su sitio a Venezuela, devenida en un demonio que encarna el supuesto fracaso de las fuerzas de izquierda en el gobierno.

«Es cierto que llegan un Boric y compañía. Pero también es cierto que a Venezuela le tocó el papel que jugó Cuba durante muchos años. Llegó un Chávez, llegó un Lula, llegó Correa porque Cuba resistió durante largas décadas», apuntó el analista, porque a su parecer, la resistencia venezolana ha servido como «muro» de protección para movimientos sociales y fuerzas de izquierda, que eventualmente han posibilitado el ascenso de otros gobiernos de corte popular en América Latina.

A su parecer, los peores efectos geopolíticos han sido el debilitamiento de alianzas y mecanismos de integración regional y la satanización de todo discurso que prometa un poco más que la lucha abstracta contra la desigualdad.

Pese a ello, acotó, los últimos años han ganado elecciones líderes cuyas políticas se inscriben dentro del amplio paraguas del progresismo, tales como Andrés Manuel López Obrador en México, Luis Arce en Bolivia, Pedro Castillo en Perú, Xiomara Castro en Honduras y Gabriel Boric en Chile.

En el futuro cercano, la lista podría engrosarse con los eventuales triunfos de Gustavo Petro en Colombia y Luiz Inácio «Lula» da Silva en Brasil. Y si se tira la soga más lejos, podrían añadirse en determinados entornos a los presidentes Nicolás Maduro (Venezuela), Miguel Díaz-Canel (Cuba) y Daniel Ortega (Nicaragua).

Así las cosas, en su opinión, vale la pena preguntarse si este regreso de la izquierda realmente supondrá una articulación mayor en agendas comunes y un desprendimiento al menos parcial de los dictámenes de la Casa Blanca, como en buena medida ocurrió durante el llamado primer ciclo progresista de inicios de siglo.

Gustavo Petro, ¿esperanza de Colombia?

Para ahondar en el tema que resulta más coyuntural, Pérez Pirela destacó que la victoria de Gustavo Petro en la primera vuelta de las elecciones presidenciales en Colombia con más del 40 % de los votos, es valorada casi unánimemente como el primer paso de un cambio de orientación del país, que ha estado gobernado por élites desde su independencia de la corona española y controlado desde hace dos décadas por la ultraderecha uribista.

Apuntó, sin embargo, que su victoria en el balotaje podría verse comprometida porque Rodolfo Hernández, su contendor, es presentado hábilmente como un ‘outsider’ de la política –cosa que solo es muy parcialmente cierta– y los votantes no lo asocian de inmediato con las castas políticas colombianas, aunque claramente representa sus intereses.

Poco más de una semana después de esa primera cita electoral, el panorama sigue siendo muy incierto y en cualquier situación, las fuerzas políticas y sociales aglutinadas en torno al Pacto Histórico tendrán que hacer frente a multitud de dificultades para avanzar un gobierno capaz de honrar las promesas de campaña.

A este respecto recordó que en conversación exclusiva con LaIguana.TV, la periodista Patricia Villegas, directora de la cadena multiestatal teleSUR, advirtió que si Petro triunfa en las urnas el próximo 19 de junio, el uribismo haría todo lo posible para frenar o boicotear sus iniciativas.

«Si dejan llegar a Petro a la presidencia, cosa que no es tan probable como parece, su vida corre peligro», agregó.

En el parecer de Villegas, este siniestro plan perseguiría anular la opción progresista del Pacto Histórico, al dejar en evidencia su supuesta incapacidad para gobernar, argumento que ya ha sido usado para demonizar a otros gobiernos izquierdistas de la región.

Sobre esto, el comunicador mencionó que esta clase de tácticas ya se le ha aplicado a otros presidentes progresistas, incluyendo al venezolano Hugo Chávez, a quien su oposición trató de sacar del camino por medio de una argucia jurídica con la que pretendía declarársele loco.

En cualquier caso, continuó relatando, Villegas alertó que aún si la opción progresista consiguiera imponerse por la vía de los votos, tendría que enfrentarse a una institucionalidad que responde al uribismo, con la clara conciencia de que esa realidad no puede modificarse automáticamente.

En la práctica, esto implica que instituciones y posiciones clave estarán controladas por funcionarios comprometidos con un proyecto político que es el reverso de todo cuanto Petro y su compañera de fórmula, Francia Márquez, representan, explicó.

El programa de gobierno del Pacto Histórico se alinea en la tradición progresista que apuesta a la disminución de la desigualdad, considerada por el Banco Mundial como la más alta de la región, reemplazar la energía producida por hidrocarburos por energías verdes, proteger el medio ambiente y garantizar derechos sociales largamente violentados.

En este punto subrayó que el dirigente progresista ha construido una sólida carrera legislativa y ejerció exitosamente como alcalde de Bogotá, al tiempo que arriesgaba «el pellejo» al denunciar tramas de corrupción y paramilitarismo dentro de los gobiernos del uribismo.

Bajo el punto de vista de esta alianza, el incremento en la inversión pública destinada a la educación –particularmente la universitaria– se considera el pilar fundamental para que los ciudadanos colombianos superen la pobreza y accedan a mejores condiciones de vida, precisó.

Más allá de propagandas, el aspirante presidencial ha aclarado muchas veces que su proyecto político no es socialista, que no atentará contra la libertad empresarial y tampoco contra la propiedad de los medios de producción. Incluso prometió ante un notario que no expropiaría empresas ni tierras.

«Deberíamos llevar ante un notario a todos los países de la OTAN para que dejen de robar a los países del Sur del mundo e incluso a Siria, a Libia, el oro venezolano. ¡Vaya qué chantaje a la izquierda, como que si esta estuviera reñida con la propiedad privada!», señaló.

Para ilustrar, se refirió a la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, que en su artículo 115 consagra el derecho a la propiedad privada, sin menoscabo de otras formas de propiedad como la social o la comunal.

De otro lado refirió que el escenario no polarizado que ha de enfrentar la fórmula Petro-Márquez en la brevísima campaña para la segunda vuelta, le obliga al Pacto Histórico a tejer alianzas, a atemperar discursos que podrían ser considerados demasiado radicales y a convencer a quienes aún queriendo un rumbo distinto para Colombia, ven en la propuesta progresista un camino incierto.

«La campaña que dentro de Colombia se tiene contra Petro, no tiene precedentes. Es de una suciedad y de una vulgaridad espeluznante», indicó, aunque matizó el comentario aludiendo a las feroces campañas mediáticas que se han desatado contra dirigentes como Fidel Castro, Hugo Chávez o Nicolás Maduro.

En continuidad con el análisis del caso colombiano, mencionó que en una jugada ajedrecística, el pasado 02 de abril Gustavo Petro propuso a su rival que independientemente de quien resultare ganador, suscribieran un acuerdo político de gobierno para «todos», en virtud de los intentos de Hernández por copiar el programa político del Pacto Histórico.

La oferta podría interpretarse de varias maneras, pero sin especular demasiado, en su opinión está claro que el Pacto Histórico está apuntando hacia un sector de indecisos y abstencionistas, de cara a un resultado que promete ser ajustado.

«En los últimos días han estado saliendo diversas encuestas y todas apuntan hacia el empate técnico. Esto conviene muchísimo a Rodolfo Hernández porque todas las instituciones están en manos del uribismo. Es decir, empate técnico en este caso significa elecciones robadas», alertó.

Más precisamente, según el sondeo que se consulte, la ventaja se otorga a uno u otro candidato, pero la diferencia entre el primero y el segundo lugar no supera los tres puntos, al tiempo que los indecisos representan casi el 10 % de los votantes.

«Esta elección pinta muy feo. Recuerden que los métodos electorales en Colombia son, por decir lo menos, prehistóricos. Es muy preocupante el escenario que se está presentando en este momento», insistió, pues todo eso hace que sea muy cuesta arriba predecir quién sucederá a Iván Duque en la Casa de Nariño el próximo 7 de agosto e incluso una victoria de Gustavo Petro».

De regreso a las encuestas, puntualizó que la que realizó el Centro Nacional de Consultoría (CNC) entre el 31 de mayo y el 2 de junio en 50 municipios colombianos, asegura que 44,9 % de quienes votarán en el balotaje lo hará por el Pacto Histórico, mientras que 41 % daría su voto a Rodolfo Hernández.

No obstante, teleSUR reseña que en términos de programa de gobierno, solamente el 20,4 % se sentía identificado con lo que proponen Gustavo Petro y su alianza, al tiempo que apenas 1,7 % manifestó lo mismo en favor de Hernández.

En negro sobre blanco, esto significa que en este tramo la campaña, la mayor parte de los electores decanta sus preferencias hacia aspectos basados más en la emoción que en la racionalidad. Es decir, se vota por un candidato más que por su propuesta.

De allí que el Pacto Histórico no pueda cobrar saldos de respaldos como el del expresidente brasileño Luiz Inácio «Lula» da Silva, el presidente chileno Gabriel Boric o de figuras como el filósofo esloveno Slavoj Zizek y se vea forzado a lograr que la gente común y corriente se identifique con sus ideas o al menos vea en ellas una esperanza que represente sus aspiraciones.

El analista político destacó que la política es emocionalidad y aunque el discurso del Pacto Histórico tiene contenido y dice verdades, no mueve. Esa es una debilidad frente a la que su rival es decididamente exitoso, particularmente en la difusión de contenidos en las redes sociales.

Sobre esto, refirió que en entrevista con el periodista Clodovaldo Hernández para su espacio Cara a Cara, la activista colombovenezolana Karen Dávila, perteneciente al Comité de Mujeres con Francia Márquez, señaló que la escasa cultura política que reina en Colombia, beneficia a opciones engañosas como la de Hernández, que descaradamente se ha colgado del programa de Petro y lo presenta como propio.

Desde otro ángulo, la apuesta por despolarizar el discurso en aras de ganar en una segunda vuelta –a la que ya apelaron otros, como Gabriel Boric– puede ser riesgosa, en virtud de que el mensaje corre el riesgo de desdibujarse y caer en saco roto, al hablarle a un elector que solamente existe en la imaginación.

En este orden, Alfredo Serrano Mancilla, director del Centro Estratégico Latinoamericano de Geopolítica (Celag) advierte que en regiones tan desiguales como América Latina, es imposible concebir a un «votante típico» y defender unos intereses «promedio».

Seguidamente, se permitió citar extensamente lo señalado por Serrano Mancilla: «Se interpela a una sociedad que no existe. Se le habla a una clase media como mayoritaria cuando lo que hay es una mayoría que está empobrecida».

A su parecer, lo que llama «nuevo progresismo latinoamericano» debe intentar a toda costa escapar de «la idea de un ‘Centro’ como espacio predominante, pues se cae en la paradoja de «asumir que se gobierna en un país, pero la gente vive en otro».

Gabriel Boric: una cosa es ser gobierno y otra, oposición

El comentario que formula Alfredo Serrano Mancilla se presenta como riesgo, aunque ya parece dolorosa realidad en el caso de Chile, que el pasado mes de diciembre eligió al presidente Gabriel Boric con amplia mayoría (55 % de los votos en el balotaje), en función de las expectativas de cambio que logró crear.

Para ganar adhesiones a la segunda vuelta, el joven candidato matizó algunas de sus propuestas, sacó provecho de su juventud y apeló a un discurso pretendidamente pragmático y renovador para echar mano del legado de los gobiernos de izquierda en la región.

Además, en buena medida amarró el éxito de su programa al de la Convención Constitucional, encargada de redactar una nueva Constitución, que los grupos sociales y políticos que respaldaron su candidatura se encargaron de impulsar.

«Si nosotros hablamos de procesos constituyentes, tenemos que hablar del que impulsaron Hugo Chávez y el pueblo venezolano, pero gobiernos ‘progresistas’ de la región prefieren no hablar de eso», criticó.

No obstante, Pérez Pirela reparó en que a pesar de haberse alzado con el Ejecutivo chileno y de ser una de las caras más visibles de una generación que exigió cambios sociales estructurales, con poco menos de cuatro meses en el poder, su imagen ha sufrido un deterioro considerable, tal y como refleja una encuesta de finales de mayo elaborada por la consultora Cadem.

Desde su punto de vista, el sondeo revela datos inquietantes: casi seis de cada 10 chilenos desaprueba la incipiente gestión de Gabriel Boric (7 % más que la medición correspondiente al mes de abril de 2022) y 41 % desconfía de sus capacidades para llevar adelante su programa de gobierno.

«¿Cuál fue la posición de Boric de Venezuela, Cuba y Nicaragua de la exclusión de la Cumbre de EEUU? ¿Qué comentario le ha merecido Guaidó? ¿Y Maduro?», fustigó.

Continuando con el análisis, puntualizó que este desplome en su popularidad podría tener varias causas, entre las que no puede omitirse un exceso de entusiasmo del electorado chileno en relación con la rapidez de los cambios que ofreció y la capacidad real de llevarlos a cabo, con un Congreso que goza de importantes prerrogativas y cuya correlación de fuerzas acaba siendo favorable a la derecha.

Del mismo modo parece atentar en su contra el hecho de haber prorrogado el Estado de excepción en el sur del país para aplastar a las comunidades mapuche, históricamente violentadas por Santiago, pese a que esgrime la defensa y el respeto de los derechos humanos como una bandera irrenunciable, que a menudo usa para atacar a los gobiernos de Venezuela, Cuba o Nicaragua.

El foco del conflicto es el mismo de siempre: la expoliación de las tierras ancestrales de los mapuche por parte de empresas forestales y agrícolas. Lamentablemente, la respuesta del Estado conducido por Boric ha sido la misma que la de sus antecesores: reprimir y criminalizar a los manifestantes.

Para el también director de LaIguana.TV, estos procederes dan cuenta de que lejos de representar un cambio, Gabriel Boric amenaza con ser la continuidad de quienes le antecedieron en el poder y cuyas prácticas aseguró que erradicaría.

Continuando con el análisis del desplome de la popularidad del presidente chileno, matizó que la presentación de su primera Cuenta Pública a finales de mayo, favoreció ligeramente al gobernante, pues su aprobación subió a 44 % y su desaprobación cayó 10 puntos (47 %), al tiempo que la confianza en su administración se ubicó en torno al 50 %, nivel similar al que exhibía al inicio de su gestión.

Indicó, asimismo, que según reportes de medios occidentales como DW, el picado en la popularidad de Boric también se debería a que cerca del 50 % de quienes lo apoyaron en el balotaje de diciembre de 2021, lo hicieron para evitar que ganara el ultraderechista José Antonio Katz, más que porque simpatizaran con su proyecto.

En cualquier caso, la proximidad de la gestión de Boric con la del derechista Sebastian Piñera no parece limitarse exclusivamente al manejo del conflicto con el pueblo mapuche, sino que se extiende a otros asuntos como la migración, particularmente la venezolana.

«Decir que la política migratoria de Boric se parece a la de Piñera, es cuando menos una vergüenza», cuestionó.

Así las cosas, relató el comunicador, Gabriel Boric no solo mantuvo la militarización de la zona norte del país, sino que con algunos matices discursivos, no ha dado muestras de desprenderse de la política antiimigrantes que implementó Piñera en el tramo final de su último mandato.

En una entrevista concedida este lunes a la cadena Univisión, Boric dijo que Chile, como cualquier otro país, era incapaz de absorber el flujo de migrantes venezolanos y aseguró que su gobierno no sería capaz de ofrecer casa, trabajo y comida a la comunidad venezolana.

«Hoy día son Colombia, Perú y Chile los principales países de destino de la emigración venezolana», indicó, antes de clamar por apoyo regional para atender el problema, que en sus dichos, ha de enfocarse «desde una perspectiva de derechos humanos», si bien no explicó en qué medida la militarización y el incremento de la xenofobia aportan en esa dirección.

«¿No se parece esta posición a la de Duque, que ha hecho mucho dinero con los migrantes mediante petitorios a los organismos internacionales?», observó.

Por otra parte, Pérez Pirela resaltó que así como la Convención Constitucional fue una inestimable bandera que lo condujo a La Moneda, las dificultades y fallos en su desarrollo –largamente explotados en la prensa derechista– también han jugado lo suyo.

«Si Boric quiere gobernar para caerle bien a El Mercurio, está mal, pero muy mal», agregó.

Empero, a su juicio, la pérdida de apoyos del que fuera uno de sus principales impulsores también ha puesto en cuestión la aprobación de la nueva Constitución, que deberá votarse en un plebiscito fijado para el próximo 4 de septiembre.

Aludiendo a datos de encuestadoras, puntualizó que el más reciente sondeo de Cadem aparecido este 6 de junio indica que aunque el 50 % de los chilenos cree que la opción «apruebo» ganará, 37 % opina que se impondrá el rechazo. De concretarse este escenario, continuará en vigor la Carta Magna redactada por la dictadura de Augusto Pinochet.

En términos de intención de voto, la opción «apruebo» tiene aún un largo camino por recorrer, pues apenas supera el 40%, al tiempo que la alternativa «rechazo» alcanza el 45 %.

Así las cosas, esto vaticina un escenario altamente polarizado donde los actores menos ideologizados serán decisivos para aprobar un texto constitucional que quizá contenga más cambios que los que la sociedad chilena estaría dispuesta a admitir o que solo apoyaría parcialmente, una opción que no está contemplada en el mecanismo elegido para refrendar la nueva Constitución y que en criterio del filósofo venezolano constituyen un error.

El nuevo texto abarca 499 artículos distribuidos en 11 capítulos, en los que se plantea una refundación radical del Estado chileno sobre las premisas de la justicia social, el plurinacionalismo, el feminismo y la democracia, como explica la constituyente Carolina Videla Osorio, perteneciente a movimientos sociales, detalló.

Sin embargo, acotó, el enfoque garantista recogido por los miembros de la Convención Constituyente sin dudas ofrecería un marco privilegiado para la construcción de un modelo político que supere al neoliberalismo heredado de la dictadura, pero no resulta suficiente para que puedan ponerse en marcha todas las iniciativas planteadas en el corto y ni siquiera en el mediano plazo.

Esto no quiere decir que la aprobación de esta nueva Constitución no sea un aspecto central para la consolidación de un nuevo esquema de gobierno, como lo fueron en su día las Cartas Magnas aprobadas en Venezuela, Ecuador y Bolivia durante el primer ciclo progresista, sino que hay que considerar las particularidades del gobierno de Boric, al que se ha asumido internamente como una transición.

En este marco, su capacidad para implementar una agenda realmente rupturista se ve claramente forzada, no solo porque la propuesta progresista no cuenta con un respaldo irrebatible –antes bien, podría considerarse que fluctúa según el tema del que se trate–, sino porque está obligado a consensuar con sus adversarios para poder avanzar en alguna dirección.

Para Pérez Pirela es indispensable distinguir entre los consensos que garanticen gobernabilidad y otra muy distinta aprobar legislaciones migratorias con clara vocación derechista, reprimir al pueblo mapuche o tener posturas ambiguas propias de gobernantes de izquierda que gobiernan con temor a la derecha y acaban entregando todas las banderas.

Desde el punto de vista del liderazgo regional, opina que Gabriel Boric tiene a su favor su juventud y el hecho de que se le presenta como una cara nueva de la izquierda latinoamericana, despojada de «dogmatismos» y «extremismos», pero justamente por eso, su capacidad para construir alianzas entra en terrenos pantanosos.

Como muestra de eso, refirió que el presidente chileno decidió que su primera gira internacional lo llevaría a la Argentina de Alberto Fernández y aunque ha manifestado su interés en acercarse al gobierno de Luis Arce y este acudió a su toma de posesión, la disputa por la salida al mar de Bolivia ha dejado esta idea en el plano de las buenas intenciones, si bien en su opinión, un gobierno de izquierda

Boric también ha expresado públicamente que vería con buenos ojos el triunfo de Gustavo Petro y de Luiz Inácio «Lula» da Silva, dos escenarios que lucen probables, pero que aún no se concretan.

El «nuevo progresismo» en América Latina

Este nuevo repunte de los gobiernos progresistas en América Latina debe examinarse con cuidado, sobre todo porque median importantes diferencias entre este tiempo y el que corría una década atrás, tanto en términos de las agendas programáticas, los objetivos políticos y la correlación de fuerzas, como del momento geopolítico.

En la primera década del siglo, convergieron en tiempo y espacio mandatarios como Hugo Chávez, «Lula», Néstor Kirchner, Fernando Lugo, Evo Morales, Tabaré Vásquez o Rafael Correa, quienes lograron que las posiciones antiimperialistas, nacionalistas y defensoras de la unidad latinoamericana no fueran solo una excepción discordante en el orden establecido.

Sobre este punto, el analista venezolano enfatizó en que es necesario separar a esas izquierdas porque no todos los liderazgos de izquierda actuales responden a los mismos intereses y podría caerse en la trampa histórica de creer que hay una especie de reemplazo generacional, cuando definitivamente no es el caso.

Recordó que en data reciente «Lula» da Silva lo calificó como el momento de «mayor democracia» en el continente, pues en buena medida esos gobiernos lograron responder a los anhelos populares de cambios estructurales en sociedades duramente golpeadas por el neoliberalismo.

Sin embargo, en su opinión –y sin desmedro del liderazgo de ninguna de estas figuras–, es claro que esa ola progresista comenzó a declinar tras el deceso de Hugo Chávez, cuyas iniciativas marcaron, para bien o para mal, el resto de las agendas progresistas en el continente y más allá.

A ello también sumó el desgaste propio del ejercicio del poder –todos los mandatarios fueron reelectos por amplia mayoría, bajo la tesis del buen gobierno–, la acumulación de fallos de gestión convenientemente aprovechados por las fuerzas de la derecha, numerosos escándalos de corrupción y la judicialización de los líderes.

En este momento, es claro que no hay ningún gobernante capaz de aglutinar e impulsar una agenda común de la izquierda de la manera en que pudo hacerlo Hugo Chávez y por eso la demonización del gobierno de su sucesor, Nicolás Maduro, ha sido un factor decisivo para imposibilitar la idea de una izquierda latinoamericana con objetivos estratégicos compartidos.

«Hoy día estos gobiernos progresistas están cada uno por su lado, desgraciadamente, y la integración se ve cada día más lejos», comentó.

En su criterio, acaso «Lula», por su condición de figura histórica y referencia obligada, podría fungir como mediador entre esas izquierdas latinoamericanas que están mucho más enfocadas en atender problemas internos agravados por la pandemia, antes que prometer un cambio de sistema o confrontar directamente a los Estados Unidos.

Pero para eso, primero tendría que vencer a Jair Bolsonaro en las elecciones del venidero mes de octubre y es evidente también que de resultar ganador, tendrá un margen de maniobra mucho menor que el que ostentó en sus dos administraciones previas, vistos los consensos a los que ha tenido que recurrir, acotó.

Desde su óptica, para mal o para bien, la elección presidencial de Brasil definirá el rumbo de las izquierdas en América Latina.

«¿Será que habrán izquierdas malas e izquierdas malas en Latinoamérica? ¿Será que hay izquierdas verdaderas e izquierdas fingidas? ¿Será que estas izquierdas no son más que una pantomima de las que existieron hace una década?», inquirió, pues en su juicio, es necesario responder a estas preguntas para determinar si realmente está en curso un «nuevo ciclo progresista».

De regreso a Brasil, comentó que si bien no cabe duda que el exmandatario figura como el gran favorito, hay que leer la letra pequeña en esa ventaja. Como Petro o Boric, en esta ocasión, «Lula» estará caminando en una cuerda floja, pues requiere del voto no polarizado para derrotar categóricamente a Bolsonaro, aún al riesgo de debilitar su propia base de apoyo.

«En Latinoamérica, la segunda vuelta es la trampa para que las derechas acaben con la voluntad popular. Hay que revisar eso con cuidado», sugirió.

Desde otro ángulo de la valoración del llamado «ciclo progresista» indicó que el presidente mexicano, Andrés Manuel López Obrador (AMLO), ha logrado reflotar importantes debates relacionados con la integración regional, ha plantado cara a la injerencia estadounidense y ha devuelto a la palestra a organizaciones como la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac).

Empero, aguas adentro y por motivos varios, la gestión de AMLO ha avanzado poco en corregir la desigualdad, la violencia ligada al narcotráfico, los feminicidios y otros flagelos sociales, que hacen que la Cuarta Transformación en muchos aspectos sea más una declaración de intenciones que un proceso activo de cambios apreciables en el corto o en el mediano plazo.

«¿Cuáles han sido las políticas de migración de AMLO para los venezolanos? Exigirnos visa, inscribirse en la política migratoria de Estados Unidos. Eso es reciente. Hay muchas cosas que revisar y que reflexionar», mencionó.

«Este DDS tiene la voluntad de abrir el debate de las izquierdas de Nuestramérica», señaló Pérez Pirela, pues en su criterio podría repetirse un fenómeno que ya pasó en Europa, donde la izquierda se desdibujó a sí misma con fines politiqueros, empezó a pactar con la derecha y a desplazarse paulatinamente hacia el «centro» –en realidad, la centro derecha–, lo que trajo consigo la desaparición de las banderas de izquierda del horizonte político.

Argentina, otro actor regional de peso, está completamente atrapada en la gestión de la deuda adquirida por Mauricio Macri y en la tibieza de su actual presidente, Alberto Fernández, que llega con el peronismo y levanta las banderas de izquierda para llegar el poder, para luego mantener las mismas políticas de Macri, tras ser «autorizado» por la Casa Blanca.

«¿Estas izquierdas se parecen a las izquierdas de inicios de siglo? No es poca cosa responder a esto en términos de verticalidad ideológica, porque si la izquierda va a imitar a la derecha para ‘ser cool’, la gente va a terminar votando por el original y no por la copia», puntualizó, a modo de conclusión.

(LaIguana.TV)